Ha partido hacia la eternidad el camarada Carlos, ícono de la lucha por la paz y la solución política y negociada al conflicto social, político y armado de nuestra nación.
A Carlos lo conocí en mis tiempos de militante de la gloriosa Juventud Comunista Colombiana, su recuerdo no es otro que el del compromiso constante por la lucha por una Colombia en paz, por el socialismo, por la revolución y por la comunicación de las ideas comunistas en Colombia.
No preciso el número de veces que aceptó complacido, como siempre, a las invitaciones que le hiciéramos a las charlas y conferencias sobre la solución política y negociada en la ciudad de Barranquilla. Corrían los tiempos más oscuros y tenebrosos de la república, eran los tiempos de Álvaro Uribe Vélez.
Tenía una disposición particular que a no pocos “viejos” del PCC les conocí para asumir la tarea de compartir sus ideas ante el público que fuera, en realidad transmitía inspiración y esperanza en momentos aciagos de represión, estigmatización y muerte que muchos padecimos durante aquellos tiempos, que hoy se proponen retornar al poder.
Nunca decía que no a las conferencias que desde nuestro activismo universitario le proponíamos, siempre ajustaba su apretada agenda de miembro del Comité Ejecutivo Central del PCC, de director del Semanario Voz y las que implicaban su rol de dirigente nacional y luchador por la paz.
De rostro bonachón y de palabra pausada, gozaba de una fuerte solidez intelectual que le permitía desentrañar las diversas aristas políticas que el convulso momento presentaba y transmitirlas con sencillez, con pedagogía para que todo el mundo entendiera el mensaje, como tiene que ser.
Su partida deja un vacío enorme en el estandarte de revolucionarios auténticos que entregaron su vida entera por una idea, por una causa justa que hoy sigue más viva que nunca.
A Carlos le agradezco enormemente sus enseñanzas, su ejemplo de hombre y revolucionario intachable, y por permitirme publicar mis primeras líneas en el Semanario Voz, tribuna desde la que los comunistas y revolucionarios de Colombia llevan décadas clamando por la igualdad social, la justicia, la paz, la democracia y el socialismo.
Una vez le pregunté sorprendido que en una intervención magistral explicó el por qué de la viabilidad y necesidad del socialismo cuando nadie más se atrevía a hacerlo, él atinó a responder que uno tiene que defender sus ideas y expresarlas en cualquier lugar, con fundamento y contundencia.
A su familia, a su hijo Carlos con quien compartimos militancia y buenos momentos, a su ahijada y entrañable amiga, Johana, a toda la militancia comunista de Colombia, mi más enérgico abrazo solidario, mi solidaridad más profunda por su partida.
Los colombianos le debemos mucho a Carlos, su aporte al fin de la confrontación armada más larga del continente y allanar caminos para la reconciliación y la paz, es francamente invaluable.
Hasta siempre camarada Carlos, hasta siempre.
¡Venceremos!
Con afecto revolucionario.
