Un gato, candidato presidencial para el 2022

Un gato, candidato presidencial para el 2022

El candigato Morris, quien en el pasado se postuló a la alcaldía de Xalapa (México), sirvió de inspiración en Colombia. ¿Tendrá éxito?

Por: César Augusto Curvelo Beleño *
marzo 15, 2021
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Un gato, candidato presidencial para el 2022
Foto: Facebook @elcandigatomorris

Un gato fue propuesto como candidato a la alcaldía de Xalapa, ciudad capital del estado azteca de Veracruz, en 2013. Pronto varios medios internacionales de comunicación hicieron amplio eco de dicho lanzamiento, impulsado en ese entonces por dos jóvenes solo identificados por sus nombres de pila, Sergio y Daniel. Según la BBC, “desde su primer miau político, el candigato Morris se convirtió en todo un fenómeno electoral en México”. De la noche a la mañana, esta extravagante invención tuvo más seguidores en redes sociales que algunos de sus rivales humanos, logrando un hito envidiable para cualquier pretendiente a un cargo de elección popular: tener a todos hablando de él.

Como es de suponer, esto de la "candigatura" fue una mamadera de gallo dirigida contra las formas tradicionales de hacer política, lo cual ha de haber ocurrido en muchos lugares y con un sinnúmero de animales. Es así como para las elecciones del 2022 en nuestra querida y aporreada patria, a amigas y amigos del sector en que resido se les ha ocurrido la postulación de un morroño, a la manera de Morris. La diferencia es que no es para ninguna alcaldía ni al congreso, sino a la primera magistratura del país. Esta “notichiva” de unas cuatro manzanas podría verse como burda copia o válida emulación gatuna, dependiendo del prisma con que se mire.

Sin más preámbulos, te cuento de una cómo es que es el cuento.

A través de radio bemba, unos vecinos oyeron que un gato fue bautizado por su dueño con un simple “CC”. Este señor, un veterinario que en su casa aloja un montón de mascotas, quiso darle este breve apelativo uniendo las ces iniciales de Catus y Candidato. Lo de Catus por ser el denominativo científico del felino, y lo de candidato con el fin que participara como cabeza de lista en los comicios de la junta de acción comunal del barrio, a manera de burla a lo que califica como inoperancia y politiquería de la misma. Es oportuno añadir que la elección de dignatarios comunales, prevista para abril próximo, ha sido prorrogada por el gobierno hasta que acabe la pandemia, o sea hasta quién sabe cuándo.

La cuestión se hizo pública cuando le comentó lo anterior a parroquianos en la tienda de la esquina, entre quienes yo me encontraba. Una vieja cachiporra, que acababa de llegar, metió la cuchara y dijo que por qué mejor no se candidatizaba al micho a la presidencia de la república, un tema que, como todas y todos sabemos, ha sido puesto sobre el tapete de manera prematura, aunque se ha de reconocer que el tema se está poniendo caliente a lo largo y ancho de la geografía nacional. Luego de un cantinflesco debate, la llavería de cuadra presente decidió, por consenso y en un dos por tres, que vale mil veces más el cargo de primer mandamás del país que el de anónimo presidentucho de los alrededores, y que por tanto el tal gato CC sería candidato a presidente de la nación en el 2022. “¡Aprobado!”, chillamos al unísono, y golpeamos a pupitrazo limpio el mostrador de la tienda.

Debo confesar que soy reticente en lo que concierne a estas candidaturas folclóricas, ya sean de animales de dos o cuatro patas. El último pintoresco aspirante presidencial con las dos de caminar por estos lares de La Arenosa, donde vivo, fue el cantante barranquillero Mario Gareña, autor de Yo me llamo cumbia; Te dejo la ciudad sin mí, composición ganadora en un festival de canciones latinas en Nueva York; Qué linda, porro interpretado por la Billo's Caracas Boys; Esta noche la paso contigo, un bolero famoso con Los Ángeles Negros; Cimarrón, un joropo llanero que tiene una excelente versión en la voz de Víctor Hugo Ayala; y Viva el Señor Bambuco, clásico del folclor nacional. Mario Gareña, cuyo nombre real es Jesús García Peña, apareció muy sonriente en el tarjetón presidencial de 1990.

De regreso a mi apartacho paso por un parque y, como es costumbre, me senté en una de sus sillas de concreto a tomar aire fresco. La escala me sirve para poner en orden mis ideas.

