No se pudieron aguantar, Daniel Quintero los llevó al límite: les tocó llamar a todas sus fichas para salir juntos, tomados de sus billeteras, como lo hicieron durante tantos años en Medellín.
Aldo Cívico, periodista y exmiembro del periódico El Colombiano, en su cuenta de Twitter creó un hilo en el que hizo el llamado a uribistas y fajardistas para hacer un gran bloque en el que excluyó a cualquier mujer, pero en el que incluyó a las facciones más representativas de la tradicional maquinaria medellinense como el fiquismo, los Paolos, los Bernardos Guerra, los Ramos... definitivamente, los de siempre.
Inmediatamente, varios de ellos respondieron con un tuit de "firmes", como fue el caso de Alfredo Ramos, Juan David Valderrama, Bernardo Alejandro Guerra y Simón Molina. Van llegando en una fila organizada con la mano firme y el corazón de un expresidente latiendo en su pecho.
Lo extraño es que en todas estas convocatorias de la revocatoria no nombran ningún barrio, comuna, corregimiento, ni tampoco líder comunitario y lideresa de la ciudad. Su grito es de desespero y echan mano de las maquinarias, de los apellidos y de los partidos que fueron sus verdaderas armas para mantenerse siempre en el poder.
La revocatoria y las veedurías, que en su esencia son populares, ciudadanas y democráticas, hechas de ideas, encuentros de argumentos, con calle y liderazgos hechos a pulso, en este caso no son más que son cascarones corporativos vacíos, decorados con colores desgastados de movimientos y partidos momificados y de apellidos que se repitieron una y otra vez en tarjetones por décadas.
Pero el gran hito de esta descabellada carrera revanchista de la revocatoria es que no les quedó más remedio a los fajardistas que arroparse en el escudo de su casa natural, el uribismo pura sangre.