A principios de 2019 el expresidente Jimmy Carter envió una carta al presidente Trump con algunos consejos sobre cómo manejar la relación entre Estados Unidos y China.
El 15 de abril 2019 Trump llamó a Carter. Era la primera vez que hablaban, contó Carter, en NPR, Donald Trump manifestó a Carter: “Estoy preocupado por cómo China se está adelantando a nosotros”.
Carter dijo que estaba de acuerdo con Trump en este tema, “¿sabes por qué?”, Carter dijo: “Normalicé las relaciones diplomáticas con China en 1979. Desde 1979, ¿sabes cuántas veces China ha estado en guerra con alguien? Ninguna, y nosotros nos hemos mantenido en guerra”.
Carter dijo que Estados U nidos es “la nación más belicosa del mundo”, debido al deseo de imponer valores estadounidenses a otros países.
Cuál es el juego de Estados Unidos en Ucrania
Cuando se inició la guerra el 24 de febrero, en Estados Unidos esperaban que Kiev cayera en pocos días. No fue así, se empezaron a observar deficiencias en la estrategia del ejército ruso. Del pesimismo inicial se pasó al optimismo de soñar con la derrota de las fuerzas rusas.
Nancy Pelosi se hizo presente en Kiev, la poderosa senadora norteamericana habló de apoyar a Ucrania “hasta que se obtenga la victoria”. Lloyd Austin, Secretario de Defensa, en la reunión de Ramstein, Alemania, dijo que “era necesario debilitar a Rusia”.
“El objetivo es garantizar que Rusia fracase en su agresión contra Ucrania… lo que no está muy claro es, ¿cómo se define el fracaso? dice Steven Pifer, exembajador de EE.UU. en Ucrania.
En definitiva, entre bastidores, lo que se añora es darle vida a la alegoría judía de ver al pequeñito e insignificante David aniquilar a la poderosa masa muscular de Goliath, que, en otras palabras, es regocijarse con que el pez chico devore al pez grande.
Una utopía alocada que persigue, después de todo, causar la humillación absoluta del régimen putinesco, como lo expresó el presidente Biden, en Polonia, marzo 26, cuando dijo, cambiemos ya a ese hombre, por Dios.
El juego hasta dónde va
Aquí el tiempo prescinde del calendario. Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, en abril 17, dijo que no ve inconvenientes en que “la guerra pueda durar meses e incluso años en el peor de los casos”.
Al presidente italiano, Mario Draghi, esta idea de Leyen le parece insoportable. Mayo 10 se reúne con Joe Biden, le plantea en facilitar un “alto el fuego en Ucrania”. En el despacho oval de la Casa Blanca, sentado en un cómodo sillón, Draghi se envalentonó y dijo al presidente Biden: Tanto en Italia, como en Europa “la gente quiere ver el fin de estas masacres, esta violencia, esta carnicería”.
Biden lo miró con ojos ciertamente curiosos y una pizca de perplejidad, sabiendo que estaban en orillas opuestas. Quizás, mientras lo miraba, Biden pensaba en la cínica propuesta del estratega militar, Edward Luttwak, de dejar que las guerras ardan hasta extinguirse, para posteriormente fomentar una paz estable y duradera; que como se ha visto rápidamente es ilusoria.
El tiempo parece jugar a favor de Ucrania y contra Rusia, y la estrategia parece definida: cuanto más dure, mejor para Estados Unidos. Biden también juega esta carta ya que está cerca de las elecciones de mitad de período, en noviembre 2022. La política es depravada, se alimenta de las guerras.
En dónde se incubó ese juego
No sobra recordar lo que escribía en el siglo XVIII Montesquieu en ‘Del espíritu de las leyes’, la guerra compete al que la inicia, aunque de igual modo al que la hace inevitable.
La guerra de Ucrania nació simplemente ¿en el cerebro retorcido del presidente Putin? ¿hasta dónde el régimen, tanto de Poroshenko como de Zelenski, con su incuria para hablar con el jefe del Kremlin, determinó esta catástrofe militar?
¿La OTAN podría lavarse las manos para no cargar con la culpa de haber cercado las fronteras rusas con su parafernalia de fuego? ¿Estados Unidos con Occidente son los responsables, como piensa John Mearsheimer, de esta hecatombe militar y humanitaria?
Un hecho palpable es que la operación militar especial lanzada el 24 de febrero en Ucrania, no se inició ese día.
Como decía Ranke, dejemos que sea el pasado el que hable, el historiador no tiene boca. En 2007 en Múnich Vladimir Putin dio argumentos que presagiaban la invasión de
Ucrania de este año. Desde entonces ha sido preciso en sus palabras y hechos. Sin embargo, todos hacen oídos sordos a lo que dice.
Esa “nación belicosa” –como la llama Carter– embarcó al mundo, después del 11-S, en ‘la guerra global al terrorismo’, que fue producto de la esquizofrenia de George W. Bush. Putin sacó muchas lecciones de ese proceder de Estados Unidos.
¿Hay en este juego un ‘debilucho’ David?
Si hay algo claro, evidente e irrefutable es que Estados Unidos contravino la palabra, dada a los herederos de Stalin, de no expandir la OTAN a la Europa del Este.
George HW Bush, ebrio con el triunfo de la Guerra Fría, sin importarte las voces contrariadas de Gorbachov –debió tragarse su ira-, incorporó una Alemania recién unificada a la OTAN. Esto provocó el estallido mental del aparato exsoviético.
A continuación de tamaño error geoestratégico, hizo algo de lo que no se habla en la actual crisis. Poco después, como recuerda Thomas Meaney, en The Guardian, comenzó el entrenamiento de las tropas ucranianas por parte de la OTAN. Es decir, hace ya 30 años.
