Casi que es un hecho que el presidente de los colombianos va a ser nuevamente Juan Manuel Santos. No hay que llamarse a engaños. El Presidente-candidato es probable que gané con ligera ventaja en la primera vuelta, pero para la segunda pondrá toda la maquinaria gubernamental a funcionar a su favor para lograr torcer la indecisión y el desánimo de los electores colombianos. Obviamente, con la mermelada y la burocracia estatal de su lado, derrotar a Santos es lo mismo que pelea de tigre con burro amarrado.
A punto de terminar su mandato, vale la pena hacer un balance de la gestión del presidente Santos en estos cuatro movidos años de gobierno. El Presidente fue elegido por la mayoría de los colombianos con la promesa de mantener la seguridad democrática de la anterior administración, agregándole un ingrediente muy importante: la prosperidad. Ese era su lema de su campaña: Prosperidad Democrática.
Si se hace el balance de seguridad de este cuatrienio, lamentablemente hay que reconocer que se retrocedió en ese sentido. No se llegaron a sentir los niveles de violencia de finales del gobierno Pastrana, pero sí existe la sensación y las evidencias de que las FARC y el ELN aumentaron su accionar en el territorio colombiano. Los asesinatos de policías y militares en licencia volvieron por sus fueros; las bombas y atentados contra la población civil retornaron (remember la bomba de Quibdó); las emboscadas contra las patrullas de la fuerza pública, con el consecuente saldo de muertos y heridos, se pusieron de nuevo en furor; y para completar, la antigua manía de “pegarle al tubo” (dañar el oleoducto) la retomaron los terroristas de tal manera que lograron disminuir la producción nacional de crudo de 2013 en un punto porcentual. La zozobra ciudadana campea de nuevo.
Pasemos a la justicia. El candidato Santos ha manifestado en reiteradas ocasiones que actualmente la justicia está en crisis, está profundamente politizada y hay que hacer una reforma urgente para salvarla. La pregunta es: ¿no tuvo el Presidente cuatro años para sacar a la justicia del hoyo en que se encuentra? Algunos dirán que el gobierno tramitó una reforma y se cayó, pero si hacen un juicioso ejercicio de memoria se acordarán que la mencionada reforma fue tumbada por un ‘mico’ (más bien orangután) que le colgaron los congresistas de la Unidad Nacional, coalición de gobierno, la cual corrompía aún más a la alicaída justicia nacional; ‘mico’ del cual tuvo noticia el entonces ministro de Justicia, Juan Carlos Esguerra, y contra el cual no hizo nada.
Si de salud hablamos hay que reconocer que este es uno de los sectores más enfermos del país. Para la ciudadanía no es un secreto que si uno se enferma es mejor ir pidiendo los santos óleos, porque conseguir una cita de urgencias puede durar semanas, por no hablar de los meses que se requieren para lograr la asignación de un especialista. La desatención de los pacientes es tal que los medios de comunicación han dado en llamarlos “paseos de la muerte” cuando las instituciones hospitalarias se niegan a recibir a un enfermo y lo remiten a otras, hasta que el paciente fallece miserablemente en las puertas de alguna entidad de salud. El gobierno recogió desde el 2010 el clamor de la ciudadanía. Han pasado dos ministros de Salud y Protección Social por esa cartera y no fueron capaces de sacar la tan cacareada reforma del sector salud. Cuatro años y nada de nada.
La economía es una de las áreas que más rescata Santos de su gestión como Presidente. Los indicadores anuncian que el país viene creciendo a una tasa del 3 al 4 por ciento anual, un excelente índice de crecimiento. Lo que no dice el Presidente es que esa riqueza se está acumulando en las élites económicas colombianas, ese excedente de capital no está favoreciendo a los ciudadanos del común. Es más, los investigadores Juliana Londoño y Facundo Alvaredo, bajo la dirección del prestigioso economista francés Thomas Piketty, descubrieron que la desigualdad hoy es peor que la de hace cuatro años. El 10 por ciento de la población de Colombia (los ricos) se llevan el 50 por ciento del Producto Interno Bruto, mientras que el 10 por ciento más pobre solo alcanza a tener el 0,6 por ciento del mismo. Así las cosas, claro, la economía mejoró, pero para enriquecer aún más a la oligarquía del país. Cuatro años más de lo mismo.
Y de esta manera se podría seguir con otros sectores productivos como el agro, la minería, las manufacturas, etcétera, en los cuales todavía se están esperando progresos que no se alcanzaron en estos cuatro años. También se podría rescatar la lucha contra la corrupción, pero ésta, infortunadamente, también se va perdiendo. La educación está de capa caída como nunca antes y nuestros estudiantes están ocupando los últimos puestos en las pruebas internacionales. Así que si los colombianos quieren ver a Santos administrando un país, pueden votar el domingo por él, porque lo que fueron estos pasados cuatro años de gobierno no fue capaz de iniciar una gestión.
