En política, queridos amigos, un año no es el veinticinco por ciento de cuatro. Un año, cuando es el primero, puede ser más de la mitad de los cuatro. Los politólogos franceses llaman a esa primera etapa del cuatrienio la Grace de L’etat , que es cuando todos, hasta los opositores, pueden perdonar mucho con tal de abrir el corazón a la esperanza.
No es fácil el balance de un Gobierno que tuvo la audacia de omitir el de los bienes y males recibidos, solo para no herir susceptibilidades ni exponerse a críticas y debates amargos.
Tampoco es fácil medir realizaciones contra proyectos, cuando no hay ninguno ordenado, concluyente. El Presidente Uribe prometió seguridad y desarrollo, y cumplió desde el primer día. Santos prometió la paz y no la ofreció nunca, pero la reclamó siempre como su gran victoria. El Presidente Duque no tiene una idea prevalente, un objetivo esencial, un propósito que conmueva y apasione. Habla de todo, según el suceso del día y los vientos que en el momento soplen.
La seguridad es un desastre, como lo sienten los colombianos y lo repiten en cada encuesta que se les hace. Y la columna dorsal de la seguridad, la lucha contra el narcotráfico, una calamidad.
Hay que reconocer los arrestos del Presidente cuando dice ante el país que está muy ufano porque los cultivos de coca no han crecido. Muestra como gran triunfo que estamos en las mismas doscientas diez mil hectáreas de coca que recibió de Santos, porque erradicó ochenta mil. ¡Lo que quiere decir que le sembraron ochenta mil!
El Presidente Uribe recibió el país con ciento cuarenta y cinco mil hectáreas de coca y al cabo del primer año las llevaba en setenta mil, algo menos que la mitad. Eso es un éxito. Lo otro, un consuelo lamentable.
El Presidente Duque llegó con el respaldo impresionante del CD
MIRA, Colombia Justa y Libre y el Partido Conservador.
Y no ha podido consolidar una mayoría parlamentaria
El Presidente Uribe llegó al Gobierno sin un parlamentario que fuese suyo, en términos políticos. Y forjó una mayoría incontrastable sin regalar un peso ni un cargo. Porque tenía una Política. El Presidente Duque llegó con el respaldo impresionante del Centro Democrático, MIRA, Colombia Justa y Libre y el Partido Conservador. Y no ha podido consolidar una mayoría. Cada trámite de cada Ley es un albur y cada día en el Congreso una incógnita, porque no tiene una política que pueda establecer diferencia entre los amigos y los enemigos de su indescifrable gobierno.
Al Presidente Duque le entregaron una economía vuelta pedazos y no ha podido enderezarla. El crecimiento del 3 % del PIB que se proyecta para este año es una desventura. Desventura que trae de la mano la compañera inseparable de todas las de su especie, que es el desempleo. El mismo que se vuelve catástrofe cuando muestra el mayor desempleo juvenil del continente americano, puestos a un lado los casos inexpresables de Haití y Venezuela.
Esa lamentable circunstancia económica, que no se deja sobornar con discursos ni con logros menores, viene como ciertas aves, en bandadas. El desempleo llega con hechos sociales tan duros como las pandillas en las ciudades y la violencia en los campos. Y cuando de los jóvenes se trata, con algo peor: la migración de los mejores y la insubordinación de los demás.
La crisis económica danza en pareja con la debilidad dramática del sector externo de la economía. Una balanza comercial con casi mil millones de dólares mensuales de déficit es una vergüenza. Hace sesenta años exportábamos café y un poco de petróleo. Ahora exportamos petróleo y un poco de café. Y el Presidente tiene bien guardado, porque suponemos que lo tiene, un gran proyecto exportador para el país. El resultado final es demoledor, como que vamos a completar el mayor déficit en cuenta corriente de América, que ronda los diecisiete mil millones de dólares. Y para colmo, controlamos el dólar con las remesas, un eufemismo que oculta la moderna ventanilla siniestra del Banco de la República, en otra época tan famosa.
Hay desarrollos interesantes en varias áreas significativas, como en tecnología, conectividad con el mundo y en el interior, planes educativos, mejoras en la construcción de carreteras y puentes, esfuerzos en salud, empeños por salvar la alicaída construcción, orden financiero, mejoras en turismo, en ciencia y tecnología. Que le hacen contraste, claro, a otros fracasos estrepitosos como en la lucha por una justicia eficaz y decente, en la utilización del fracking para la exploración de petróleo y en el combate a los lavados de activos.
El colombiano medio hace por su cuenta el balance, que no es alentador. En este año de la “Gracia del Estado”, la imagen del Presidente es regular con tendencia a la baja y el pesimismo reina en el corazón de la inmensa mayoría.
Es tiempo de hondas reflexiones y valerosas decisiones. Todo está en manos de persona tan excelente como el Jefe del Estado.