Hay una máxima que se suele repetir cada cuatro años en los pasillos del capitolio: “El primer año es del gobierno, el segundo del Congreso, el tercero compartido y el cuarto de nadie”. A ese vestigio de profunda sabiduría parlamentaria el defenestrado Alberto Carrasquilla le creó un teorema cuando en una entrevista para El Tiempo afirmó: “(…) Yo tengo un teorema y es el de los seis meses. Un gobierno que llega con 9 millones de votos al poder tiene seis meses para hacer las reformas que quiera”.
La tesis, antítesis y síntesis del teorema Carrasquilla resulta siendo bastante sencilla: el gobierno Petro tiene hasta diciembre para impulsar sus reformas más ambiciosas.
En esa contrarreloj, Petro optó por la vía más pragmática y le entregó a Roy Barreras, tal vez el camaleón político más efectivo de la historia reciente, la responsabilidad de impulsar por fast track la agenda de la transformación. De esa forma, Petro rehuyó de investir su posesión de simbología histórica y se limitó a considerar que “el cambio son las reformas”.
Son reformas que sí o sí deberán pasar por un Congreso con mayorías frágiles y temporalmente seducido en sus huestes más tradicionales por la clásica “luna de miel” entre el Ejecutivo y el Legislativo. En virtud del teorema Carrasquilla: ¿Hasta cuándo durará esa luna de miel?
A Roy la misión le cayó como “anillo al dedo” y revalidó su condición de operador político. Pero se equivoca cuando afirma que impulsará un nuevo fast track para avanzar en las reformas. Y se equivoca por tres razones.
Primero, el fast track fue un mecanismo transitorio y excepcional que acortó el procedimiento legislativo para la expedición de leyes y reformas constitucionales.
Segundo, la excepcionalidad del fast track se debió a la importancia de avanzar en la expedición normativa de la JEP, las curules para las Farc y la ley de amnistía.
Tercero, a diferencia del fast track clásico, ni Petro o Roy tiene la potestad de limitar el principio deliberativo que tienen las comisiones y plenarias del Congreso en la formación de las normas.
Sin embargo, Roy sí puede disponer de los instrumentos suficientes para acelerar la agenda legislativa de Petro; eso sí, sin reducir el procedimiento legislativo o socavar el principio deliberativo. Inicialmente, deberá garantizar una coalición multipartidistas amplia y generosa; por lo general, la correa de transmisión entre el gobierno y los partidos se encuentra en las manos de algún ministro; seguidamente, se deberán priorizar los proyectos más importantes, ya sea de ley –que exigen cuatro debates– o de acto legislativo –que exigen ocho debates–, estos proyectos se deberán socializar con las bancadas antes de su radicación y deberán incluir sus modificaciones y observaciones –de facto garantizando la votación–; y finalmente, sobreviene la aplanadora del pupitrazo.
Y ciertamente Roy es un experto en auspiciar y padecer la aplanadora del pupitrazo, solo hay que recordar que promovió varios pupitrazos durante el gobierno Santos (como la reforma tributaria que aumentó el IVA del 13 al 16%), pero también los padeció durante el gobierno Duque.
Pero la aplanadora del pupitrazo se puede averiar cuando fallan los espacios previos de socialización (fundamentales para garantizar la votación necesaria); cuando los partidos convocados bajo el efecto de la “luna de miel” se sienten maltratados o con poca representatividad en el gabinete (sin ministros que los llamen al orden); cuando la oposición logra posicionar en la opinión pública la inconveniencia de la reforma; o cuando algunos sectores de la bancada de gobierno se sienten excluidos de la sofisticada mecánica de la negociación política (el imprevisible fuego amigo).
Llámese fast track 2.0, aplanadora o pupitrazo, no encuentro otra forma para que un gobierno acelere la expedición de sus proyectos, ya que, si deja todo el trámite a discrecionalidad de los tiempos del Congreso -sin concertar y garantizar los votos-, podría sucumbir al voraz apetito burocrático de los congresistas, al desgaste de la gobernabilidad y al divorcio que sobreviene al concluir la “luna de miel”.
Eso Roy lo tiene muy claro y bien sabe que debe maniobrar un fast track con un tiempo limitado.