Se habían abierto caminos para la salida política y pacífica del conflicto armado, para supuestamente así avanzar en la construcción de la paz. Hace cuatro años (2016), los colombianos avizorábamos, en el firmamento azul de nuestro cielo andino, el arcoíris de la tan anhelada y esquiva paz de la patria colombiana. Sin embargo, todo fue una quimera.
Las circunstancias fueron excepcionales. Se evidenció un aumento de la acción ciudadana, social y política por la paz, la vida digna y la ampliación de la democracia, pero dicha acción no contó ni cuenta con la fuerza suficiente para el reto de la consolidación y materialización de la paz.
Sin un mayor compromiso, interés y entusiasmo de la mayoría de colombianas y colombianos, y obviamente del gobierno, la consolidación de la paz en cada una de las regiones y territorios del país se hará más difícil, lejana y tormentosa.
Es preciso que todos y todas rodeemos con entusiasmo y compromiso las acciones y propósitos hacia la paz. No hay que olvidr que la paz tiene también una dimensión espiritual. Señores de la guerra, ustedes también son creyentes: "Bienaventurados los hijos de Dios que trabajan por el logro de la paz" (y esos mismos hijos de Dios son los que hoy asesinan a los que trabajan por esa misma paz, ¡qué ironía!).
Por eso hoy más que nunca se requiere del compromiso ciudadano con la paz, como estrategia de incidencia política y social para el fin definitivo del conflicto social armado interno, hacia la construcción de vida digna y la reconciliación nacional.
Por eso debemos contribuir eficazmente a los diálogos entre gobierno y el movimiento social para la firma de una de un contrato social para una paz digna sin vencedores ni vencidos. El único ganador tendría que ser el pueblo colombiano. Es hora de crear el clima de reconciliación para su validación y cumplimiento, y a la continuidad de la construcción de una paz estable y duradera con plena garantía de derechos básicos fundamentales.
Es imperativo hacer visibles los procesos y esfuerzos de miles de personas y organizaciones de la sociedad civil que trabajan por la transformación pacífica de los conflictos y la construcción de iniciativas para dignificar la vida. Se deberá contar con el más amplio concurso y la participación de todos los colombianos y colombianas, de manera individual y colectiva teniendo en cuenta su pensamiento, sentimientos, intereses y aportes.
La paz es polifónica, existen infinidad de voces por la paz. La paz no es una sola, hay muchas paces por construir en la ciudad, en el campo, en las barriadas, en el parche, en las trincheras de la resistencia pacífica, en los claustros universitarios. La paz se vive, se siente y la reclama la sociedad colombiana en toda su diversidad y pluralidad.
En todos los rincones necesitamos paz. La vemos en nuestros mares, ríos, sabanas, selvas, montañas y cumbres nevadas. A la paz se llega por dos caminos: el del diálogo y la reconciliación.
No más enemigos a muerte, no más odios. Somos colombianos y colombianas, somos diferentes, diversos, plurales, quizá somos adversarios políticos, pero todos y todas amamos a Colombia y queremos vivir en ella en paz, con democracia, justicia social y dignidad.
Debemos recoger el interés de muchísimas voces, proponer e invitar a iglesias, colegios, universidades, sindicatos, partidos políticos (llámense de derecha, izquierda o de centro), gobiernos locales, comunidad internacional, organismos de derechos humanos, movimientos sociales, populares, organizaciones de víctimas, gremios económicos, medios de comunicación, campesinos, indígenas, afrodescendientes, mujeres, jóvenes, viejos y los niños, ellos también le pintan y le cantan a la paz.
Es necesario convocar a los colombianos y colombianas en el exterior a realizar con entusiasmo y compromiso un pacto por la vida en el marco de un contrato social por la paz. Días antes o días después, todos los constructores y constructoras de paz toman las iniciativas que consideren pertinentes.
Todas las acciones pacíficas por la paz pueden hacerse visibles y proyectarse hacia una Colombia reconciliada.
La paz requiere el encuentro solidario y la manifestación diversa, al centro de las cuales deben estar los propósitos de justicia, vida digna, convivencia, reconciliación, verdad, justicia, reparación y no repetición, de hechos victimizantes.
Por eso debemos convocar y organizar unitariamente, con el concurso indispensable de la sociedad en todas sus expresiones políticas, sociales y económicas, a ese gran contrato social por la paz con justicia social. ¿Es mucho pedir?
Se han abierto caminos de salida política para el fin del conflicto amado y para avanzar en la construcción de la paz, pero los arietes de la guerra están aferrados al odio, a la mezquindad, a la xenofobia, al racismo, a la exclusión, etc.
Se evidencia a futuro un aumento de la acción ciudadana, social y política por la paz, la vida digna y la ampliación y profundización de la democracia, pero dicha acción no cuenta con la fuerza y el compromiso necesarios que requiere la paz.
El llamado es a desterrar las tinieblas de la guerra. En los territorios de la otra Colombia se sigue derramando la sangre de hombres y mujeres que luchan y persisten por lograr la anhelada paz que continúa burlada, vilipendiada, humillada y birlada; de lo contrario, le estaríamos ladrando a la luna.
El contrato social por la paz tendrá los siguientes ejes: ampliación y profundización de la democracia, plena garantía de los derechos humanos, derechos del campesino, derechos de la madre naturaleza, justicia indígena, paz con justicia social y equidad de género. Todo esto propugnando por un modelo de desarrollo humano e incluyente, que supere la absurda y maldita guerra de sesenta años que lo único que ha dejado es dolor y sufrimiento en la patria colombiana.