La jornada electoral del día domingo en la Argentina hizo tambalear tanto los mercados como los cálculos de las encuestadoras. Los ánimos del oficialismo y de los miembros del frente Juntos por el Cambio, que se proponían mantener la investidura presidencial, la gobernación de la Provincia de Buenos Aires y la jefatura de gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, no esperaban el desenlace de los comicios.
Los resultados fueron contundentes. Mientras el Frente de Todos, coalición liderada por Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner, obtuvo una victoria del 47,65%, la coalición oficialista encabezada por el presidente Mauricio Macri y Miguel Angel Pichetto obtuvo tan solo el 32,08% del escrutinio, lo cual marca una diferencia casi irremontable del 15.57%. Sin embargo, hay que mencionar algo importante: las elecciones que se celebraron el día domingo 11 de agosto no conllevan directamente a la investidura del cargo por el cual se presentaron los candidatos, sino son apenas un sondeo que permite dirimir los espacios políticos previamente a las elecciones generales. Este sufragio se le conoce como Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (Paso).
De todas formas, no hay que restarles importancia a estas elecciones, ya que sus resultados no solo posicionan a los candidatos a establecer nuevas alianzas y obtener los votos necesarios para llegar a los cargos; también, como quedó evidenciado, afecta la estabilidad financiera de un país, más aún, si este no descansa de una continua crisis económica.
Un claro ejemplo de esto, fue el comportamiento de la tasa de cambio y el mercado bursátil del día lunes 12 de agosto, donde la moneda argentina, a primeras horas del día, se posiciono en una cotización récord de $61 frente al dólar. Posteriormente, se redujo hasta llegar a los $58.33. Para dimensionar las proporciones del impacto que tuvo en el mercado, debemos tomar en cuenta que la cotización del día viernes era de 46.59$ una devaluación de más del 20% en tan solo un día, siendo la moneda que más se devaluó en el mundo, según datos de Bloomberg.
El Banco Central Argentino intentó paliar la situación colocando US$100 millones a la venta para tratar de estabilizar la moneda: se subastaron US $60 millones en cuentas del tesoro y se elevó la tasa de interés casi un 12%, quedando al 74.78% anual promedio. Estos movimientos no lograron bajar la tasa de cotización, pero por lo menos lograron evitar que siguiera creciendo. Y como si no fuera poco, el mercado de valores de Buenos Aires, Merval, tuvo una caída del 38% de su valor, dejando muy intranquilos a los corredores de bolsa en Wall Street.
A pesar de ello, la mayor preocupación del gobierno es que este terremoto económico no impacte directamente a la clase media y baja argentina por medio de la inflación, ya que en el primer semestre del año 2019, alcanzó un 22.4%, cuando el gobierno preveía un 23% para todo el año. Por esta razón, si el oficialismo no encuentra una solvencia a la grave situación económica del país, no es sorprendente que el voto castigo que recibió el presidente Macri en las elecciones primarias, se mantenga para las elecciones generales en octubre,
En conclusión, las posibilidades de reelección solo son viables si se logra convencer a los candidatos que superaron el umbral de las Paso, que es del 1.5%. Entre estos candidatos están: Roberto Lavagna que obtuvo un 8.23% de los votos; Nicolás del Caño, con 2.86%; Juan José Centurión, con 2.64% y el libertario José Luis Espert que obtuvo el 2.19%. Siguiendo los números, la figura más relevante es el exministro de economía Lavagna, que de perfilarse en la campaña oficialista equilibraría la balanza electoral a su favor. Empero, los cálculos revelan que esto no es suficiente para reducir la diferencia de 15.57% que la oposición obtuvo.
Habría que sumarle tres variables: la primera es que el candidato Mauricio Macri convenza al votante indeciso que elija su propuesta; la segunda, estabilizar la economía por lo que resta del año o por lo menos hasta octubre, sin que la misma se arruine en cuanto termine su periodo o reinicie otro, y, la tercera, sería que la diferencia con Alberto Fernández se reduzca, ya sea porque cometa algún error de campaña o falte electorado de la oposición a la hora de votar. Esto, junto con un poco de suerte, haría posible que se definieran las elecciones generales en un ballotage. Por ahora la incertidumbre es quién gobierna en un país sumido en una crisis que no discrimina campaña, partido o ideología política.
