Cuando uno ve su sonrisa cálida y acogedora, no puede imaginar todo el dolor que carga. Claudia Quintero, o “Gina Escheback” es una sobreviviente con un espìritu optimista. Esta mujer Afro-Colombiana, esposa y madre, he experimentado de primera mano el impacto de la violencia política en su país. “Soy Gina, una desplazada, periodista ciudadana y ahora refugiada por la fuerza”, dice con firmeza.
Es viernes, es primavera. Estamos sentadas en un Café en Buenos Aires: Todo acerca de ella muestra determinación: cuerpo robusto, cabello negro ondulado y agudos ojos oscuros: “Compartamos un café, no puedo vivir sin él” dice. Gina, como prefiere ser llamada, está aprendiendo como se vive sin el acogedor aroma del café fresco, las comodidades de su tranquilo pueblo en las montañas Andinas y el salobre olor de las playas vírgenes. En esta ciudad, donde la selva está hecha de concreto y el ruido del tráfico reemplaza la sensual cadencia de la Cumbia, esta mujer de 30 años está aprendiendo a vivir sin un pasado.
Una Mujer Fuera de Lugar
Nació en la frontera Colombo-Venezolana. Era una niña cuando los paramilitares invadieron su pueblo y secuestraron muchachos jóvenes para reclutarlos como soldados, mataron a sus vecinos y a algunos de sus familiares: “Vi los cadáveres bajar por el río, el agua se tornó roja”, dice. Una sombra de tristeza cubre su cara como un velo.
Las fuerzas paramilitares desarrollaron una estrategia patrocinada por el estado, que iba más allá de la lucha contra la insurgencia. Sirven a grupos multinacionales y narcotraficantes para expulsar a la gente de su tierra; torturan, asesinan y usan el desplazamiento forzoso contra cualquiera que trate de salvar su casa: “Llaman a los niños y les ofrecen cocaína. Los chicos se sienten seducidos, convirtiéndose luego en adictos y los obligan a hacer lo que desean, aún matar a su propia madre”, afirma.
A medida que crecía, Claudia decidió hacer algo al respecto: “No podía quedarme así nomás, inclinando mi cabeza en silencio en medio de esa violencia y esclavitud por ser pobres y vivir alejados de las grandes ciudades”, explica. Se enfocó en capacitar su gente.
Entre 1999 y 2001, era una joven lideresa en su pueblo, ayudando a jóvenes de ambos sexos que habían caído en la adicción a las drogas. Lideró el programa “Gotas de Creatividad” en Cúcuta, talleres de arte y reuniones para motivar a la juventud a decir “No” a las drogas.
Tristemente, parte de la juventud involucrada en el programa fue asesinada por Paramilitares, sin darles la oportunidad de recuperarse; algunos fueron secuestrados para ser forzados a actuar como asesinos. Las muchachas fueron matadas después de ser usadas para la prostitución: “Me convertí en un problema; denuncié lo que estaban haciendo. Era una chica en el lugar equivocado”, declara. En 2005, los Paramilitares la declararon objetivo militar, forzándola a desplazarse a Bogotá, con dos vestidos y unas pocas gotas de esperanza.
Convirtiéndose en Gina Escheback
“En Santander – Norte de Colombia – fui conciente de los Derechos Humanos; en Bogotá, responsable de defenderlos”, dice. Claudia se involucró en grupos civiles de víctimas de desplazamiento, y empezó a escribir acerca de sus experiencias: “No tengo estudios formales en periodismo, pero sentí un profundo sentidos del deber de decir lo que ocurre, decir nuestra verdad, registrar historias de vida y hablar en apoyo de aquellos que sufrían el despojo de su tierra y dignidad en favor de los grandes negocios”, dice. Así, Claudia se convirtió en Gina Escheback.
Como Gina, escribió acerca de las acciones de los Paramilitares, como la voz de aquellos expulsados de sus casas. Conoció a Alberto, su esposo y compañero en el conflicto: “Lo conocí tirando piedra en una protesta” – se ríe – “Él también es una víctima del conflicto armado. Compartimos la misma historia trágica; nos enamoramos el uno del otro y de nuestros sueños comunes”, agrega tiernamente.
En 2010, Gina y Alberto crearon la “Corporación Ana Frank”, una iniciativa sin ánimo de lucro para defender los derechos humanos y las víctimas de la violencia; “Recopilamos información, hicimos archivos, construimos redes de apoyo”, explica, “Empezamos a ser acosados porque tenemos información valiosa acerca de los que sucede en las áreas rurales con la gente y cómo el gobierno se beneficia con ello”.
En agosto 14, fue enviado un ultimátum a su casa; un aviso que decía: “Escoja entre la vida y la muerte. Es su decisión”. Alberto y Gina se sentaron en el comedor cara a cara; era de noche, después de la cena y los niños dormían: “Le dije a Alberto que debíamos partir y él dijo que tenía que ser de inmediato pues no sabíamos cuando vendrían por nosotros”, dice Gina. Despertaron sus dos niños, prepararon un pequeño equipaje y dejaron la casa en medio de una fría noche. El recipiente con café tibio quedó en la mesa; du nuevo Gina fue desplazada por la violencia. La familia vino por tierra hasta Argentina, después de un largo viaje a través de Sur América.
Convirtiéndose en Refugiada, Convirtiéndose en una Protectora
Gina es una de los 5 millones de desplazados en Colombia: “Es doloroso dejar todo atrás: casa y amigos, mi misión y la gente que contaba con nosotros. No teníamos elección; nuestra única opción es seguir adelante”, dice. Pero Gina vuelve a empezar: buscar una casa, un empleo, una nueva vida.
Desea usar su experiencia para apoyar otros refugiados: “La gente viene de Colombia, Oriente Medio y África en busca de refugio. Somos hijos del mismo dolor. Llegamos con el temor de no conocer a nadie; quiero ayudar como una amiga, un apoyo, una protectora”.
Gina iniciará en la Escuela de Derecho en 2012; utiliza medios alternativos y redes sociales para diseminar el mensaje acerca de la gente desplazada; está organizando un programa humanitario llamado “Argentina ama a Colombia” para enviar ayuda: “Escribo en mi blog y hablo en emisoras comunitarias sobre ellos; estoy preparando un libro con las historias que recogí durante mi trabajo con Ana Frank. Quiero justicia; merecemos Dignidad. No me rendiré. La vida cambia, pero mi conflicto continúa”, dice Gina.
Nuestro café está preparado. El sol cae en Buenos Aires. En sus ojos brilla el valor.
“Este artículo es un trabajo para el Programa Voices of Our Future de World Pulsey en enlace al texto original: http://www.worldpulse.com/node/47357
Vanessa Rivera De La Fuente
Periodista