En el mundo sólo hay tres ciudades del tamaño de Bogotá que no tienen metro. Una es Kinshasa, en el Congo y la otra es Dakar, la capital de Senegal. Este abandono, digno de un país africano, convierte al taxi en una solución de transporte de primera necesidad. Y también ha ayudado a que Uldarico Peña, el zar de los taxis en Bogotá, atesore un poder que cada día crece más.
Nacido en Junín Cundinamarca, hace 80 años, Uldarico es de los pocos colombianos que se ufanan en decir en que él no tiene necesidad de llamar al presidente porque “Es él el que me llama a mi” como le afirmó hace poco a la periodista Virginia Mayer en una entrevista realizada para la Revista Don Juan. Contrarrestando ese ataque de sinceridad, Peña se recompone y recuerda su origen campesino y una presunta humildad que su pinta inmaculada y sobre todo la reverencia que sienten la mayoría de taxistas de la ciudad por él, niegan por completo. Este ex militar que en sus años mozos combatió a las guerrillas y que formó parte de la guardia presidencial del General Rojas Pinilla, no tiene empacho en decir que vive con su hijo Eljayek, acusado en más de una ocasión de haberse hecho dueño de una flota de taxis a punta de tutelas que le ha ganado al distrito, en una piecita en La Soledad en donde la situación está tan apretada que él, el hombre al que se le atribuye tener más de 28 mil carros en Bogotá y que fue capaz de paralizarle la ciudad a Antanas Mockus cuando este implementó el pico y placa en el 2001, ya está pensando en pedirle a junior para “La lechita”.
Alcalde de su propio pueblo, seguidor de Rojas Pinilla, Álvaro Uribe y Fernando Londoño, católico a ultranza, dueño de una Toyota azul comprada hace más de treinta años, Uldarico siempre soñó con el poder y siempre tuvo la tenacidad y la convicción para conseguirlo. Nunca le tuvo miedo a nada, como cuando estaba en el ejército y una vez las puertas de un avión se abrieron al infinito y él decidió lanzarse al vacío y soltarse en un paracaídas. Así, el sólo se abrió paso hasta cimentar su empresa Taxis Libres y convertirla en la más poderosa de Colombia.
En 1980 conoció a su socio José Eduardo Hernández cuando este era un joven de 27 años que llevaba el pelo largo, escuchaba a Pablo Milanés y soñaba con graduarse como ingeniero civil en la Universidad Javeriana. Necesitaba un trabajo que le ayudara a costear sus estudios y manejar taxi fue la opción más viable. Consiguieron una oficina estrecha en el barrio Quintaparedes y ahí empezaron a conseguir autos y a ejercer un monopolio que se ha extendido a otras ciudades del país. Un día, cuando vieron que el negocio crecía de una manera indetenible, Peña le tuvo que decir a su “Patrón” como lo llama hoy en día, que dejara tirada esa vaina de la universidad que no lo iba a hacer millonario y que se cortara el pelo porque un mechudo siempre da muy mala espina. A Hernández no le quedó otra que hacerle caso a La pantera rosa, apodo que se ganó por su metro ochenta y su caminar estilizado y dejó los estudios, se trasquiló y aceptó con los brazos abiertos su nueva condición de millonario.
A pesar de que ha intentado por todos los medios mantener su bajo perfil, nadie puede creer que Uldarico sea un campesino que sólo vive de su pensión como Sargento primero del ejército y de las diez cabezas de ganado que tiene en la parcelita que heredó de sus padres en Junín. Él dice que lo único que espera es morirse con dignidad para volver a ver a Julia Elvira, la mujer con la que compartió una luna de miel de 45 años y que aún llora después de 15 años de ausencia.
Este hombre de discurso veintejuliano y anacrónico, que dicen pone y quita alcaldes a su antojo y que muchos le atribuyen los problemas de movilidad que hoy arrastra Bogotá, cree que el peor de los males fue la implementación del Pico y placa “Nosotros por culpa de esta medida no podemos atender el 45 por ciento de pedidos que nos hacen” y espera, de una manera irresponsable, el día en que la ordenanza del 2001 se caiga y sean liberados en las atestadas calles de la capital 15 mil vehículos más.
A este campesino lleno de palabras rebuscadas y con una capacidad de trabajo inusitada hasta el punto que sus allegados afirman que no tiene ningún tipo de vida social, es el principal responsable de querer sacar a Uber del país. La empresa Uber tiene muchas ventajas para los usuarios que querían recibir un mejor servicio pagando más que un taxi común y corriente. Se podía pagar el servicio con la tarjeta de crédito y no representaba una amenaza para el monopolio instaurado por Peña. Sin embargo gamonal es gamonal donde se pare y no suelen aceptar competencia alguna, por más mínima que sea. Esta aplicación se ha implementado con éxito y sin mayores contratiempos en más de 40 países y 200 ciudades con un volumen de negocio de 1.200 millones de dólares.
Pero a Uber se le cruzó en el camino en Colombia el Rey de los unos, remoquete con el que es conocido el dirigente gremial por el célebre número del teléfono de Taxis Libres 21111111, y este, inclaudicable y tenaz, decidió ahogar a la ministra Cecilia Álvarez, y a su sucesora Natalia Abello junto al súper intendente de Puertos y Transportes, Juan Miguel Durán, en una serie de reuniones en donde se recalcaba la necesidad de no expedir ningún decreto que aprobara la aplicación en Colombia.
El retiro de Uber complicará aún más el problema de movilidad que hoy azota a Bogotá como una de sus peores plagas. Urdarico es de los pocos que se sentiría feliz con la medida de bloquear a Uber, ya que se quitaría una posible competencia y de paso, mide el poder que tiene. Todos tiemblan a su paso.