La noticia llega en el momento en que se desarrolla la más temible ola de inseguridad por todas la capitales de Colombia y cuando el proceso de paz con la Farc (Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común) hace su aterrizaje forzado y sangriento en las regiones más conflictivas de Colombia, con 18 muertos de líderes sociales en lo que va corrido de éste año en Tumaco, Montería, Catatumbo, Urabá, Chocó, y Buenaventura.
Es incomprensible que después de afirmar con bombos y platillos que “la cultura salvará el 2018” (Editorial de El Tiempo-Enero 6-2018), trayendo a cuento los carnavales de Negros y Blancos en Pasto y el carnaval de Barranquilla, el Festival de música, el Hay Festival, en Cartagena, y el Festival de las Artes, en orden de aparición, que no solo ya son tradicionales sino que marcan una hoja de ruta para enfrentar los meses que vienen de polarización en la campaña electoral.
Con todo, el 2017 fue un año bueno para la cultura nacional con manifestaciones de teatro, cine, literatura, música, con salas llenas de público entusiasta, y, sin embargo, la cenicienta Ministra de la cultura, recibiendo órdenes del Ministro de Hacienda, quien a su vez las recibe de los organismos multinacionales de crédito, sale a cumplir el mandato de asfixiar las manifestaciones del arte y la cultura, precisamente en el momento en que el país más las necesita para poder salir adelante con el posacuerdo después de cincuenta años de guerra.
Cómo se atreven a decir con cinismo que en el 2018 serán más necesarias las novelas, las películas, las canciones, los eventos musicales, los festivales internacionales de teatro, de literatura y de poesía, y de la feria internacional del libro; cuando el Ministerio de Cultura anuncia una “histórica cifra de estímulos para el 2018, cuando entregarán 12.500 millones de pesos para becas, pasantías, premios nacionales, reconocimientos, o residencias artísticas”, pero al mismo tiempo, sin dársele nada, le están cancelando la partida presupuestal para el Festival Internacional de Poesía de Medellín. No tiene presentación. No tiene coherencia.
“El golpe es consecuencia de la ofensiva neoliberal mundial y nacional contra la poesía, contra el arte y las expresiones culturales, contra la libertad de pensamiento y de expresión, contra el derecho a crear un mundo nuevo”, como bien lo dice el poeta Rendón.
Desde el año 94 del siglo pasado el Festival ha estado expuesto a la diatriba y a la interpretación torticera y mal intencionada de las aves de rapiña de la “cultura nacional”, y del establecimiento mediático y político de la ultraderecha conservadora que no ven con buenos ojos las multitudes de jóvenes y de personas de toda condición que se concentran en parques, bibliotecas, teatros, salas culturales de Medellín y demás municipios del área metropolitana, para escuchar a los poetas del todo el mundo que recitan sus poemas a la paz, al amor y a la esperanza.
Es un verdadero fenómeno de masas que amerita un estudio sociológico de fondo para interpretar y explicar esta manifestación cultural tan particular y “suigeneris” de Medellín, una ciudad tan maltratada por el capitalismo emergente del narcotráfico, por el desplazamiento forzado, por el desempleo, el paramilitarismo y la violencia intrafamiliar, que ayer no más estuvo en las primeras páginas de los periódicos por la riña entre dos estudiantes del INEM José Félix de Restrepo, en el Poblado, donde una de las niñas resultó herida de gravedad con arma blanca por otra alumna, mientras los demás compañeros veían y filmaban la escena macabra como si estuvieran asistiendo a una pelea de gallos.
El primer Festival fue en el año 1991, dirigido por el poeta Fernando Rendón con el apoyo de un grupo de “Quijotes” alrededor de la Revista Prometeo, hoy convertida en Corporación Arte y Poesía Prometeo, una institución no gubernamental al servicio de la cultura y de la paz.
A raíz de la iniciativa del poeta Fernando Rendón surgió el movimiento internacional de poetas por la paz y la solidaridad con los diálogos y los acuerdos entre el Gobierno y las Farc, para la solución política del conflicto armado interno, que hoy transita con dificultades en la implementación pero que no tiene otro camino que el de seguir adelante en la construcción de la paz y de la democracia.
Precisamente es en este contexto donde adquiere la verdadera relevancia el Festival Internacional de Poesía de Medellín, de tal manera que es incomprensible la actitud incoherente del presidente Juan Manuel Santos quien, una vez firmados los acuerdos de paz donde se reconoce explícitamente que la cultura en todas sus manifestaciones es un factor esencial, preponderante y definitivo para la construcción de la identidad nacional, la paz, la democracia y el progreso social, se hace el de la vista gorda frente a la financiación del festival.
Por eso hay que exigir por parte de todas las instituciones culturales del país, por todas las manifestaciones del arte y la cultura, artistas, gestores, hombres y mujeres de la cultura, para que el Gobierno cumpla con la partida financiera para el Festival, que se realizará este año del 14 al 21 de Julio, teniendo en cuenta, además, que este fue declarado mediante la Ley 1291 de 2009, patrimonio cultural de la Nación.
Terminemos esta nota con Mercedes Sosa y Horacio Guarany: “Si se calla el cantor calla la vida, porque la vida misma es todo un canto. Si se calla el cantor muere de espanto, la esperanza, la luz y la alegría.
“Que se levanten todas las banderas, cuando el cantor se plante con su grito, que mil guitarras desangren en la noche, una inmortal canción al infinito. Si se calla el cantor…calla la vida”