Un examante de los toros explica por qué no es ninguna fiesta y sí un miserable festival de sangre

Un examante de los toros explica por qué no es ninguna fiesta y sí un miserable festival de sangre

Un grupo de individuos armados con banderillas, estoques y otros aparatos, frente a un animal noble, solo e ingenuo, dopado y con hambre, es una pelea desigual

Por: fernando garcía ortega
octubre 03, 2023
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Un examante de los toros explica por qué no es ninguna fiesta y sí un miserable festival de sangre

Yo amé la fiesta brava desde mi infancia, mi abuelo me llevaba a los festejos taurinos. Ya después, en la adultez, anduve muchísimo tiempo con castañuelas en el bolsillo, para los cierres de corrida en los alrededores de la plaza, en donde nos metíamos a chupar trago después, a cantar y a bailar flamenco y hablar de toros, por supuesto.

Pero eso no quita reconocer la brutalidad del “arte de Cúchares”. Un grupo de individuos armados con capotes, muletas, banderillas, estoques y otros aparatos, frente a un animal noble, solo e ingenuo, que sale al ruedo ensordecedor, dopado, cachos limados, sediento y con hambre, ya es de por sí, una pelea desigual, a mansalva, de un hombre armado, protegido por capotes y cuadrillas de auxiliares, contra el aparentemente fuerte y salvaje toro.

Le hacen llamados y gritos muy toreros a lo largo del ruedo, en donde hay burladeros de gruesa madera; cada torero tiene su “grupo de trabajo”, de manera que son veinte tipos disfrazados con trajes apretados y llenos de lentejuelas, que titilan con el sol y encandilan al bello animal; en cada uno de los seis astados de la corrida, participan todas las cuadrillas de los matadores que intervienen.

Una vez se reposa un poco, sale el torero, le aplica máximo diez pases con el capote (manoletinas, chicuelinas, verónicas, cacerinas) y a continuación, lo lleva con una serie engaños vistosos hacia un caballo enorme envuelto en un peto muy grueso. Montado en él, un gordo panzón, empuña una vara de ocho cm de diámetro por tres metros de largo y pica de acero de una cuarta  en la punta, que la clava sin miramientos en la cerviz del  “fiero” ejemplar.

Suena la música durante varios pasajes del espectáculo, sangriento de principio a fin; bellos pasodobles al calor de los tragos que encienden pasiones en las gradas.  Llega el segundo tercio, el de banderillas, casi siempre a cargo de los auxiliares del matador; algunas veces puede ser él mismo, quien incita al noble astado al ataque, lo elude elegantemente y  le clava sin miramiento en el morrillo, dos o tres pares de banderillas de madera de 50 cm de longitud, adornadas con festones, rematadas con  afilados arpones de  acero de diez centímetros. Pero no siempre aciertan con el sitio perfecto; pueden herirlo en los flancos o el dorso bajo, porque los desaciertos en tal suerte son frecuentes. Más música española y las botas de manzanilla se empinan por todos los corredores del circo, por las gradas, llenas de gentes de todos los pelambres. Desde los ricos hacendados hasta los que llevan morcilla, chicharrón y cualquier vianda para consumir antes de la corrida y durante los intervalos entre toro y toro.

Finalmente, llega el último tercio y el animal ha sangrado abundantementee por las lesiones infringidas durante la lidia; se encuentra exhausto, asfixiado. Después de múltiples engaños del matador con la muleta, de adornarse con pases de pecho, trincherazos, naturales que enardecen a las gentes, suena el clarín para que el matador cumpla con el culmen del "noble" oficio. Matar al cornudo. Calla la gente.

Con otros lancetazos de la muleta, le lleva al centro del ruedo, sudoroso, anémico, adolorido y cabizbajo por las puyas recibidas. El matador se coloca enfrente de él, lo mira fijamente y con movimientos suaves de la muleta hace que el bello ejemplar reaccione y acomode  la cabeza gacha, una sus patas delanteras.

El torero, envuelto en su brillante traje y cubierto con la muleta, está pálido, respira entrecortado y se le perla sudor fino en el rostro. Levanta lentamente su espada de acero toledano, y apuntándole a un lugar cercano al morrillo, se abalanza sobre el enemigo.

Un estoque de un metro pasa por entre las carnes del animal, se le mete al tórax , pudiendo  destrozar el corazón, los pulmones, arterias y venas, e incluso vísceras abdominales,  dependiendo de la dirección de la espada, y caerá  fulminantemente a la arena.