En los ocho años del gobierno de Bill Clinton, Ucrania se convirtió en el tercer mayor receptor de fondos de USA, detrás de Israel y Egipto. Sus militares recibieron armas y entrenamiento a la altura de los mejores ejércitos. Resultaron tan brillantes –dice Meaney- que, a partir de la intervención militar de Clinton en Serbia en 1999, las tropas ucranianas participaron en casi todas las guerras adelantadas por EE. UU., incluidas las de Afganistán e Irak.
Por tanto, el ejército de Ucrania no tiene nada de ‘pobrecito David’ al que Putin quiere devorar. La resistencia de las tropas ucranianas al ataque ruso no debería sorprender. Están muy bien preparados por los ejércitos privados de EE. UU. y diestros en el manejo de armas sofisticadas de la OTAN. Habrá que replantear el mito de la arrogancia entre David y Goliath, quién es quién.
Henry Kissinger, as de picas
En el WEF de Davos en Suiza, donde se reúne la élite empresarial del mundo para marcar las directrices que debe seguir la economía, el 23 mayo, Kissinger, a sus 99 años, como Tomás, puso el dedo en la llaga: “lo mejor para ambas partes era negociar la paz cuanto antes”, fue enfático en su afirmación.
Kissinger es partidario de que la realpolitik de las naciones antepongan sus objetivos prácticos a la moral y los principios e invita a los líderes europeos a no perder de vista el lugar de Rusia en Europa y a arriesgarse a que el país forme una alianza permanente con China.
Para Kissinger Rusia es un factor determinante en el equilibrio de poderes en el continente. Ha jugado durante 400 años en todos los embates políticos que ha atravesado Europa. Rusia es para Europa como Ucrania lo es para Rusia.
Opina el exsecretario de Estado de Estados Unidos, sin parpadear, que Ucrania debe ceder territorios a cambio de paz. Esto cayó como una bomba nuclear en Ucrania.
George Soros, as de tréboles
Al día siguiente de hablar Kissinger habló, también en el Foro de Davos, el multimillonario húngaro Soros, a quien el presidente de Hungría, Viktor Orbán, ve como un peligro para su proyecto político nacionalista.
La opinión de Soros, a sus 91 años, como Santiago y Juan que querían que bajara fuego del cielo, “es la derrota definitiva de Putin lo antes posible”. El tono de Soros, desde hace muchos años es apocalíptico, por ello dice, “con la invasión de Ucrania se inició la Tercera Guerra Mundial”.
No contempla Soros el alto el fuego, que han solicitado Mario Draghi y Olaf Scholz. Aunque Scholz es ambivalente pues anuncia el envío de un sistema moderno de radar de defensa aérea y antiartillería a Ucrania.
Kissinger es un formulador de políticas. Ha sido uno de los pilares para la hegemonía mundial de Estados Unidos. Soros es un buscador de fórmulas mágicas encaminadas a centuplicar su capital. Para él el dinero lo da todo, poder, gloria y el orgullo de confundir al mundo con sus palabras.
Soros y Kissinger están muy implicados en los intereses creados y muy alejados de perseguir el bien común. Ambos esbozan la encrucijada que atraviesa hoy la humanidad.
Biden pone el listón alto en su estrategia de juego
En el 97° Día Guerra, el presidente de Estados Unidos, Joseph Biden ha dado un paso más en la escalada del conflicto. En un artículo que publicó en el NYT, 31 mayo, anuncia que suministrará múltiples lanzacohetes a Ucrania. ¿Es una respuesta a la voz de George Soros en Davos?
El cohete avanzado es el Himars que alcanza objetivos a 80 km de distancia, lanza seis misiles al mismo tiempo. El ejército de Estados Unidos ya tiene Himars estacionados en Polonia, Rumanía y miembros de la OTAN. Estrategas militares dicen que podrían cambiar el equilibrio de poder militar sobre el terreno.
Por una parte, sostiene Biden –cosa que ha dicho desde el principio–: “No queremos una guerra entre la OTAN y Rusia”. Palabras que suenan a las del pastorcito mentiroso de Esopo.
Pero por otra, en el artículo de Biden hay un elemento nuevo. A Estados Unidos ya no le importa lo que piense Rusia sobre el envío de armas. Si Rusia lo ve como una provocación, a Biden le importa un higo esa postura. Él lo que busca es la destitución de Putin y cambiar el régimen. Allá pone su punto de mira, según lo expresó en su discurso en el Palacio Real de Varsovia.
Que lejanas se escuchan las palabras de Kissinger en el recinto de Davos cuando instó a EE.UU. y Occidente a no buscar una vergonzosa derrota de Rusia en Ucrania porque “puede empeorar la estabilidad a largo plazo de Europa”.
El final del juego es guerra o guerra de las galaxias
Nada recomendable es tal elección y, aún más desagradable, sería ver a Vladimir Putin llevado hasta los límites extremos de verse compelido a abordar ese tipo de decisiones en las que se llega al después de mí, el diluvio.
Marek Halter, escritor y pensador judío, 86 años, escribió una carta a Putin, a quien conoce hace 30 años, publicada en Les Echos el 31 mayo.
Le dice: “No caigas en la trampa de los americanos. Hoy ellos son los que controlan los acontecimientos, e impiden que el presidente Zelenski considere, como estaba dispuesto a hacer antes, cualquier solución a este conflicto que no sea la continuación de esta guerra que ahora solo beneficia a los Estados Unidos. A su economía. Destruyendo la de Europa”.
Yo le escribiría un WhatsApp al presidente Biden en estos términos: más vale un mal acuerdo que un buen pleito.
Ha llegado el momento de olvidar el viejo e ignominioso tópico de que Estados Unidos es la nación más belicosa del mundo, como dijo Jimmy Carter.