Hace unos meses, en una de las tantas columnas sobre ciclismo que he escrito, decía que ya no era una locura sugerir que un colombiano iba a ganar el Giro d’Italia. A ganarlo, otra vez, porque Nairo ya lo ganó, en el 2014. Lo olvidan, o no, los que liberan sus frustraciones con el de Cómbita en las redes sociales. A el no le importa, ya un campeón del Tour de Francia explicó claramente el papel de Nairo en la historia del ciclismo colombiano. Yo he tratado que no me importe, pero todavía me falta. Meterse con Nairo… por Dios.
Decía entonces que “en el 2019, otro ciclista colombiano iba a ganar el Giro d’Italia, el de Zipaquirá, Cundinamarca, Egan Bernal. De fina estampa, con 60 kilos en 1.74 metros, Bernal, sin temor a equivocarme, es el mayor talento que ha nacido en esta patria que llamaban boba.” Aunque predecir el éxito de Egan era, casi, una obviedad, había que decirlo. Si el terreno de la academia es usualmente la observación del pasado, el de las columnas de opinión debería ser el del intento de alguna predicción. Iba a ganar el Giro, pero se cayó y entonces decidió ganar el Tour.
Ganamos el Tour. Ganamos: ahí está la idea que une a todas esas columnas, la idea del ciclismo y los ciclistas como forjadores de una identidad colombiana, de algún pegamento de la nación que no ha terminado de cuajar. Ya empieza a pasar la espuma inicial de la ola de Egan y, poco a poco, iremos viendo exactamente qué es lo que implica para un país de ciclistas, sin identidad nacional y con relativamente poco estado, que uno de los suyos gane el Tour de Francia. Ya lo decía Egan, que el no se había terminado de dar cuenta qué fue lo que pasó. Colombia, sea lo que sea eso, tampoco se ha dado cuenta qué pasó. Mis hipótesis han sido fuertes: nos va a mejorar el autoestima y nos va a ayudar a construir una narrativa nacional. Ya veremos pues si hay algo ahí o si era no más la tentación de pensar y escribir con el deseo. Me queda la tranquilidad que queda en internet la trazabilidad de la hipótesis. A ver en dónde acertaba y en dónde no.
La idea del ciclismo y los ciclistas como forjadores
de una identidad colombiana,
de algún pegamento de la nación que no ha terminado de cuajar
La tentación es inevitable, empieza a cerrarse el año ciclístico, y se viene la Vuelta a España. Toca decirlo que para eso estamos: un colombiano va a ganar la Vuelta a España de 2019. Ya imagino: “Bulto e’ sal”, “ya los quemó”, “ahí están los tibios”, “las ballenas”. Está bien. Pero ahí está pues la predicción y acá los argumentos. Van con la razón y el deseo.
Son once escarabajos los que, al momento de escribir, están inscritos en la Vuelta. Para dimensionar: eran cuatro en el Tour y siete en el Giro. De esos, escarabajos en el sentido usual de la palabra, son realmente nueve, hay dos que son más cohetes de distancia corta: los embaladores Gaviria y Molano. De esos nueve escarabajos, los que escalan todas las montañas, hay seis que tienen pasta de campeones de grandes vueltas: Quintana, López, Urán, Higuita, Martínez y Chaves. Los otros tres van con tareas distintas, Sebastián Henao como gregario pero con posibilidad de algo más por la fragilidad de sus líderes en INEOS (Geoghegan Hart y Poels), su primo Sergio Luis Henao (el que decidió no ser líder de escuadra) probablemente con libertad para buscar etapas lo mismo que el de Túquerres, Nariño, el puma Atapuma, de muy mal año pero probada clase en la carretera. Vamos a ocuparnos de los seis capos.
Sergio Higuita. El más joven. Le dicen Higuita Monster en su equipo gringo, el EF Education Pro Cycling en dónde manda Rigo. Entre los humanos -Egan es de otra especie- Higuita es la revelación del año. Empezó el año en un equipo continental, Fundación Euskadi, y a mitad de año el dueño de su “pase” lo trajo de vuelta. Lo que ha hecho desde entonces es una barbaridad: cuarto en Polonia y tercero en California. Los números, en el ciclismo y en todo lo demás, suelen esconder matices, Higuita en esas carreras ha probado ambición y coraje. Con calculada discreción, el y su equipo dicen que solamente va a aprender pero, mientras da esa respuesta, el de Medellín desvía los ojos porque no sabe mentir. Higuita siempre sale a ganar.
