“Se eleva la voz de los ancestros, de aquellos que también obligados, en barcos vinieron; irreversibles vientres desarraigados, mágicas águilas invisibles que se reconstruyen sin relato, sin fotografías y sin cuentos, esperando que el viento desempolve sus historias desde la errante tiniebla. Aquí estamos esperando. Seguimos esperando” (Graciela Leguizamón Rodríguez, Sin espejos, 2016).
No sería exagerado hablar de la fortuna encontrada en el genio pictórico de Pedro Figari, “¿una suerte de Leonardo uruguayo?”, y aunque en su obra se representan criollos y escenas de diferente índole, la invitación a estas líneas está dada por su recreación de los candombes.
Pensemos entonces que para adentrarnos en el tema hay que hablar del candombe como expresión cultural afrouruguaya, nacida de los aportes que de su cultura hicieron los distintos pueblos venidos del África obligados y esclavizados, y como acto de resistencia es un hecho de sincretismo cultural.
Me interesa rescatar esta nota del libro El tango y sus circunstancias para mejor comprensión del cuadro La belleza del día que se sugiere para este artículo. En lo relativo al candombe, respecto del paso, “el gran Pedro Figari, consular figura de la más brillante generación uruguaya y platense, la de entre dos siglos, plasmó en su notable obra de pintor el paso de candombe. El quiebre de cintura, erecto el torso, los hombros adelante y la cabeza levantada, moviendo la pelvis a compás, cruzando los pies y avanzando en zigzag, con paradas (el paso como indeciso que dice Vicente Rossi) que responden a los silencios musicales... Este ha de ser el gran aporte del negro al tango, este como prenuncio del carácter, del estilo, de la coreografía tanguera” (1).
A lo largo de este ejercicio de escritura me encontré a Ildefonso Pereda Valdés, quien buscó para su creación poética el negrismo y se interesó por la obra de Pedro Figari, “la cual había alcanzado amplia aceptación entre los intelectuales renovadores del Río de la Plata entre quienes el abogado y filósofo era venerado como maestro en la década del veinte” (2). Veamos entonces la siguiente nota: “En un artículo publicado en La Cruz del Sur, donde elogia los cuadros del pintor por la vida e intensidad de sus personajes, Ildefonso se centra especialmente en la serie de los Candombes que es evidentemente la línea pictórica que más le interesa en estos momentos. Dice: Los negros sensuales de Figari forman un conjunto aristocrático, con un espíritu de clase que no quiere la confusión con los blancos. Tienen sus trajes —imitación de los trajes de los señores— sus bailes, sus reuniones secretas, completamente herméticas, a las que solo ha podido penetrar Figari, cronista fino de los negros” ( Ildefonso Pereda Valdés, “sobre Figari”) (3).
Y decir entonces que la plástica de Figari plasmó esta danza que da cuenta de una expresión cultural que marcó su influencia en la formación del tango, lo mismo que la habanera y la milonga.
En la biografía del uruguayo Pedro Figari, hijo de inmigrantes italianos (1861-1938), aparece la profesión de abogado y fue notable la defensa que hiciera en su ejercicio del alférez Enrique Almeida, señalado de cometer un crimen con tintes políticos. Este pasaje del jurista ha sido comparado con el caso Dreyfus plasmado por Émile Zola en el libro Yo acuso.
Más tarde, el defensor, quien logró la absolución del alférez escribió el libro Un error judicial, en el cual explica los argumentos de la defensa. Quienes han estudiado su vida dicen que mientras investigaba el caso y trabajaba en él, dibujaba bocetos del juicio, aún no había empezado a pintar su obra famosa. Sí que la hizo en los umbrales de los sesenta años y en una forma evocativa.
Es mencionado por Borges en Historia Universal de la infamia como pintor triunfador en París, después Julio María Sanguinetti, expresidente de la República Oriental del Uruguay, le rinde homenaje en un libro El doctor Figari. En la presentación del mismo se puede leer: “En este libro se narra la peripecia de un auténtico "hombre universal", ¿Una suerte de Leonardo uruguayo?, ávido de saberes, oficios y pasiones... en este texto el Dr. Sanguinetti evoca también al filósofo y al pedagogo, al pensador y al humanista que se adentró en la elaboración de entramados conceptuales originales que aún hoy nos interpelan. No falta el Figari admirado y respetado por otros intelectuales y artistas que con él compartieron, en América y Europa, tiempos de efervescencia creativa, como Güiraldes, Reyles, Borges, Martinenche, Lesca, Delacroix, Roustan, Supervielle, Valéry, Ortega y Gasset” (4).
“El hecho de que el poema La guitarra de los negros esté dedicado a Figari indica suficientemente esta filiación explícita entre la serie de los Candombes del pintor y la plasmación poética de Pereda de Valdés” (5). Y el también uruguayo Rubén Rada se sumó al homenaje sacando a luz su creación Candombe para Figari:
Querido amigo Figari,
pintor de la tierra mía
usted nunca imaginó
que un candombe le daría.
De tanto mirar sus cuadros
aquí y en tierras vecinas
me di cuenta que pintó
música como la mía
La música y la pintura
andan por la misma vía
Usted pinta la emoción
yo versos con armonía (...)
(1). Assunção, Fernando O. El Tango y sus circunstancias.(1880-1920). Pág 78.
(2) Viqueira, Rodrigo. Negrismo, vanguardia y folklore. Editorial, Rebeca Linke, editoras. Pág 68.
(3) Idem. Pág 72
(4)https://books.google.com.co/books/about/El_Doctor_Figari.html?id=jsxWAwAAQBAJ&redir_esc=y, consultado el 16 de febrero 2021.
(5) Viqueira, Rodrigo. Op cit. Pág 69.