Colombia es uno de los pocos países que se solidarizó con Cristina Fernández de Kirchner después de que los fiscales Diego Luciani y Sergio Mola pidieran 12 años de cárcel y muerte política a la expresidente después de la investigación sobre su participación en la adjudicación irregular de obras públicas en la provincia de Santa Cruz.
Inmediatamente ella misma asumió su voz grandilocuente, la misma que la ha llevado a decir, como sucedió el 13 de marzo del 2016, cuando la señalaban directamente de haber asesinado al fiscal que la investigaba en ese momento, Alberto Nisman, quien apareció en su apartamento de Puerto Madero con una bala en la frente, ella, creyéndose la encarnación de Evita, afirmó “A mí me absolvió la historia”. Esta máxima no es tan así.
Mientras los seguidores de Cristina, que, a la manera más argentina de todas, se aferran a ella con la misma pasión que defienden a Maradona o a Boca o a River, sacaron un lema que ya retumba en las calles, sobre todo de los barrios más pobres: “Si tocan a Cristina…” En el discurso que dio el pasado miércoles 24 de agosto.
Cristina fue una senadora con mucho peso desde los años en los que representaba a Santa Cruz, una de las provincias más prósperas de la Patagonia argentina. De la mano de su esposo, Néstor Kirchner, formaron un tándem que alcanzó el reconocimiento nacional después de que se le opusiera al gobierno populista y neoliberal de Carlos Menem.
Cristina, siendo senadora, se opuso a la nacionalización de Aerolíneas Argentinas y llegó a tener el poder absoluto cuando su esposo fue elegido presidente el 23 de mayo del 2003.
Ella lo reemplazaría cuatro años después, siendo elegida como la primera mujer presidenta en ese país. Su gestión estuvo llena de polémicas, tanto que salió siendo imputada de varios delitos. Perseguir a Cristina, desde la justicia, ha sido un ejercicio harto riesgoso.
El agarrón de Cristina y Alberto Fernández que están pagando los argentinos
Carlos Stormelli, un fiscal que estuvo detrás de ella en dos causas, la de la causa Hotesur, un presunto delito de lavado de activos y por retornos de dinero en la concesión de contratos de la obra pública y los famosos Cuadernos de la corrupción que son sobornos que empresas constructoras pagaban a cambio de contratos con el Estado durante los 12 años de Gobiernos kirchneristas.
Causa originada por las anotaciones del exchofer Oscar Centeno, donde se recogen detalles de entrega de sobres y paquetes de dinero para miembros de los Gobiernos de la era Kirchner, ha advertido desde su columna en La Nación, medio contrario a los Kirchner, sobre el riesgo que es investigar en Argentina a Cristina: "Hemos visto sucesos espantosos como el de Alberto Nisman, la muerte de testigos en el pasado, mensajes encubiertos y mafiosos, pintadas en las calles.
Yo he padecido un modus operandi similar al que vive el fiscal. Desde escraches hasta guardias fuera de mi casa y bombas vacías". Además, señaló: "Siendo un país con instituciones débiles, ser un buen fiscal tiene momentos amargos. Todos nosotros sabemos que van a venir los vueltos (represalias). Esperemos no sea un tiro como con Nisman".
Es que el 18 de enero del 2015 Alberto Nisman tenía pocos deseos de morir. Acababa de imputar a la expresidenta de llegar a un acuerdo con Irán para no condenar a los culpables de poner una bomba en la sede de la AMIA, a Asociación Mutual Israelita en Argentina, donde murieron 85 personas en 1995. Nisman tenía todas las pruebas para explicar en el Congreso como Fernández de Kirchner había intervenido para exculpar a los terroristas. Su sorpresivo fallecimiento impidió que se le hiciera ese juicio a la exmandataria.
En la investigación de la muerte del Fiscal se comprobó que en sus manos no había rastros de pólvora, lo que descartaba de plano que él se hubiera suicidado, y que el arma con el que se acabó con su vida fue la de un subordinado del Fiscal, Diego Lagomarsino.
La Gendarmería Nacional comprobó que Nisman había sido drogado y golpeado esa misma noche. Además, ya cargaba con amenazas que reposaban en forma de mensajes de voz en su celular en donde le decían “judío hijo de puta te vamos a matar" o "vas a aparecer en una zanja reventado a balazos". Por estas razones le habían asignado una escolta de diez hombres, pero ninguno de ellos estaba en la noche de su muerte.
Todos estos lunares de la autoproclamada Evita fueron desechados por Petro y la cancillería de Leyva quienes han decidido ser uno de los pocos países que la defienden a muerte.