Todos los seres humanos necesitamos que en la vida más que dudas e incertidumbres, haya certezas, esas que hacen posible que usted y yo pueda organizar, planear y saber a qué atenernos frente a lo que nos suscita o rodea. No cabe la menor duda que las certezas nos hacen más tranquila y amena nuestras relaciones con sí mismo y con los otros. No obstante si hablamos de Colombia infortunadamente aquí poco o nada de certezas existe, más bien diría que somos una caja de sorpresas, de esas que no se sabe qué podrá contener en su interior y que lo único que genera como certezas es incertidumbre, zozobra, impaciencia e intranquilidad, todas aquellos ingredientes y caldo de cultivo para aquellos que pescan en rio revuelto.
Hago tal temeraria afirmación al ver, escuchar y sentir como todos los días el país es testigo de actos impensados, inauditos y sorpresivos que pareciera solo se dan aquí, de esos que bien denominó García Márquez como del realismo mágico’ eso que a mi parecer de ‘mágico’ no tiene nada, más bien todo lo contrario, desesperanzador y decepcionante. Uno de esos casos o sucesos sorpresivos cargados de desilusión con toques de resignación, es el ya conocido y bien publicitado por los medios de comunicación del presunto acto de corrupción en la pasada campaña presidencial del hijo del hoy presidente Gustavo Petro. Menciono desilusión y resignación al sentir que infortunadamente este hecho nos hace pensar en mejor decir ‘apague y vámonos’ en tirar la toalla y donde prácticamente el pesimismo se convirtió en la única bandera que de aquí en adelante habría que defender.
Todos los días despertamos y nos acostamos con una noticia peor que la anterior, tanto es así que hasta normalizamos que aquí solo pase cosas malas, y ya hasta las impregnamos como parte ineludible, inherente y arraigada de una sociedad cada vez como decía Oliver Nachtwey, como la ‘’sociedad del descenso’’ de esas en donde el futuro, el bienestar y las buenas nuevas ya no existen o están en peligro de extinción.
Cabe preguntarnos ¿Qué certezas puede hoy Colombia brindarnos? ¿Estamos llamados a ser meros testigos y entes pasivos de una sociedad cada vez en descenso? ¿Será que lo único que podemos esperar como colombianos es a recibir malas noticias y a ser el país de los enigmas? Solo sé que más allá de que podamos o no responder las anteriores preguntas, es imperioso reconocer algo, nos convertimos, y con justa razón, en un país que dejó de creer en que se pueden cambiar las cosas, que dejo de creer en que este país si tiene arreglo, que dejo de creer que alguien nos podría arreglar el desbarrancadero en donde vivimos, en definitiva dejamos de creer en la bondad y la bienaventuranza de un mejor futuro, de ese que prácticamente, y así suene pesimista, no existe.
Ya lo había mencionado el filósofo científico Thomas Kuhn, que los enigmas la única función que tienen es hacer fracasar las investigaciones, y que su definición más exacta es ‘’un problema’, de esos en donde Colombia se acostumbró, y hace parte inquebrantable del paisaje que observamos. No cabe finalmente la menor duda que el pesimismo se tomó el país, y la desesperanza y resignación ya tienen un papel protagónico en la sociedad colombiana, aquella que no merecía que la esperanza se desvaneciera, pero que al parecer hoy en día desapareció gracias a la ignominia del país del país del vivo vive del bobo, del caído caerle, de a papaya puesta, y de todo aquello que nos ha hecho descender a los estados más paupérrimos como sociedad, como bien lo mencionaba el libro ‘’Manual de funciones para ser un ‘’buen’’ colombiano (2019)
Si quiere conocer un país de enigmas solo hay que reconocer que vivimos en uno, en donde usted y todos hacemos parte, y aquel en donde usted es víctima y victimario de un país inmaduro, imprudente, eufemista, amnésico, fanático, desigual, masoquista, arribista, violento, complejo, vengativo, conformista, tramposo y clasista. Bienvenido a Colombia.