Aquí sobrevivimos los locombianos sin cumplirse el vaticinio de que al país se lo iba a llevar el diablo si ganaba el Sí y se firmaba el acuerdo con las Farc, pues con los recientes escándalos en las altas cortes y sus entronques de corrupción con la Fiscalía y Procuraduría, más la persistencia de la delincuencia común, otras guerrillas y las bacrim disputándose el narcotráfico y minería ilegal en el terreno despejado y en los centros urbanos, al fin entendimos que las Farc simplemente eran uno de los tantos círculos o pailas en el infierno de corrupción, clientelismo y violencia en que vivimos revolcados desde que –para no remontarnos al siglo XIX— mataron a Gaitán, pasando por el Frente Nacional y todos los sucesivos gobiernos de los presidentes que a su antojo, con sus cuadrillas de dirigentes de los partidos tradicionales liberal y conservador y sus hijos deformesse han repartido el presupuesto del Estado (Ejecutivo, Legislativo y Judicial, Fuerzas Armadas).
Locombia es una “cleptocracia”, como atinadamente lo señalaba Gustavo Álvarez Gardeazábal en su reciente columna, donde gracias al ejemplo que dan sus dirigentes y descendencias de delfines heredando los altos cargos públicos, el Congreso y la repartición amañada de cargos, presupuestos, ‘cupos indicativos’, licitaciones, etc; el resto de la población aprende, y se siente con patente para robar, según sus posibilidades. Así no es de extrañar que los vecinos de la patrulla emboscada por integrantes del Eln o por una disidencia de las Farc vinculada al narcotráfico —en la que fueron rematados un oficial y dos agentes que colaboraban en acciones relacionadas con la reintegración de guerrilleros desmovilizados—, en lugar de arrimar a socorrerlos, se llevaron sus pertenencias y armas; o tal como acaba de suceder en Bogotá, con el conductor de un bus de transporte público, que después de bajarse a ayudar a una pareja de motociclistas que acababa de atropellar, fue asaltado por delincuentes que le robaron el celular y otros artículos.
Son años y generaciones conviviendo en una sociedad inequitativa donde rige la ley del ‘sálvese quien pueda’ y la ética y valores que permitan una convivencia sana, son ‘animales raros’, en un ambiente con gran concentración de riqueza acumulada por unos pocos gracias a la violencia y el engaños, como sucedió con las tierras arrebatadas a los campesinos en los años 40, 50 y 60, en medio de la violencia liberal-conservadora, o la que sucedió después en los 80, 90 y del 2000, aupada por el narcotráfico y los paramilitares aliados con hacendados, industriales, políticos y penetrando todas las ramas del poder público para adecuar las leyes y las instituciones a su servicio y apoderándose de paso de alcaldías, gobernaciones, organismos de control y la Justicia.
Sin embargo, un año después del plebiscito y conocidas todas las artimañas que usaron los ganadores para engañar a miles de votantes incautos, mirando el vaso medio lleno para no dejarnos arrastrar por la desesperanza, vemos que a pesar de los presagios apocalípticos difundidos por los enemigos del acuerdo de paz con las Farc, estas se desmovilizaron, entregaron las armas, parte de sus bienes y fundaron un partido político para participar en futuras elecciones; a pesar del incumplimiento del gobierno en puntos elementales como la adecuación de los campamentos veredales y otros relacionados con la liberación de guerrilleros rasos presos y aprobación en el Congreso de puntos clave del acuerdo relacionados con la Reforma Rural Integral, las Reformas Política y Electoral, la puesta en marcha de la Justicia Especial para la Paz (JEP), etc.
A pesar de las bestialidades que acostumbran hacer los grupos guerrilleros en vísperas de firmar acuerdos de cese al fuego, como las recién cometidas por el Eln, emboscando policías y contaminando ríos al volar oleoductos, y mirando el vaso medio lleno, es un avance que después de 50 años de existencia y la visita del Papa Francisco, este grupo guerrillero desde su origen marcado por curas rebeldes como Camilo Torres Restrepo, haya aceptado un cese al fuego hasta el 9 de enero de 2018, para continuar en Quito, negociaciones con delegados del gobierno nacional y varios países mediadores.
Para limitarnos al control de la violencia armada, también es positivo que después de golpes contundentes dados por las fuerzas armadas, los dirigentes del clan del Golfo estén negociando su sometimiento a la justicia, como paso previo a que el Estado y sus instituciones al fin lleguen a regiones apartadas en manos de grupos armados.
Pero en el campo político es donde hay mayores esperanzas, a medida que crezca la coalición que con Fajardo, Claudia y Robledo catapultados por su trayectoria ejemplar, estén encabezando las intenciones de voto de colombianos hastiados de Uribe y Santos y sus torcidos compartidos o actuales.