Hace pocos minutos terminé de leer un artículo de Fernando Londoño, en donde habla de la nueva técnica del golpe de Estado. Allí se ve claramente cómo el exministro trata de pelele a su copartidario Duque, al que también tilda de insignificante aunque tenga el rótulo de presidente. Su molestia va de la mano de la decisión que debe tomar el Congreso para el ingreso de militares norteamericanos al país, quedando en evidencia la poca injerencia del mandatario en las decisiones trascendentales que fundamentan la lucha antidroga. No es desconocido para nadie que siempre ha cuestionado el papel de Duque, pero en esta ocasión le dice que es simplemente un adorno.
Lo que manifiesta Londoño se suma a todos los temores que tienen los uribistas, que aducen conspiraciones y maniobras legalistas de la izquierda para sacarlos del poder. Lo que no alcanzan a ver ellos es que el mandato que defienden está desacreditado desde hace rato, porque su relación con el narcotráfico y las mafias electorales opacan la ética que debe tener un buen gobierno. Por eso ahora lanzan patadas de ahogado, como las queda Londoño, diciendo erróneamente que se le ha quitado poderes presidenciales a un hombre que desde que llegó al solio de Bolívar es gobernado por otros. Su temor también está en que ya no pueden manejar a su antojo a la marioneta, ese muñeco que aparenta tener autonomía y liderazgo en un país que no confía en él.
Es lamentable que la justicia no haga nada, se pronuncie y le pida explicaciones a una presidencia que está llena de entuertos. Los nexos que tiene con personajes de dudosa vida pública la empantanan, entonces por qué hablar de golpes de Estado cuando ella misma es responsable de sus actos. Se le está pidiendo a la sociedad decente —al menos eso quiere plantear el uribismo— que se quede quieta, que no denuncie y que deje que hagan con ella lo que les plazca. No, señor, los tiempos han cambiado. Si quieren callar a la gente, pues búsquense otra estrategia: se va a seguir denunciado el espíritu delincuencial de este gobierno incompetente.
El 2022 es el año que más teme el uribismo, si se tiene en cuenta que no tiene cómo ganar las elecciones. Es una bancada que parece acudir a lo más sucio de la política, con el fin de atornillarse en el poder y favorecer a una horda de hienas que hablan más de fascismo que de democracia. Nadie puede garantizar quién nos va a gobernar, pero lo cierto es que está gente no tiene cómo ganar, cuando se ha descubierto los ardides que emplean para embolatar a un pueblo inconsciente. Creo que esto es lo que más le molesta al señor Londoño, que hoy sabe que el uribismo es una cloaca llena de truculencias.