Este fin de semana se celebrará una importante reunión en la que la dirección del partido Farc y los delegados de los Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación, ETCR, analizarán de manera objetiva los avances y dificultades del proceso de reincorporación, con el objeto de establecer pautas de actuación hacia el futuro.
Se denominaron ETCR a las antiguas zonas veredales concebidas para el cese bilateral de fuegos y la dejación de armas. Cumplido ese proceso, se requerían lugares aptos para posibilitar la reincorporación colectiva pactada en el Acuerdo Final. En un principio fueron concebidos 26 de ellos. La práctica produjo unos cuantos colectivos más.
Los ETCR iniciales se encuentran en Antioquia, cinco, en Caquetá, dos, en Cauca, cuatro, en Guaviare, dos, en Meta, tres, en Tolima, dos, al tiempo que hay de a uno en Putumayo, Norte de Santander, Nariño, Guajira, Cesar, Córdoba, Chocó y Arauca. El número de nuevos colectivos generados por el proceso ha ido en aumento.
En Cauca surgieron nueve, en Toribío, Caloto, Corinto, Guapi, Jambaló, Argelia, Patía-El Estrecho, Santander de Quilichao y El Tambo. En Chocó, dos, en Quibdó y Carmen del Darién. En el Meta, dos, en sitios distintos de La Uribe. En Sucre, cinco, en Sincelejo, Coveñas, San Onofre, Chalán-Coloso y Los Palmitos-Morroa. En Tolima, dos, en Ibagué y Las Hermosas.
En el Valle también se formaron dos, en Cali y Tuluá. A ellos podemos añadir de a uno en Risaralda, Pueblo Rico, en Norte de Santander, El Tarra, en Nariño, Cumbal, en Bolívar, Carmen de Bolívar y en Caldas, Riosucio. Por su parte, en la propia capital de la República, Bogotá, hay cuando menos 300 exmilitantes de las FARC en proceso de reincorporación, otro colectivo en gestación.
Se espera que al balance a desarrollar se presenten delegaciones de todos ellos, lo cual permitirá una radiografía exacta del verdadero estado en que se halla el cumplimiento del Acuerdo Final en materia de reincorporación. Será la primera vez, tras el Congreso fundacional del partido celebrado el año anterior, en que se reúna tal número de exguerrilleros a meditar en su suerte.
Desde luego que hay un conocimiento aproximado de la situación que se vive en esos lugares. En todas partes los antiguos guerrilleros pasan trabajos enormes. Como seres humanos requieren de servicios básicos como agua, luz, alcantarillado, comunicaciones, a los que se agregan necesidades elementales como salud, educación y alimentación.
Ningún proyecto productivo se ha puesto en marcha.
Es pobre el avance en sentar las bases para una producción económica propia.
A las que hay que añadir la posibilidad real de trabajar para ganarse la vida lícitamente. En todas estas materias la deficiencia es enorme y de ello dará cuenta el informe de cada espacio. Ya se anunció oficialmente que el apoyo alimentario terminará en junio, al tiempo que se recortará aún más la pobre asistencia sanitaria. Ningún proyecto productivo se ha puesto en marcha.
Sorprende que en tales circunstancias una buena parte de la antigua militancia guerrillera permanezca unida, con las expectativas vivas por la construcción del sueño colectivo de reincorporación social, económica y política. Su férrea voluntad contiene la semilla de lo que será la nueva Colombia.
El Estado suministra 703.000 pesos mensuales a cada exguerrillero por dos años, de los cuales han transcurrido ocho meses. Inicialmente giró a cada uno dos millones a manera de asignación básica por una sola vez. En adelante tendrán que arreglárselas solos. Se supone que en esos dos años se sentarán las bases para su producción económica propia.
Del pobre avance en esta materia se tratará en el balance previsto. Pero no en la idea de rasgarse las vestiduras y considerarse vencidos. No se trata de la primera materia en la que el Estado, y particularmente el gobierno de Juan Manuel Santos, han demostrado su escaso interés en que se cumpla lo firmado en La Habana y Bogotá.
Quienes hemos cumplido sagradamente cada uno de los compromisos acordados somos las Farc. Algunos de nuestros excombatientes desertaron del proceso de paz, optaron por seguir en armas y hacen llamados a los demás a la guerra. También declaran como objetivos militares a quienes firmaron el acuerdo y trabajan pese a todo por su materialización.
No es culpa nuestra que procedan así. Su desenfoque ideológico y político es ajeno a la histórica estrategia de las Farc. Sin un objetivo realmente alcanzable por esa vía, la lucha armada carece de sentido. Una insurrección triunfante solo será posible si millones de personas se alzan contra el régimen. Pequeños grupos descompuestos y aislados en la selva jamás lo conseguirán.
Los verdaderos revolucionarios asumen los retos que traen los tiempos, luchan con la verdad contra la mentira dominante, allí donde está la gente que clama por el cambio y junto a ella. No se desesperan, comprenden la dimensión real de la batalla que libran y lo que más conviene a la causa en cada momento. Están en el partido de la rosa.