Son días difíciles en la mente y el corazón, está todo turbulento. Afuera todo arde, los páramos, las montañas, los incendios van en aumento, mientras el silencioso avance de la capital es incalculable. ¿se puede comparar el avance del capitalismo como un incendio? El humano generalmente logra apagar los incendios con ayuda de las personas, comunidades, organismos y demás, ¿acaso la humanidad puede contener el capital? Me gustaría pensar que sí, pero caería en el hueco de Alicia en el país de las maravillas.
Quizás la emergencia no se trate de contener, si no de generar alternativas para superar el paradigma y proponer otras formas de mundo, a esto se refiere el Buen Vivir o el Vivir Bien, el paradigma biocéntrico, en donde las propuestas son plasmadas desde las voces y las experiencias de las comunidades campesinas, indígenas y afros.
Lo anterior nos recuerda la necesidad de un pensamiento en contra del modernismo y del colonialismo, en eso debemos tornarnos, no lo podemos olvidar. Las décadas del camino de la revolución del pensamiento latinoamericano han sido en vano, si no pasamos a implementar con urgencia las otras formas de mundo desde la cosmovisión de las comunidades que resisten al capitalismo y que durante décadas han sobrevivido frente al voraz avance de la modernidad y del capital.
¿Cuánto demora la recuperación de un páramo después de un incendio? Miles y miles de hectáreas calcinadas, el aire solo huele a quemado, los frailejones grises, caen partículas de ceniza sobre los hombres, hay sed, pocas manos, unos que otros helicópteros y eso donde hay o donde llegaron las ayudas y resultados de la burocracia y la politiquería.
El ejército ha quedado ahora como salvador para apagar un incendio. Acaso los héroes, ¿no son también los campesinos que cuidan los páramos por siglos?. ¿Cuál sería la responsabilidad de los gobiernos locales?. Hasta dónde nos llevará el discurso del negacionismo de la crisis climática y la emergencia humanitaria.
Como dice la canción Póngale cariño al monte de Jorge Velosa, “El monte se está acabando y lo seguimos quemando, Y lo seguimos talando el monte se va a morir … Que será de mi (Que será de mi), Que será de él (Que será de él), Que será de todos (Qué será), Que vamos hacer (Qué vamos hacer), El monte se muere (El monte se muere) Que será de él (Que será de él), Que será de todos (Qué será), Que vamos hacer (Qué vamos hacer)”
¿Cuánto demora la recuperación de un río tras la construcción del embalse de una hidroeléctrica?, sinceramente puedo decir que nunca se recupera, y no hablo desde la biología, sino desde el sentir y entender al río como un ser vivo, desde mi voz como campesina que creció entre ríos y que ve con tristeza como hoy se agota su caudal.
Imaginen que se siente que repriman sus agua, que se encierre, que se límite y que se explote. Por un lado entra agua represada y por otro salen números que inflan las estadísticas de crecimiento de las empresas que mercantilizan no solo el agua, si no la vida y las tristezas y violencias de las comunidades que fueron despojadas de sus formas de vida. ¿De eso se trata el desarrollo y el progreso? ¿Quién les mintió tanto?
Ahora, ¿Cuánto demora la recuperación o los resultados de un plan de compensación por los daños hechos a un territorio, explotado por una mina de carbón a cielo abierto?
Sé quedan pensando, parece que no se puede responder. En el imaginario colectivo sabemos la respuesta, conocemos ya que los proyectos de muerte implantan más que muerte y que después de allí no hay más nada.
¿Acaso van al cielo los páramos, los ríos, las lagunas, las montañas? ¿Tendríamos que preguntarle al papa?, no sé qué respondería, me gusta recitar en mi mente que él daría esa explicación que se escucha en las plegarias de los curas conservadores, los que dicen que el infierno se paga aquí en la tierra y como humanidad, la verdad, estamos condenamos a eso mismo y peor.
Los países del primer mundo se encuentran ya tramitando licencias ambientales para explotar el mar, para explotar gas disque natural. Los países del primer mundo hablan desde hace décadas de la necesidad de generar energías limpias y renovables. ¿Qué tendrá de limpio y renovable realizar extractivismo y neoextractivismo en el mar?, entonces porque los humanos no habitan el mar ¿ahora quieren explotar esos ecosistemas? Que podríamos decir, no les bastó con acabar y desplazar a miles de sus territorios para declararse países “desarrollados”.
Sea como sea, el punto es que América Latina en su condición de país subordinado ante las potencias, no debería seguir pagando con las deudas ambientales del primer mundo. Vemos como discursos como la transición energética se han popularizado, no basta solo decir que es una emergencia esa transición, si no que hay que hablar de voluntades políticas y sociales que muy posiblemente queden truncadas por los períodos de cuatro años, o por la negación a la crisis climática, ambiental o civilizatoria.
América Latina es un bien común, (el término bien común interpretándose como un bien de todes, lejos de la visión económica, productivista y mercantilista). Es deber de cuidar de este bien común y de no perder la esperanza. Este territorio que ha mostrado su enorme capacidad para recomponerse, surgir, revolucionarse, armarse de cenizas, reconstruirse, ahora propone nuevas alternativas para la vida. En la cosmovisión campesina, indígena, afro, afro indígena, se encuentran las respuestas para implementar con urgencia, y replicar como un “incendio” el Buen Vivir latinoamericano.