Hace poco dije que Cali era un despojo de ciudad, rechazando el caos que algunos mentecatos quieren imponer. Ahora digo, con todos los argumentos posibles, que el Valle del Cauca es un cementerio de empresas. Tan mal está la cosa que salir a la calle da tristeza, porque una sensación de inestabilidad económica se percibe al mirar, si se visita cualquier centro comercial, por colocar un sencillo ejemplo, los negocios que forzosamente han tenido que cerrar. Si eso pasa a nivel ciudad, pues qué no pasará a nivel regional, cuando muchas empresas, con todas las ganas de trabajar, han tenido que parar, desde hace varios años ya, todas sus operaciones. Es triste, pero es la verdad: los vallunos se están quedando sin empresariado.
Algunos me podrán decir “pero aún quedan los ingenios azucareros”. Yo les contesto así: estos no pueden ofrecer todo el empleo que necesita la región. Si bien el Valle ha sido históricamente un departamento agrícola, su crecimiento económico también ha dependido de los diversos emprendimientos que a pulso se han forjado, sin mencionar las multinacionales que hicieron aquí presencia y que, lamentablemente, decidieron asentarse, hace algunos años ya, en otros departamentos. Esto es lo que no entiende el socialista del siglo XXI: las sociedades se construyen con trabajo, con los emprendimientos que generan empleo y estabilidad social. Si estos faltan, pues irremediablemente aparece la desocupación.
Basta recordar, para los que no conocen nuestra historia, que el Valle del Cauca se hizo departamento en 1910, cuando un grupo de visionarios se dieron cuenta de que de este lado del río Cauca estaba el progreso, las tierras fértiles para cultivar y la iniciativa empresarial para emprender. Sin embargo, con todo el dolor posible, tengo que decir que hoy casi todas las multinacionales y medianas empresas están en el norte del Cauca. Realmente, no hay industria en el departamento, siendo esto de conocimiento público, pero sin ninguna repercusión en nuestra clase dirigente. Mientras tanto muchos negocios, algunos con gran reconocimiento nacional, se vienen a pique por la pandemia y por la falta de apoyo gubernamental.
El viernes nos dimos cuenta de que La 14, una de las empresas más apreciadas por los caleños, con una tradición de más de 70 años, está iniciando un proceso de liquidación ante la Superintendencia de Sociedades. Esta cadena de supermercados —lo digo como caleño que soy— es más que una marca registrada: representa parte de la identidad caleña emprendedora y pujante. Se sabía que con la muerte del patriarca de familia Carmona, Jaime Carmona, caldense este de nacimiento y valluno por adopción, algo tenía que cambiar en la empresa, pero nunca se pensó en su posible desaparición. Ahora mucha gente podría quedarse sin trabajo, engrosando así la lista de colombianos que deberán que hacer maromas para sobrevivir. ¿Será que nuestros gobernantes piensan en esta gente? No, ni de riesgos. Esta caterva de corruptos únicamente piensa, aprovechándose cruelmente de la ciudadanía, en las jugosas comisiones que sacan por cada contrato licitado.
Si Ospina y la señora Roldán, alcalde, el uno, y gobernadora, la otra, fueran de verdad útiles harían algo para que la región creciera. No necesitamos mafias electorales, amigo lector, simplemente hacen falta gobernantes con visión de empresa. Son estos los que, acudiendo primero a la experiencia, fácilmente pueden reconocer las necesidades inmediatas de sus conciudadanos. Pensemos: ¿De qué le sirve al hombre o a la mujer promedio que le cobren un puente —que, dicho sea de paso, no lo puede pagar—, si no va a comer con él y, por ende, va a ser mal construido, como normalmente pasa? Hombre, lo que se necesita es ocupación, empleo, empresa, en fin, un salario que permita amortiguar la dura realidad que hoy vive el país. Sin embargo, el electorado vallecaucano prefiere a los corruptos, por encima de la gente que de verdad sabe trabajar.
Decía Adam Smith, el padre del capitalismo, que “la ambición individual sirve al bien común”. Es una sentencia que a mí me dice mucho, sin embargo, no muy valorada por los enemigos del libre mercado. Estos, de por sí socialistas por estupidez, más no por inteligencia, creen que los problemas de Colombia están en el que hace empresa, sabiendo que es a través de la riqueza individual que socialmente se saca adelante a una comunidad. Por eso, en medio de la dura crisis social que se vive, no sé qué vaya a pasar si la izquierda se hace a la presidencia, cuando es sabido que carece del sentido común que se necesita para gobernar. Si Cali y el Valle del Cauca, sufriendo y luchando como se puede, en la actualidad se están quedando sin sus empresas más emblemáticas, con un gobierno de este tipo van a desaparecer económicamente hablando: tendrán que observar la partida de una población que buscará su porvenir lejos del país.