Cuando Juan Guaidó se autoproclamó presidente interino de Venezuela y casi todos los mandatarios alrededor del mundo lo fueron reconociendo, se empezó a decir que en Venezuela había dos presidentes, y casi que enseguida en nuestro país, haciendo honor a la virtud que tenemos de reírnos de nuestras desgracias, salieron unos a decir que acá también, refiriéndose a Duque y a Uribe, o mejor, a Uribe y a Duque, en orden de importancia.
Pero apartándonos del chiste y de la gracia de los memes, es cierto que en Colombia tenemos varios presidentes, ya superando la analogía del títere y el titiritero, sin dejar de reconocer que Uribe mueve una parte importante del enredo de hilos de este gobierno y que gracias a él Duque pasó de tener un apoyo de 2% en las huestes uribistas y ser un desconocido para la mayoría de colombianos, a ser presidente; superando eso, con Duque per sé es suficiente para decir que parecieran varios los mandatarios de los colombianos.
Y es que Iván Duque resultó ser más polifacético de lo que pensamos cuando lo vimos tocando guitarra y pintándose canas; el hombre tiene un discurso dependiendo del interlocutor y de las cámaras que tenga al frente. Si contrastamos el Duque de la campaña con el de estos seis meses de desbarate de gobierno, encontramos por ejemplo, que el primero prometió bajar impuestos y el segundo los subió con una reforma tributaria mal pensada.
Pero superemos también esa comparación del candidato con el presidente, muchos dirán que así son todos los políticos, lo cual defrauda a quienes esperaban del joven presidente una forma fresca de gobernar el país. Si vemos a Duque en el exterior y a Duque en Colombia vamos a encontrar dos personas distintas; Duque Afuera se jacta hablando de paz, de los logros de los diálogos y de las bondades de invertir en un país que empieza a escribir las páginas del posconflicto; hace poco el embajador de Colombia ante la ONU, fue llamado a presidir la comisión para la consolidación de la paz de este organismo; los demás en el mundo pensarán que todos los colombianos estamos agarrados de las manos uniendo esfuerzos para cuidar la paz, y que la paz es una política de Estado y no de un gobierno, cosa que con Duque no es clara.
Pero siguiendo, nuestro presidente, al pisar suelo suelo colombiano se quita la máscara de pacifista y bombardea al Centro de Memoria Histórica con un nombramiento desacertado y apunta directo a la sien de La JEP; hoy el mejor sistema de justicia transicional de todos los procesos de paz que han habido en el mundo, pasa por su momento más crítico debido al talante arribista de un gobierno al que pareciera que le resultara difícil aportar a la terminación definitiva de un conflicto que ha causado tanto dolor, un conflicto que ni siquiera reconocen.
Como si fuera poco, hoy, cuando uno critica a Duque, los uribistas (porque duquistas no hay) dicen que seis meses son muy poco tiempo para juzgarlo, pero parece que son selectivos con esta afirmación, porque la dupla Duque-Uribe no hizo sino lamentarse por la difícil situación económica que atravesaba el país cuando el presidente apenas se posesionaba, y hoy repentinamente, Duque habla afuera del buen momento por el que pasa Colombia.
Por fortuna, para Duque la crisis venezolana ha logrado eclipsar su mala forma de gobernar. Ha sacado tanto rédito del cerco diplomático que hasta un premio le dieron y logró subir su popularidad. Podría decirse que como presidente de Colombia es muy bueno cercando diplomáticamente a Venezuela y ya.