De malos comienzos suelen venir peores finales, decía don Baltazar Gracián.
El Gobierno de Santos es una de las peores cosas que a este país le acontecieron, incluyendo las guerras civiles del siglo XIX. La segunda etapa de esa tragedia dio comienzo con fraudes y trapisondas que no hay espacio ni oportunidad para recordar ahora. Pero antes de la jornada electoral en que podríamos recomponer el andar, con innumerables sacrificios, habrá que decir, vale recordar algunas cosas elementales pero bien importantes para estas horas cruciales.
Fuera de su mal pergeñado embeleco de la paz, que ha salido peor de lo que cualquiera imaginara, no hubo en el discurso del candidato presidente una tesis, un propósito, un programa. No hubo nada. Por donde resultó tan fácil que todos los partidos de la famosa MESA adhirieran. A nada se sumaban, nada les estorbaba, ni tuvieron esfuerzo de aceptación o de renuncia. La ignominia salía gratis.
Dicho sea lo anterior en beneficio de Santos, que lejos está de resultar el único culpable de esta catástrofe.
No será sorpresa si los colombianos ejercen este domingo lo que en Ciencia Política se llama el voto castigo, que deberá aplicarse tanto al jefe como a los secuaces de la empresa. ¿Qué castigarán los colombianos este domingo?
Lo primero, que a nombre de una paz obscena y falsa, se los hayan tirado a las fauces de las mafias. Uribe dejó el país en las inmediaciones de resolver el conflicto de la droga. Apenas cuarenta mil hectáreas sembradas, los capos en las cárceles, en las de Estados Unidos la mayoría, el Ejército y la Policía victoriosos, los bienes de las bandas en poder del Estado, plena la cooperación con los Estados Unidos, nada faltaba para el fin de esta pesadilla. Pero Santos, para amistarse con la mafia, le entregó el país. El fin a los bombardeos, a la fumigación, a las extradiciones, a la extinción de dominio, marcaron esta tragedia. Hoy somos el narcopaís que no era desde que Samper retozaba en los brazos de su gran elector, el Cartel de Cali. Y los colombianos no lo van a perdonar este domingo. No lo pueden perdonar cuando los bandidos campean a sus anchas y han envenenado la juventud colombiana con su producto maldito.
Santos recibió un país próspero, con crecimientos superiores al 5 %, menos en los dos años de la segunda gran depresión de la economía mundial, y lo rebajó a esta rata lamentable que nos mata. Eso significa hambre física para la mitad de la población colombiana, empleos en ruina, jóvenes en fuga, clase media en liquidación y empresas al borde de la quiebra. El 1.8 % no es un crecimiento lento. Es la debacle que no perdonarán los votantes.
El 1.8 % no es un crecimiento lento.
Es la debacle que no perdonarán los votantes.
En mitad de su camino encontró Santos la más grande bonanza que jamás hubiera llegado a Colombia. Otra como esa, con el petróleo a más de cien dólares por barril en más de tres años, no volverá. Y Santos se reunió con su MESA, se sentaron a manteles, y se comieron hasta las migajas. Robo como ese, tampoco volverá. Los votantes no lo van a perdonar.
Como no había programa que cumplir, a cada momento Santos tenía que comprar la alianza con sus cómplices. Así se robaron aquella bonanza y endeudaron al país tanto como todos los presidentes de Colombia lo hicieron desde Simón Bolívar hasta Álvaro Uribe. Los colombianos lo saben y van a castigar esa atrocidad.
Santos llevó a peor el sistema educativo, se robó el de la salud, acabó lo que había de justicia, abriendo el torrente de la impunidad más afrentosa y la corrupción más abyecta. A los colombianos les constan esas claudicaciones y esos latrocinios y no los van a perdonar.
Resonarán en los oídos de todos los escándalos
de Odebrecht, el Sena, Salucoop,
Caprecom, Reficar, la hemofilia, la comida de los niños, los puentes que se cae
Tal vez no fuera Colombia modelo y espejo de cuidado con el dinero público. Pero jamás imaginó que los robos llegaran a esos niveles. Cuando los votantes se acerquen a las urnas, tendrán en las retinas heridas las imágenes de Alan Jara llevándose para sus bolsillos cuanto pudo, de los magistrados amigos de Santos presos o en camino de estarlo, a su amigo y socio Roberto Prieto ensayando para ir tras de barrotes y resonarán en los oídos de todos los escándalos de Odebrecht, el Sena, Salucoop, Caprecom, Reficar, la hemofilia, la comida de los niños, las obras inconclusas, los puentes que se caen. Es imposible que pudiendo hacerlo, no castiguen de una buena vez tanta inmundicia.
Si el voto castigo existe, lo veremos en acción este domingo. Tanto ladrón junto no puede salir impune. Tanto dolor y tanta tragedia no escapará al juez, que también es la víctima, ese personaje de temer, el votante, con una cartulina en la mano como medio de desquite y fórmula de vindicta. Que este 11 de marzo tiemblen los bandidos.