Manda Rigo en ese equipo. El papá de todos. En ese equipo, entre los escarabajos, en el pelotón. Ejerce el más potente de los liderazgos, el que se basa en las formas suaves pero en la firmeza cuando la dificultad aprieta. Terminó el Tour en su mejor momento -en la etapa que se neutralizó fue el más molesto de todos, tenía preparado un ataque fuerte en la última montaña- y va con un equipazo. Le falta un podio para completar ese lugar en las tres grandes. A lo mejor yendo por el podio, el de Urrao se encuentra con otra cosa.
El equipazo de Rigo, además de Higuita, lo encabeza el de Soacha, Daniel Felipe Martínez. Ha sido un año complejo para Martínez. Empezó con grandes esperanzas porque ya no era promesa sino una realidad. Y le tocó una caída, que lo sacó del Tour de Francia, y hace unas semanas un virus que lo volvió a acostar. Sin lugar a dudas: si está en su mejor condición, Martínez es favorito para esta Vuelta. Hace grandes contrarrelojes y escala con los mejores. Su líder, Urán, es leal con la meritocracia de la carretera, seguramente lo liberará si llega a estar mejor. Mi mayor ilusión en esta Vuelta es ver ese tren rosado del EF Education con los vagones Higuita, Urán y Martínez marcando el paso en las montañas.
Está la incógnita de cómo iría en un ritmo de esos, Chaves. El de Bogotá ya ganó etapa en el Giro. Ese ha sido de los mejores momentos del año en el ciclismo colombiano: Chaves dejó regados uno por uno a los compañeros de la fuga y atacó cien veces en una subida. Una bestialidad. Solamente corrió una vez más desde entonces, en Eslovenia, y estuvo sólido. No hay que olvidar que Chaves ya ha quedado dos veces en el podio de grandes vueltas. Es experimentado e inmenso escalador. Tiene un gran obstáculo en la contrarreloj pero, en una Vuelta que está más abierta que nunca, todo se jugará en las montañas. Es, de lejos, el colombiano más querido por la afición mundial que pide a gritos que vuelva el líder de la sonrisa asesina.
Había que dejar para el final a los dos de Boyacá. Primero, Superman López. En las casas de apuestas para el Tour, el favorito era Egan. Ahora, el favoritismo se divide entre Primož Roglič y Miguel Ángel López. Tiene, sin dudas, una presión que nunca había tenido. Se la ha ganado, López lleva ya dos años siendo uno de los tres mejores escaladores del mundo, ha mejorado muchísimo en la contrarreloj y este año ya ganó el Tour Colombia y la Vuelta a Cataluña. Lleva un equipazo que lo ha apoyado lealmente. En el Giro estuvo un punto por debajo de su mejor forma y, aún así, atacó todas las veces y mostró la cara cada vez que pudo. Creo que le convino: para un líder haber sentido y entendido la fragilidad del cuerpo, es dato indispensable para medir mejor las fuerzas. López, además, sintió la debilidad del cuerpo mostrando la fortaleza de la mente. No se rindió, no sacó excusas e intentó hasta el final. Debe derrotar a Roglič porque es mejor ciclista.
Cerramos con Quintana: Nairo, haga lo que se le dé la gana. Solamente, disfrute la carretera. No tiene un ciclista mejor el Movistar pero eso allá ya no importa, se enredan desde hace unos años con estrategias inexplicables. Solamente les funcionó, por suerte, lo de Carapaz en el Giro y el de Carchi no va a correr. Si tienen un mínimo sentido común, acompañarían a Nairo. Si lo hacen bien, y si no, también, Nairo debe cumplir con seriedad pero con la mira en el próximo año. Tendrá entonces 30 años y, con un equipo a su alrededor, será el rival más fuerte para Egan y los demás del lote. Anoten esa predicción.
@afajardoa