Un día con el ángel de la muerte

Un día con el ángel de la muerte

David Chacón es un joven que vive y siente la cercanía de aquel personaje cadavérico y profano con una túnica negra que en las manos sostiene una guadaña

Por: Julian Hurtado Aguirre
julio 28, 2022
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Un día con el ángel de la muerte
Fotos: Canva

La oportunidad que cualquier periodista quisiera tener: un acercamiento con la muerte. Era 7 de marzo, un día nublado y lluvioso. El sonido de su caminar me trasportó a aquella época en la que compartimos desde muy pequeños. Los niños saltando, corriendo, riendo y jugando con el único objetivo de divertirse, hacían que la atmósfera del momento se congelara entre el presente y el pasado, en aquel colegio donde fuimos creciendo y experimentando momentos agradables. Ahora él me cuenta su rutina como estudiante de criminalística.

Ocho años sin conversar con aquel hombre que vive con el temor de muchas personas, como bien él lo denomina, “La Santa Muerte”. Un joven de mediana estatura, ojos cafés y tez blanca aparece en la sala de espera (si así se le puede llamar a este cuarto en el que los seres queridos de un fallecido, esperan por un cuerpo inerte, sin alma y sin esencia que ha culminado su misión en la Tierra), con uniforme blanco, cabello negro, nariz alargada y mirando hacia el piso… David se dirige hacia mí. La advertencia de no complicarse, aparece en su rostro. Es mucho más una anotación en mis apuntes que un pensamiento ajeno a la realidad. Un miedo recurrente invade mi cuerpo, él es estudiante de criminalística y ciencias forenses, que realiza sus prácticas en el Instituto Nacional de Medicina Legal ubicado de la calle 7ª con carrera 51 en el parque Tercer Milenio.

Al realizar la pregunta sobre la cercanía casi diaria con la muerte, él cierra sus ojos y con un profundo suspiro responde: “Para mí, la muerte es un estado superior al que llega una persona, un empezar, un nuevo juego como lo diría el personaje de Saw: es un títere asesino  y uno de los protagonistas de la saga. Es utilizado por el personaje principal en la película, para comunicarse con sus víctimas con la frase “que empiece el juego”.

Estas fueron las primeras palabras que salieron de su boca. David Chacón, un joven que vive y siente la cercanía de aquel personaje cadavérico y profano con una túnica negra que en las manos sostiene una guadaña… Viene por las almas de las personas, no importan estrato social, edad o sexo. Al encontrase con este tipo de aproximaciones, nos comenta que “se siente mucha adrenalina y considero que es parecido a una intriga muy rara, ya que, pues… ver a alguien que en un momento estaba vivo y después simplemente está  ahí muerto, tieso, casi etéreo como un hedor, es fuerte” afirma frío, con la mirada fija  en la Revista Semana.

“Estudiar la muerte… Los motivos no son muchos. Como estudiante investigar e ir más allá de un cuerpo inerte y observar las posibles causas, circunstancias y eventualidades en las que una persona puede morir, es bastante complejo”, afirma golpeando levemente la mesa, como si experimentara la sensación de coger un bisturí y realizar un leve corte con la esperanza de encontrar información.

La conversación se centra en una anécdota. Habla emocionado de la carrera que le devolvió el deseo de vivir: “Mientras estudiaba… mira que el primer día nos hicieron una charla, nos dijeron que pensáramos que la persona que estaba ahí, muerta, la conocíamos. Pasé toda la noche pensando en mis familiares, amigos y,  por supuesto, los amigos de mis amigos”

El momento se tornó tenso y misterioso, mi cabeza se empezó a aislar. Todo comenzó a darme vueltas, observé detenidamente su reloj, marcaba las 6:21pm. Recordé el momento de unas palabras sabias que en la noche anterior una persona moribunda me había dicho:

El cáncer invadió mi cuerpo, mi alma y mi espíritu. Todas las mañanas al escuchar el despertar de las aves, abría los ojos y le daba gracias al cosmos por darme la posibilidad de levantarme, de poder ver a mis allegados, de sentir el frío del suelo  cuando buscaba mis chinelas, de degustar el chocolate que ella me prepara a diario. A veces es una fortuna verme en el espejo y saber que todavía estoy pensando, observando y creando nuevas formas de vivir.

Pero en ocasiones no le encuentro sentido, me siento desesperado, sin ánimo de enfrentar la realidad, me preocupo por todas las personas que frecuentemente no disfrutan de los momentos agradables con sus familias y amigos.

Le di gracias al cáncer porque me ha devuelto lo que creí perdido. ¡Mi Familia! Mi familia está más unida, acompañándome en cada segundo, cada minuto, cada hora que pasa, temen perderme y yo a ellos. Ahora espero mi destino, tal vez el contacto con el ángel de la muerte me daría una lección... a veces pienso que él vendrá por mí, otras veces, que me concedería la oportunidad de subsistir. El hecho de vivir se me ha convertido en el terror de morir...

Interrumpiendo con gran brusquedad hace que yo vuelva a la charla. David recuerda cuando le tocó quedarse solo en una habitación oscura, fría y melancólica con mesas metálicas y grandes sábanas blancas que cubrían cuerpos inertes. Uno de los tantos cuartos de la morgue.  “Ese día me encontraba en labores como siempre, esa fue la primera jornada en la que trabajaba solo. De repente uno de esos cadáveres lentamente se levanta, abrí los ojos y de inmediato salí perturbado de esa sección. Me dio miedo, las lágrimas estaban a punto de  salir como si tuvieran voluntad propia pero  pude contenerlas. El  sábado ocho de marzo, me comentaron mis superiores que el cuerpo se había levantado porque el organismo humano tiene gases dentro del estómago y, cuando salen, éste se levanta”, recuerda, con una sonrisa malvada en su rostro, haciéndome la invitación de ingresar a ese cuarto, pero infortunadamente no tenía permiso para  hacerlo.

Terminada la entrevista David se levanta de la mesa en la que charlábamos amenamente, me mira a los ojos y termina el encuentro con una frase helada: “En el momento de insertar el bisturí a un muerto, se siente… digamos un ¡placer!” Me da la mano y sin dar otra explicación continúa su jornada laboral.

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