El idioma nace y muere en la calle. Nombrar las cosas del universo es, tal vez, la única virtud puramente humana. Así que aunque los académicos usen corbata y hablen bonito, las palabras son paridas en la calle, mucho antes de llegar a los diccionarios, que siempre, por lo tanto, nacen viejos y a destiempo, mas no por ello pierden su virtud de grandes tesoros de sus culturas.
Así que no habrá juez ni magistrado ni jefe de Estado ni hombre de academia capaz de obligarnos a nosotros, el populacho (en el más grande y digno sentido de esta palabra), a decir o no decir.
Nadie nunca se inventó que el masculino es el género no marcado: fue culpa del uso, y los académicos convierten el uso en teoría y norma. Ahora, ¿qué cosa es el género no marcado? Los sustantivos del español pueden ser de género masculino o de género femenino. Por desgracia, me quejo yo, no tenemos uno neutro, como si lo tiene el latín. Pero, pilas, el género no es el sexo: el género es una cualidad de la palabra, es cosa de la gramática. Porque si bien es cierto que casi todas las palabras terminadas en o son masculinas, usamos “la mano” y no “el mano”. Y si bien es cierto que lo contrario puede afirmarse de las terminadas en a, decimos “el mapa” y “el aroma”. Por su parte, y dicho de paso, “triz” indica femenino: por eso tenemos la palabra actriz y también, con otro significado, actora, y, asimismo, por eso es ilógico decir “sector automotriz” (sector es masculina).
¿Un árbol es hombre o mujer? No sé, pero su palabra es masculina y termina en consonante. Para nosotros, la luna es dama y el sol es macho, pero para los alemanes el mundo funciona al revés (al derecho para ellos): la luna es macho y el sol es dama, lo cual demuestra que el género de una palabra no siempre indica el sexo del ser que nombra. Bellas y distintas maneras de entender al universo.
El idioma es inocente: no es su culpa que en su estructura gramatical, obra de todos y de nadie en particular, “los estudiantes” pueda incluir a hombres y a mujeres, pero “las estudiantes” solo a mujeres, ni tampoco que carezca, me quejo, de sustantivos neutros.
En su estructura gramatical es correcto decir “los estudiantes y las estudiantes”, ¡pues claro! El problema es que los textos serían extensos y enredados. Es incorrecto, eso sí, decir “los y las estudiantes”. Pero como la lengua respira, ¡y con qué fuerza!, la idea de corrección es endeble y una simple mortal.
Cambia, todo cambia: quizá aparezca una fórmula para construir sustantivos neutros, quizá “las estudiantes” termine incluyendo a los hombres y “los estudiantes” no incluya más a las mujeres. Tal vez, por qué no. Recuerden que el español no es hijo del latín que hablaba Cicerón, sino del latín del populacho, y que si el idioma fuera casto y puro, el español no existiría (hablaríamos latín “vulgar” todavía).