Es posible que la indefinición sobre quién gana en las elecciones de Estados Unidos dure varios días o semanas. De todas maneras, un claro ganador será el denominado complejo militar industrial, que, junto con los miles de ramificaciones de la industria militar, se ha convertido en la mayor fuente de empleo.
Las grandes empresas productoras de armamento han obtenido multimillonarias ganancias y los suministros europeos de armas antiguas a Ucrania les ha permitido vender a Europa material moderno.
Suele recordarse que Estados Unidos, que ha desencadenado o intervenido en todas las guerras de por lo menos los últimos 20 años, no ha ganado ninguna y la explicación simple: es una prueba de su decadencia. Pero más allá, las “guerras eternas” le permiten mantener aceitado un engranaje productivo que explica en buena parte su estabilidad económica.
El peso de la industria militar en la economía estadounidense es enorme. El Departamento de Defensa tiene aproximadamente dos millones de empleados y es el encargado de repartir contratos para la producción de todo tipo de armamento, principalmente a empresas como Lockheed Martin, con 122.000 empleados y 13.000 contratistas, Boeing, con 170.000 empleos y 20.000 contratistas, Raytheon, con 185.000 empleos, General Dynamics, con 112.000 empleos, y Northrop Grumman, con cien mil, lo cual totaliza 2.700.000 empleos.
Es una enorme fuerza que convierte a la industria militar en el mayor empleador de Estados Unidos y explica por qué los militares retirados ocupan altos cargos en la industria militar y en las ramas gubernamentales que manejan la política.
Además de las casi 800 bases militares en el extranjero, las fuerzas militares cuentan con 191 bases en 42 Estados de la Federación, todas con grandes impactos locales. Algunas investigaciones sobre el impacto de la Marina de los EU en San Diego sugirieron, por ejemplo, que solo una década después de adquirir una base, casi un tercio de la economía de la ciudad dependía de la Marina. Más recientemente, se proyectaba que la selección en 1986 de Corpus Christi, Texas, como uno de los cuatro nuevos puertos base principales de la Marina aportaría anualmente más de 100 millones de dólares en sueldos y salarios, 160 millones de dólares en nuevos gastos en bienes y servicios y 12 millones de dólares en ingresos fiscales estatales y locales a esa comunidad, además de proporcionar empleo a corto plazo y beneficios salariales a la industria de la construcción local.
Una investigación empírica realizada en una muestra nacional indicó que los condados con instalaciones militares muestran una tasa anual significativamente mayor de crecimiento del empleo, estimada en entre 1.580 y 1.630 puestos adicionales por año, en relación con los lugares no militarizados.
En las guerras recientes, muchas de las tareas militares se subcontrataron a empresas bélicas privadas. En Irak y Afganistán, desempeñaron un papel importante Blackwater, empresa que recibió contrato en Irak y estuvo envuelta en varias masacres. Un total de mil militares y civiles trabajaron para Blackwater en Irak. En Afganistán el 69 % del personal del Pentágono provenía de firmas privadas.
La asignación de contratos o la fabricación local de productos militares es una fuente de influencia política
También la asignación de contratos o la fabricación local de productos militares es una fuente de influencia política. El senador Bernie Sanders, para citar un solo caso, obtuvo para su Estado de Vermont un jugoso contrato dirigido a la fabricación del cazabombardero F-35. Vermont alberga una industria aeroespacial y de aviación de rápido crecimiento valorada en 2.000 millones de dólares, con más de 250 pequeñas y medianas empresas que actúan como centro de la cadena de suministro para empresas aeroespaciales y de defensa globales.
Las universidades no se sustraen al complejo: el Laboratorio Nuclear de Los Álamos en Nuevo México, operado por la Universidad de California y otras, recibe contratos de miles de millones dólares para el desarrollo de bombas nucleares y termonucleares.
A estas cifras hay que añadir la fuerza laboral de funcionarios de prisiones y carceleros que en 2022 fue de 372.285 personas y que se articulan con la industria militar, pues en las cárceles se produce el ciento por ciento de todos los cascos militares, suministros de guerra y otros equipos. Estados Unidos alberga la segunda mayor población carcelaria del mundo, con 1,5 millones de personas, después de China, cuya población es cinco veces mayor.
Desde las cárceles se abastecen, además de cascos para las fuerzas armadas, el 98 por ciento de todo el mercado de servicios de ensamblaje de equipos; 93 por ciento de pinturas y pinceles; 92 por ciento del montaje de estufas; 46 por ciento de chalecos antibalas; 36 por ciento de electrodomésticos; 30 por ciento de auriculares, micrófonos y altavoces; 21 por ciento de muebles de oficina y piezas de aviones, suministros médicos y mucho más.
En el Departamento de Policía, con sheriffs y patrulleros de caminos, fuertemente militarizados con suministros del Pentágono, emplea unos 1,250,000. Hay que tener en cuenta que un enorme porcentaje de policías salen de las filas de las fuerzas armadas, al igual que los carceleros.
Entre 2018-2022, Estados Unidos representó el 40% de las exportaciones de armas del mundo. Las ventas de equipo militar estadounidense a gobiernos extranjeros en 2023 aumentaron un 16%, hasta un récord de 238 mil millones de dólares.
Desde 2023, la industria de fabricación de armas y municiones en Estados Unidos emplea a 46.853 personas. Sin embargo, la industria de las armas de fuego crea una cantidad mucho mayor de puestos de trabajo. La fabricación, distribución y venta minorista de armas de fuego, municiones y suministros de caza crea más de 150.000 puestos de trabajo. Y la industria de las armas de fuego crea cien mil empleos adicionales en la cadena de suministro, que incluye los polímeros moldeados por inyección y los componentes que se utilizan en armas y municiones.
La industria militar y ramas relacionadas crea entre 6 y 7 millones de empleos, directa o indirectamente, en ramas relacionadas.
Tanto Trump como Harris coinciden en que su principal adversario es China y que en enfrentamiento creíble con ella le implicaría fabricar diez veces más torpedos antibuques. El Pentágono necesitaría cinco años de producción para reponer los misiles entregados a Ucrania.
Analistas estadounidenses señalan que la Guerra Fría de EUA con China significa que necesita desplegar submarinos de ataque, bombarderos pesados y sistemas de defensa aérea, además de pasarse a los vehículos eléctricos. También requiere rearmarse con armas ya establecidas: artillería de 155 milímetros, misiles antitanques Javelin y misiles tierra-aire Stinger.
Ninguno de los candidatos está proponiendo un replanteamiento del papel del complejo militar industrial y por el contrario apuntan a reforzarlo. El papel hegemónico que Estados quiere preservar en el mundo y su propia economía interna dependen del fortalecimiento militar, en el que ambos están comprometidos.