La forma más segura de lograr que las personas actúen de manera deseable es recompensarlas por hacerlo, en otras palabras, darles incentivos. Desde ese punto de vista, los incentivos se convierten en un arma de doble filo que puede ser utilizada para el bien…y para el mal. De esta dualidad radica la enorme importancia de diseñar los incentivos con inteligencia y sagacidad. Aquellos incentivos bien diseñados que cumplen con los objetivos que se proponen se denominan virtuosos o positivos. Por el contrario, los incentivos que logran resultados no deseados o que logran es el revés de lo que se proponen, se denominan incentivos perversos o negativos.
El economista Dwight Lee trae a colación un excelente ejemplo del funcionamiento de los incentivos:
La práctica del gobierno británico de contratar a capitanes de barco para transportar prisioneros a Australia en la década posterior a 1860, constituye un buen ejemplo. La tasa de supervivencia de los prisioneros embarcados a Australia era del 40 por ciento y se sabía que era muy baja. Grupos humanitarios, la Iglesia y algunas agencias gubernamentales apelaron a los capitanes con argumentos morales para que mejoraran la tasa de supervivencia dando un tratamiento más decente a los prisioneros transportados. A pesar de estas apelaciones la tasa de supervivencia se mantuvo en 40 por ciento. Finalmente, un economista llamado Edwin Chadwick recomendó un cambio en los incentivos. En lugar de pagar a los capitanes una tarifa por cada prisionero que subía al barco en Inglaterra, Chadwick sugirió pagarles por cada prisionero que bajara del barco en Australia. La mejora fue inmediata y dramática. La tasa de supervivencia se incrementó a más de 98 por ciento, ya que el capitán ahora tenía un buen incentivo para proteger la salud de los prisioneros, reduciendo el número que llevaba en cada barco y proveyéndoles de mejor comida e higiene en el viaje.
En días recientes ha aparecido en la prensa un interesante caso de incentivos mal diseñados que terminaron causando bastante más perjuicio que beneficio. El banco estadounidense, Wells Fargo, impuso una serie de incentivos monetarios para todos los empleados que lograran captar nuevos clientes. Los empleados se dedicaron fue abrir cuentas y a expedir tarjetas de crédito a millones de clientes inexistentes, sin que los altos ejecutivos de Wells Fargo detectaran el tinglado que se estaba montando. La multa que van a imponer las autoridades al banco va a ser gigantesca, multa dirigida a una cúpula administrativa que no se percató que el incentivo que ellos diseñaron, sin control alguno, podía desembocar en un fraude descomunal.
Si empiezan a entregar tierras a campesinos
que no tienen ninguna intención de explotarlas,
la tierra se va a perder
En Colombia el gobierno acaba de firmar 114 compromisos con las Farc y para poder cumplir estos compromisos va a tener que diseñar una serie de incentivos para asegurarse que las tierras que entregue no permanezcan improductivas y que los recursos entregados terminen en actividades distintas a las que deben utilizarse. Por ejemplo, si empiezan a entregar tierras a campesinos que no tienen ninguna intención de explotarlas, la tierra se va a perder. Si la tierra que se va a entregar no va acompañada de herramientas y estímulos para desarrollarla; y simultáneamente de mecanismos para quitarles las fincas en caso de que no las exploten, todo el ejercicio de Reforma Agraria Integral va a ser en vano. Se va a desperdiciar entre tres a diez millones de hectáreas y miles de millones de pesos.
Igualmente ocurre con los fondos que van a entregar a los exguerrilleros que se desmovilizan y que quisieran adelantar proyectos productivos. Si no existe un marco normativo y una Agencia que acompañe a los eventuales emprendedores a invertir de manera prudente y adecuada estos fondos, esa ‘platica’ igualmente se va a perder. Es indispensable ponerle sensatez e inteligencia en diseñar de manera correcta los incentivos que van a acompañar la entrega de tierras y de fondos.
