Una pregunta inquietante y de moda. Muchos quisieran una sociedad así, pero es imposible que desaparezcan estos sujetos colectivos fundamentales para cualquier democracia. Sin embargo, la transformación acelerada del mundo del trabajo pone de presente la necesidad de que los sindicatos se autorreformen para comprender esta nueva realidad y hacerle frente.
El título de esta columna replica el título del libro, recién aparecido en España, que recoge la larga entrevista realizada por el economista Bruno Estrada al secretario general de Comisiones Obreras Españolas (CCOO), Unai Sordo. Las reflexiones del joven líder sindical español de 46 años son muy importantes para analizar nuestra realidad sindical, que no deja de estar atravesada por los mismos problemas que sufren los trabajadores de todo el mundo, aunque de manera más grave, pues en Colombia la violencia y la persecución antisindical son más evidentes que en casi toda Europa, como lo acaba de señalar la Central Sindical Internacional (CSI) en su informe anual.
El libro hace un recorrido por las causas que desalientan la afiliación sindical en España y que son plenamente aplicables a nuestro país. También profundiza en los fenómenos de externalización y tercerización y de los trabajadores de las nuevas tecnologías. Critica severamente la reforma laboral que les impusieron a los trabajadores españoles en el 2012 y que esperan sea derogada por el nuevo gobierno. Para el autor, los que quieren que haya un futuro sin sindicatos son los que aspiran que el trabajo vuelva a ser regulado por las leyes mercantiles y los que anhelan desposeer a los trabajadores de sus derechos.
El texto convoca a los sindicatos a modificar las estructuras y mecanismos de acción sindical y negociación colectiva para representar los nuevos retos que impone la transformación acelerada del mundo del trabajo. Insiste que es la acción cotidiana del sindicato, la presencia diaria de la organización en los sitios de trabajo y en la sociedad la que ofrece poderosos motivos para afiliarse y permanecer afiliado. Afirma con toda seguridad que “el sindicato se tiene que organizar de manera que facilite la integración de lo que la empresa ha desintegrado”.
El autor reclama que el Estado debiera financiar a los sindicatos de la misma manera como lo hace con los partidos políticos porque la Constitución española los reconoce como instituciones llamadas a contribuir a la regulación de la vida económica y por lo tanto no tiene sentido que mientras los partidos, algunos aún más pequeños que los sindicatos, tengan financiación estatal, y éstos no.
Sordo, cree que el sindicalismo español,
del que lidera su confederación más numerosa,
no debe, ni está hoy, supeditado a los partidos políticos
Sordo, cree que el sindicalismo español, del que lidera su confederación más numerosa, no debe, ni está hoy, supeditado a los partidos políticos, que ante cualquier coyuntura económica y política el sindicato tiene su propia propuesta reivindicativa y la intenta llevar a cabo a través del diálogo social y cuando no hay respuesta positiva de la contraparte se recurre a la movilización sin importar el color del gobierno. “No puede ser de otra manera, si el sindicato estuviera supeditado a intereses partidistas o gubernamentales, estaría autolimitando su acción reivindicativa y con ello traicionando los intereses de los trabajadores”.
Para el autor es clave que la sociedad global debata y construya caminos para lograr la democratización en las empresas, abriendo espacios para la participación eficaz de los trabajadores en los órganos directivos de las compañías. Destaca que en 17 de los 27 países de la Unión Europea existen sistemas que garantizan a los trabajadores estar representados en consejos de administración o supervisión de sus empresas con poder de decisión. Concluye que los sistemas de participación en las empresas requieren poder de los sindicatos, conocimientos y formación permanente de los líderes.
Sobre la robotización y la digitalización no es tan pesimista. Unai Sordo señala que habrá cambios profundos en el mundo del trabajo, pero tienen que ver más con la política y el poder que con la tecnología pues siempre ha estado en la agenda conservadora la apuesta por debilitar a los sindicatos.
El libro aborda otros temas como la relación del sindicalismo con el feminismo, con los movimientos sociales, los retos de vincular la juventud al sindicato, sobre la modernización de las relaciones laborales y la negociación colectiva internacional.
El texto es una reflexión sobre temas políticos y sindicales. Es un llamado a la transformación, a la reinvención, a la lucha global y trasfronteriza de los trabajadores. Termina con tres distopías sobre el futuro del trabajo, escritas por Bruno Estrada, que nos dejan grandes interrogantes sobre el futuro de los sindicatos. Vale la pena leerlo.