Se acercan las elecciones de mitaca en Colombia, en las que irrumpe con mucha fuerza el sector político que actualmente gobierna el país, que gira en torno a una figura mítica, que busca un pensamiento homogéneo y un poder hegemónico, que les sirva para perpetuar sus iniciativas en el poder y lo que algunos llamarían un legado. Esto solo sería un argumento central, sin arandelas.
Durante los dos períodos del gobierno anterior ha detentado el poder en el Magdalena, con una larga estela —que no es del tema indagar—, un sector político cercano al anterior vicepresidente que, de seguro, desde el gobierno nacional intentará que pase al control disciplinar de su militancia. Eso es normal. Sin embargo, no aparece aún la figura que encarnaría esta apuesta, sino que se pretende reelegir el líder de la saga familiar, que aún gobierna el departamento y que todavía no ha logrado cohesionarse con el actual gobierno nacional.
Además de lo anterior, en un escenario en que les sería muy sencillo sentarse a manteles a las élites tradicionales a definir la gobernabilidad regional para este período; se les aparece en el camino una amenaza que no tenían en el radar: desde el poder local en Santa Marta, el movimiento político alternativo, que lleva dos períodos gobernando, con un gran reconocimiento y aceptación en sus ejecuciones, pretende extenderse al poder regional —así como continuar su proceso en lo local— con la aspiración de su líder emblemático a la Gobernación del Magdalena, y de una de sus principales figuras a la alcaldía distrital, con el respaldo de diversas fuerzas progresistas y, que en perspectiva, cuenta con posibilidades reales.
El escenario en disputa, parecería la de un cristiano que entrara a la arena del circo romano, con no más herramientas que sus manos, a enfrentarse a un gladiador armado hasta sus dientes. El voto de opinión y los acumulados del Magdalena han sido un fenómeno en los recientes certámenes electorales que anuncia que la ciudadanía se puede pronunciar por la alternativa a la gobernación. Además, los últimos sondeos, muestran guarismos de equilibrio. Sin embargo, no es lo mismo ganarle a quien lleva ventaja, solo con el discurso, el liderazgo, la iniciativa, los sueños de la gente.
Se requiere una contundente coalición, desde todas las orillas, bajo el paraguas de un programa común, agendas sociales consensuados y mayorías en sus espacios de decisión, que reflejen, incluyan y representen a una nueva gobernabilidad , comprometida con la democracia amplía, la paz y los objetivos de desarrollo sostenible, para resolver, con políticas públicas, concertación, inversión social y participación ciudadana, las necesidades reales de una población deprimida, y de un departamento desconectado del progreso moderno, que parecería viviera en otra época.
Para poder enfrentar a estas fuerzas políticas, con tradición de poder en el departamento, es necesario un acuerdo político que posibilite una convergencia democrática, entre las fuerzas de avanzada, que añoran un mejor vivir en el Magdalena.
Además de lo manifestado, parte, en la práctica, de la unidad de acción en la candidatura alternativa a la gobernación y a las alcaldías, así como diseñar el procedimiento para presentar listas de coalición a las corporaciones públicas, o donde haya posibilidades, una política eficaz de alianzas, con sectores decentes.
Este acuerdo político para que el Magdalena vuelva a ser grana es necesario que cuente, como mínimo, con pactos sobre justicia social, recuperación de lo público, la lucha contra la pobreza extrema con redistribución equitativa de la riqueza y del saber, cero corrupción, reordenamiento del territorio alrededor del agua y de la adaptación al cambio climático, preservación de los parques naturales, agenciar y planear la conectividad —con infraestructuras sociales, energías limpias y con trabajo decente—, de las subregiones del departamento del Magdalena a través de un sistema público de transporte multimodal (que incluya tren de cercanías eléctrico, vía paralela al río, puertos y aeropuertos satélites subregionales, navegabilidad del río Magdalena y viaductos entre Ciénaga y Sitionuevo), ejecutar el Plan Maestro Quinto Centenario de Santa Marta, prestación pública eficiente de los servicios públicos domiciliarios, educación y salud preventiva, pública, económica, universal y de calidad, red equidad para el Magdalena, implementación de los acuerdos de paz, promover y apoyar iniciativas innovativas, científicas, tecnológicas, culturales, y artísticas, instalación de redes de fibra óptica con aprendizaje popular para su uso productivo, y, entre otros, consolidación de la Región Administrativa y de Planificación del Caribe (RAP Caribe), con miras a la creación de la Región Caribe Ente Territorial (RET). Con una convergencia así, decisoria, hay esperanza de conquistar el poder local y regional. Para allá vamos.