―Qué hubo, César ―oí que me saludaron en tono bajo. Al mirar hacia el sitio de donde provino la voz, vi arbustos florecidos de cayenas y, entre ellos, un micifuz blanco.

―Soy CC, el gato candidato, el mismísimo del que hablaban en la tienda.

¡Era el gatico el que me estaba hablando!

Abrí los ojos como dos platos y me quedé como estatua, ahí sentado, como El Pensador de Auguste Rodin. No eché a correr ni caí en pánico: el minino no parecía representar una aparición diabólica ni nada por el estilo.

―¿Cómo es eso que... puedes hablar? ―atiné a balbucear a través de mi cubreboca y manteniendo la distancia entre el animalito y yo.

―Solo te puedo decir al respecto que alguien, de allá arriba, te seleccionó para que me pudieras oír. Tranquilo, será por primera y única vez. Haz de cuenta que eres el médico interpretado por Eddie Murphy en la película Doctor Dolittle.

―¿Me escogieron de allá arriba? ¿El Principito, E.T. o Cristo? ―le inquirí.

―Eso no importa. Estoy aquí para pedirte una pizca de publicidad. Podría ser a través de un libro tremendista o una obra teatral de vanguardia. Eres escritor y de seguro tienes cacumen para hacerme el favor. O, ¡qué carajo!, si ves que esto no te da para más, puedes escribir una de tus notas o columnas.

―Sí, creo que puedo hacer eso ―le contesté.

―¡Listo, no se diga más! ―exclamó acompañado de maullido estridente que interpreté como de alegría.― Ahora haz tres preguntas, las que creas pertinentes.

Medité por un momento y le tiré la primera.

―¿Cuáles serían tus promesas de campaña?

En seguida, el animalito me contestó con una perorata veintejuliera:

―¡Prometo que, durante mi cuatrienio, nadie saldrá magullado por los golpes de un gato... hidráulico! ¡Prometo que los gatillos de escopetas, pistolas y fusiles serán tan inofensivos como los gatillos de las amorosas mininas! ¡Prometo que convenceré a Tom para que deje de perseguir a Jerry, y a Silvestre de que la carne de canario es pésima para la salud de los felinos! ¡Prometo que Pepe Cortisona no le meterá gato por liebre a Condorito, Huevoduro, Comegato, Don Chuma o Che Copete, pero no podré evitar que engatuse a Ungenio González! ¡Prometo que las canciones Bigote de gato, de Daniel Santos; Un gato en la oscuridad, de Roberto Carlos; La gata bajo la lluvia, de Rocío Dúrcal; y El gato volador, de El Chombo, serán repicadas a diario por la Radio Nacional de Colombia! ¡Y prometo que el palacio presidencial será reconocido oficialmente como la Casa de Gatiño!

No era lo que yo quería oír, pero bueno. Seguí con el segundo interrogante.

―¿Qué opinas sobre la paz en Colombia?

―¡Ah, la paz!... De la paz, la primera idea que se me viene a la cabeza, al evocarla a la luz de la violencia histórica en este bendito territorio del Sagrado Corazón de Jesús, es la de su poca aprehensibilidad: se escapa de sus mentes como jabón mojado en manos insensibles y desganadas. Con tan altos índices de intolerancia, deduzco que en sus diccionarios no se encuentra el significado de la palabra paz. Por su presentación monosilábica, pudiera dar cierta sensación de cortedad, aunque lleva el carácter detonante de la oclusiva consonante P. En los medios de comunicación suena vaga su pronunciación, repetida a cada hora, todos los días, todos los días, todos los días. Pero en vano: el discurso de la mesura a ustedes les entra por un oído y les sale por el otro. De tranquilidad, su largo sinónimo, cabe recordar que viene de tranca; esto para expresar uno debe estar armado, y no precisamente de valor. Seguro mató confianza, dice por ahí uno que otro traqueto fuertemente armado.

―Queda una pregunta, a ver... ¿Tú sí crees que alguien va a creerme esto de que estuve hablando con un gato?

―Apenas me vaya, y por cierto ya me voy, no te lo vas a creer ni tú mismo. ¡Chao, bacalao!

Y se lanzó en veloz carrera hacia la casa del veterinario.

* Escritor y economista.

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