Todos los días Wilfredo Villarraga se sube desde hace 22 meses a lo mas alto del vertedero de casi 80 metros de altura en donde intenta soldar la estructura que desde hace más de un mes amenaza con resquebrajarse por completo y que pondría en peligro a más de 40 mil habitantes de cuatro municipios del norte de Antioquia. Sus cinco hijos y su esposa le imploran todas las noches, cuando llega agotado a su casa, que no haga más un trabajo que podía acabar con su vida. Wilfredo, aunque entiende el pedido de su familia, cada madrugada se levanta a elevarse sobre el monstruo que permanece en reposo.
Pero Wilfredo no sólo tiene agallas sino también amor. El amor le da para preocuparse por los miles de lugareños que están refugiados, lejos de sus casas, en el coliseo de Valdivia esperando cada noche escuchar el rugido de la montaña desprendiéndose, pensando en todos aquellos que se quedaron en su casa cuidando las gallinas, los marranos, todo lo que tienen y no se pudieron llevar. Son cientos los niños que corren por ese coliseo, muchas veces lloran, pocas vecen ríen. El olor que se despierta de las letrinas es muchas veces irrespirable. Las carpas negras se hacinan en filas de cinco, seis llenas de gente, de familia donde se mezclan el sudor y la suciedad. Preocupado por lo que veía, Villarraga relató en su twitter el minuto a minuto de la situación. La última vez que reportó desde su Twitter fue el 16 de junio:
#Hidroituango #epmestamosahi
Asi fue la salida del último turno que labore, vean el paisaje, faltan muchas cosas por mejorar en todo aspecto en lo social y demas, pero con la fé en Dios que se harán.
Aún está mi palabra de ayudar a los niñ@s, se que con su apoyo se hará realidad pic.twitter.com/egOmVK3T7i— Wilfredo Villarraga (@wilfredomillos) June 15, 2018
pero siempre estuvo alerta desde su twitter que se convirtió en el faro de la situación:
Una de las pocas cosas que les da felicidad es la idea que tuvo Wilfredo Villarraga de llevarles a los niños del albergue de Valdivia un centro comercial movible a donde ellos pueden recibir, completamente gratis, juguetes y ropa que han donado cientos de colombianos. Además, en un videobean, les pasa películas a los niños en el refugio y los saca por unas horas de su desgracia. Cada vez que habla Wilfredo se estremece, llora, se emociona.
Por ahora este hombre, quien con otros 1.500 trabajadores lograron frenar una avalancha que parecía segura, se consuela con el único premio que ha tenido hasta ahora: su cuenta de Twitter pasó de tener 35 seguidores a los 4. 940 que tiene ahora.