El público se levantará y  gritos ensordecedores de júbilo se escuchan, se bebe más manzanilla y comienzan a batir pañuelos blancos exigiendo a la presidencia los trofeos más que merecidos para el héroe de la jornada.

Viene el paseo del matador alrededor de la plaza y las mujeres le botan flores; los hombres lanzan sus botas de manzanilla, sombreros, boinas y hasta sacos y chaquetas; él se agacha sonriente y va devolviendo todo ese montón de muestras de admiración y de afecto, la frenética exaltación. Gritos y adoración.

Pero  puede suceder que  el matador falla, el acero se queda en los tejidos óseos del noble animal o pasa superficialmente y lo atraviesa sin herirle mortalmente. Entonces  sale corriendo y el matador corre desaforado tras él, para acomodarlo nuevamente. “Bueno, murmuran expertos en los tendidos. Todavía no ha perdido los trofeos” (orejas y rabo en España, en Colombia solo las primeras para una gran faena). Otro intento de entrar a matar y falla nuevamente, sólo hay exclamaciones de desconcierto. He visto hasta cinco intentos fallidos.

Una tarde negra para el matador y sobre todo para el pobre tauro, que ahora se someterá al descabello. Consiste en que el matador  intentará meterle un estoque atravesado en la punta por una varilla en cruz, en la cerviz, para cercenarle la médula espinal  y en caso de acierto caerá fulminado. Aplausos y sale arrastrado por las mulas en medio de ovaciones. Me refiero al toro. Pero el animal puede quedar parado medio muerto, "enmorcillado" que llaman.

Entonces se recurre al puntillero, otro auxiliar del matador, que toma una daga de 20 cm y la clava en la nuca, para acabar,  por fin, con la vida y el martirio del animal. Mas pueden seguir  otro pero.

El puntillero no acierta y después de tres y cuatro intentos fallidos, que también he estado presente en tales casos, existe la posibilidad de que el animalito se mueva y se vaya caminando, buscando un lugar donde protegerse. Y busca los tablados, en donde lo insultan como si entendiera, lo gritan y le pueden arrojar objetos del público.

Tres avisos de clarín con intervalos de 5 minutos, si el matador no logró con  toda esta infamia, acabar con el astado, se irá vivo a los corrales. Fracaso del "artista" frente a la bestia.

Abucheo, hijueputazos, pitos y descontento del vulgo enloquecido y ebrio en los tendidos. Y al toro le dan una vuelta de arrastre antes de sacarlo del ruedo con unas mulas gigantes que lo halan de cadenas envueltas en  los cachos.

El espectáculo es de seis toros por tarde de temporada, en donde se pagan boletas de medio millón de pesos en barrera y contrabarrera, que van descendiendo en procio  a medida que se sube de fila, hasta llegar al baratillo de los balcones. Precio entre 195 y 15 euros. En sombra, en sol valen menos  Temporada de las Ventas en Madrid. En Bogotá costaba entre 130.000 pesos y 790.000 pesos

Hace tiempos que no voy a las corridas de toros, la última fue en 2015, pero mis hijos me regañan porque como miles de millones de personas en todo el mundo, aborrecen el maltrato animal. Realmente taurófilos quedan muy pocos y se consideran dinosaurios peores que los fumadores.

Los antitaurinos tienen razón, el espectáculo es peor que el de los gladiadores romanos, lo reconozco. No me arrepiento, pasé tardes inolvidables de fiestas, de amores pasajeros y delirantes, pero la evolución del mundo no se detiene y esta fiesta de casi mil años tiende a desaparecer, aún en España.

En Colombia ya se prohibieron en la capital de la República. Proyecto de ley aprobado en segunda sesión y ahora en la Cámara de Representantes. Otro palazo a la godarria tan proclive a la sangre, a la motosierra, a la tortura, al espectáculo dantesco.

Aman el sufrimiento, la mutilación y la sevicia, pero ya el palo no está para cucharas y las cortes están llevando a juicio a todos aquellos que alguna vez hicieron del asesinato selectivo un asunto  de lucro fiestero de lo peor, pagos en dinero , en condecoraciones y en tiempos libres, auspiciados por el innombrable ex presidente que debería estar preso hace muchísimo tiempo, si la justicia obrara.

A pesar de todo, el mundo gira busca acabar con las inequidades, el salvajismo y la ignorancia de tantos milenios de existencia, muy corrientes en 1600, pero no en pleno siglo XXI. No con la velocidad que quisiéramos, pero avanzamos en el aniquilamiento de la barbarie.

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