Tres noches después de que un policía le dispara en la cara Sebastián Díaz un estudiante de veterinaria que cursa quinto semestre en la Universidad Antonio Nariño, no puede dormir. El dolor es intenso, casi paralizante. Como flashes le vienen a la cabeza lo que sucedió.
A las dos de la tarde del pasado domingo 22 de enero llegó al planetario de Bogotá. A esa hora, más de diez mil manifestantes se arremolinaban alrededor de la Plaza de la Santamaría. Después de cuatro años las corridas de toros volvían a la capital del país. Díaz había quedado de encontrarse con un amiga. Bajó unos pasos hasta la carrera séptima. A esa hora habían niños aun andando en sus bicicletas. La ciclovía estaba abierta. Había un cordón de seguridad compuesto, en su mayoría, por policías bachilleres que rodeaban el parque de la Independencia. Sebastián encontró a su amiga, ambos se unirían a las voces de protesta. Él, quien en sus ratos libres se dedica a pasear y cuidar perros, es un férreo animalista que no pertenece a ningún partido político o agrupación.
Sebastián sacó su celular del maletín, iba a llamar a otras personas que asistirían a la protesta cuando apareció el ESMAD. Según testigos nadie se manifestaba con violencia a pesar de que algunos desconocidos empezaban a agredir con escupitajos e insultos a los asistentes a la Corrida. Sin embargo el ESMAD apareció arrojando gases lacrimógenos para dispersar a los manifestantes, en estampida se fueron esparciendo por la carrera séptima. Díaz perdió contacto con su amiga que salió corriendo. A pocos pasos de él una lata de gas lacrimógeno cayó. Él la pateo para dispersar el humo cegador. Sin previo aviso un agente del ESMAD con número de identificación, 078118, según su uniforme, le disparó a quemarropa. Las gafas salieron volando, el celular también. El quemonazo en su mejilla derecha lo inmovilizó. Sangraba. El ESMAD se lo quería llevar para la UPJ. Sus amigos lo impidieron. Lo trasladaron a la clínica Marly. La herida era de consideración. Lo remitieron al San José en donde le aplicaron treinta puntos.
Setenta y dos horas después del incidente nadie de la Alcaldía de Peñalosa o de la policía lo ha llamado. El dolor aumenta cada vez más. Su rostro nunca será el mismo.