El monumento de Doris Salcedo, construido para exaltar los acuerdos de paz entre el Estado colombiano y las Farc, es una obra que invita a pensar profundamente cuánto nos falta aún para llegar a la paz que todos anhelamos. Hemos dado un gran paso, fuimos capaces de fundir las armas de la guerra, pero falta el más importante: tenemos que fundir también los odios heredados de la guerra. Ellos están vivos y coleando, siguen ahí causando daño, seguimos prisioneros de esta devastadora realidad política.
Frente a las paredes en ruinas que conforman y delimitan el monumento y ante un inmenso espacio vacío construido sobre un piso gris que contiene los miles de armas de una guerra cruel e inútil, es inevitable el sobrecogimiento, la pena, el dolor, la vergüenza y la reflexión profunda sobre los que somos como sociedad. La pregunta lacerante se torna inevitable: en qué momento perdimos la cordura y nos embarcamos en una vorágine de violencia y degradación humana por más de cincuenta años.
Esas paredes en ruinas simbolizan la tragedia histórica que hemos padecido, el poder destructor y la inutilidad de tanta violencia. La pobreza, la discriminación, la insolidaridad, las maneras de ejercer la política, la corrupción el atropello, la cultura del vivo, todas las miserias que nos habitan, toman forma en esas paredes llenas de agujeros que nos recuerdan las mil y una guerras que hemos librado, el sinfín de destrucción mutua en que hemos vivido y sobrevivido.
El mensaje esperanzador de este monumento está representado por el inmenso horizonte que se observa en el espacio vacío construido sobre miles de baldosas plomizas elaboradas con los 6.177 fusiles de asalto, 28 fusiles de precisión, 274 ametralladoras, 13 subametralladoras, 6 escopetas, 1.817 pistolas, 170 revólveres, 268 morteros, 12 lanza cohetes y 229 subametralladoras que entregaron las Farc como demostración incontrovertible que su decisión de dejar las armas y emprender el camino de la paz. El silencio de este lugar invita a pensar desde lo más profundo de nuestro ser. “Mi propuesta, por eso, dice Doris Salcedo, es partir del silencio para poder escuchar. Si hubiera hecho una obra que grite, o una que muestre de manera obscena la muerte violenta, el espectador no puede pensar en nada. El arte es silencioso. Si no es silencioso, no permite que el espectador piense. El ser humano no puede pensar en medio de alaridos. Necesitamos que haya silencio para escuchar al otro.
“Mi propuesta, dice Doris Salcedo, es partir del silencio para poder escuchar”
Foto: Captura de YouTube
Observar el contra monumento tiene una virtud especial: impide que nos ahorremos la angustia de pensar, a lo cual estamos tan acostumbrados. Es imposible no hacerlo. En palabras de su autora “esta obra les presenta a los colombianos un espacio en donde están treinta y siete toneladas de armas fundidas para recordarnos de forma permanente que no necesariamente nos tenemos que matar. Nosotros pudimos, a través del diálogo, desarmar a 12.500 guerrilleros y milicianos, sin un solo tiro. Fue mucho más eficaz acabar el conflicto por medio del diálogo que terminarlo por medio de la guerra”.
Las víctimas de la guerra están presentes en esta descomunal como talentosa obra. Veinte mujeres que padecieron en lo más íntimo de su ser los horrores de la guerra, toda ellas fueron violadas por guerrilleros, paramilitares o miembros del ejército, fueron las encargadas de dar forma a las baldosas que conforman el piso. Martillaron durante cientos de horas las láminas grises y corrugadas, recordaron su dolor, lo transformaron en perdón hasta fundirlo en las láminas, dejarlo ahí, descargarse de esa pena que arrastraban tras de sí.
Una de ellas construyó un contundente símil con la labor de convertir en láminas las armas dejadas por las Farc y lo expresa así: “Nosotras las mujeres, somos como los billetes, en el proceso de la vida nos han arrugado, de muchas maneras, pero tú lo estiras y ese billete no pierde su valor.”
Fragmentos no es un monumento porque no lo merecemos. Cuando hayamos conquistado la paz, construiremos un monumento que será de exaltación, épico, la coronación de la gran gesta que significaría construirla y vivir en paz. “En este momento histórico de Colombia carecemos de símbolos que puedan ser convertidos en monumentos capaces de otorgarle a la sociedad, en su conjunto, una versión única de los que nos ocurrió durante este largo conflicto. Sin embargo, una sociedad fragmentada como la nuestra puede tratar de unir sus experiencias y memorias divergentes en un espacio común”. Mientras ese momento llega, Doris Salcedo ha construido un contramonumento para interrogarnos, para decirnos que las armas están fundidas, que las armas se dejaron, pero que eso no basta, que hemos dado un gran paso pero que aún nos falta recorrer un trecho para alcanzar la paz que a todos nos sirva, que a todos nos entusiasme, que a todos nos permita vivir en democracia en medios de las diferencias.
El contramonumento de los acuerdos de paz da plena vigencia a la profética sentencia del recordado maestro Estanislao Zuleta: “Si alguien me objetara que el reconocimiento previo de los conflictos y las diferencias, de su inevitabilidad y su conveniencia, arriesgaría paralizar en nosotros la decisión y el entusiasmo en la lucha por una sociedad más justa, organizada y racional, yo le replicaría que para mí una sociedad mejor es una sociedad capaz de tener mejores conflictos. De reconocerlos y de contenerlos. De vivir no a pesar de ellos, sino productiva e inteligentemente en ellos. Que sólo un pueblo escéptico sobre la fiesta de la guerra, maduro para el conflicto, es un pueblo maduro para la paz”.
Fragmentos es una invitación a reconstruir el país. El acuerdo de paz firmado y la dejación de las armas por parte de las Farc son el piso firme, los cimientos, sobre los cuales tenemos que persistir en el empeño de entre todos construir la necesaria paz. Ser capaces de superar los odios que hoy seguimos empecinados en perpetuar y que amenazan precipitarnos en una nueva guerra y su espiral de violencia, muerte, miseria y auto destrucción colectiva. Ser merecedores de un monumento a la paz.
"Fragmentos" es una invitación a reconstruir el país