Cinco años de guerra en las regiones de Donetsk y Lugansk, más de 13.000 muertos sobre la mesa, haber perdido quizá para siempre la península de Crimea y una crisis económica galopante, junto con otros elementos claramente adversos que gravitan sobre el próximo horizonte de Ucrania, le han pasado factura al presidenteucraniano Petro Poroshenko. En efecto, el desconocido y joven cómico Volodimir Zelenski, de apenas 41 años, obtuvo la victoria más contundente de la corta historia de la democracia de este país, al obtener el 73% de los votos frente al 25% obtenido por su rival.
Sin apenas experiencia política, sin partido que le haya servido de apoyo y tan solo acompañado por un equipo de jóvenes reformistas también sin experiencia, Zelenski, padre de dos hijos y ascendencia judía, ya ha anunciado que mantendrá el rumbo prooccidental del país -sin descartar una futura integración del país en la OTAN y la Unión Europea (UE)-, pero sin perder de vista que Kiev debe comenzar una nueva era en sus relaciones con Rusia.
Rusia, por su parte, ya le ha pedido al nuevo presidente que comience negociaciones con los dirigentes secesionistas de las regiones de Donetsk y Lugansk, donde se ha atrincherado una buena parte de la minoría rusa que nunca aceptó la política lingüística que se pretendía imponer desde la capital ucraniana, y también ha expresado su satisfacción por el cambio político en Kiev, toda vez que las relaciones entre Moscú y el ejecutivo ucraniano de Poroshenko se desarrollaban en un clima de tensión, desconfianza mutua y nula confianza, por no llamarlo abierto odio sin necesidad de más eufemismos.
LAS ASIGNATURAS PENDIENTES DEL NUEVO PRESIDENTE
Zelenski, que alcanzó notoriedad y fama por su papel de "presidente" en el programa televisivo "Servidor del pueblo", se ha aprovechado del descontento reinante en el país tras cinco años de rumbo incierto y demasiados fracasos en todos los órdenes, pero sobre todo en el económico, desde la fallida revolución de la plaza Maidán, en el año 2014, que no se tradujo en un cambio de rumbo y en una mejora sustancial en la calidad de vida de millones de ucranianos.
Incluso la confusión de aquellos momentos fue aprovechada por el presidente ruso, Vladimir Putin para organizar una pantomima de referéndum en Crimea a favor de la independencia de este emblemática península para a renglón seguro anexionarse el territorio sin más, dejando atónitos a millones de ucranianos y concitando el rechazo de la comunidad internacional ante una decisión a todas luces ilegal y contraria al derecho internacional. A pesar de que ningún país del mundo ha reconocido tal anexión, si exceptuamos a Rusia, hay que reconocer que el asunto es bien controvertido. Crimea fue cedida por Rusia a Ucrania en una fecha tan reciente como 1954, en tiempos de Nikita Kruschev, pero su historia siempre estuvo más ligada a la "madre patria rusa" que a los ucranianos. Incluso su composición étnica es mayoritariamente rusa -58%- y los ucranianos son una minoría -24%- junto con tártaros, bielorrusos, armenios y judíos. Quizá Ucrania tenga que hacerse a la idea de que la pérdida este territorio es irreversible.
Caso muy distinto son las regiones de Donetsk y Lungansk, donde convivían juntos ucranianos y rusos, pero que tras la guerra iniciada en el 2014 hubo una abrupta ruptura de la convivencia e incluso tentativas más o menos consumadas de limpieza étnica por parte de las milicias rusas apoyadas por Moscú. En Donetsk, por ejemplo, antes de que comenzaran los combates entre las dos partes, incluyendo bombardeos por parte de Ucrania contra poblaciones civiles, el 58% del censo de la ciudad eran ucranianos y los rusos no llegaban ni al 40% -38%-. En Lugansk, sin embargo, el equilibrio entre ambos comunidades es mayor y casi se reparte a partes iguales el censo, con una ligera ventaja en favor de los ucranianos (49%) frente a los rusos (46%).
No cabe duda que ante estos dos contenciosos, pero especialmente ante el de las regiones ocupadas, el nuevo gobierno ucraniano tendrá que contar con mayores dosis de diálogo y, sobre todo, de pragmatismo. Por ahora, el nuevo presidente Zelenski ya ha anunciado que su método de trabajo con respecto a resolver la crisis ucraniana pasa por retomar el espíritu del Protocolo de Minsk, unos acuerdos firmados en la capital bielorrusa entre Rusia, Ucrania y las regiones separatistas bajo la égida de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE) que preveían el final de la guerra, la búsqueda de una nuevo marco político para esta zona de Ucrania, el desarme de los grupos ilegales y una salida democrática a la crisis.
En lo que respecta a la economía, hay que reseñar que Ucrania tiene uno de los niveles de renta per cápita más bajos del mundo (apenas unos 2.5000 euros), unos sueldos que se encuentran entre los más bajos del continente -entre 250 y 300 euros, como media-, un alto desempleo que supera el 10% y una economía casi colapsada debido a la guerra en las regiones ocupadas. «Realmente tenemos una situación catastrófica. Cerca de un millón de ucranianos salen del país todos los años», advirtió el titular de Exteriores ucraniano al canal de televisión ICTV. Cerca de dos millones de ucranianos viven en la vecina Polonia y otros tres millones residen de forma permanente en la también vecina Rusia, algo que el Gobierno de Kiev considera intolerable, toda vez que en su opinión Moscú «hace la guerra» contra Ucrania", explicaba muy gráficamente una nota de la agencia EFE al referirse a la crítica situación del país que empuja a tantos ucranianos a emigrar.
Finalmente, sobre el nuevo presidente gravitan algunas dudas acerca de los pasos que vaya a dar porque son muchos los que dudan de su autonomía y señalan la dependencia que tiene con respecto al oligarca Ihor Kolomoyskyi, quien ha estado detrás de su candidatura, le podría haber dado jugosos fondos a la misma y le habría impulsado a través de su grupo de medios. Judío como Zelenski y exiliado en Israel, Kolomoyski siempre fue un enemigo declarado del derrotado Poroshenko y no oculta su interés en ejercer alguna influencia política en el nuevo ejecutivo. Otro frente de Zelensky son las elecciones parlamentarias ucranianas, a celebrar el 27 de octubre de este año, en las que tendrá que lograr la mayoría parlamentaria para llevar a cabo su programa de gobierno y desembarazarse de un pasado caracterizado por la corrupción, la parálisis económica y la guerra civil que pesan casi como una losa casi insalvable sobre el futuro de esta nación. El camino será largo, pero también se prevé plagado de obstáculos.