"Una mentira puede haber recorrido la mitad del mundo mientras la verdad está poniéndose los zapatos" Charles Spurgeon.
Cuando das clic e ingresas a la arena social y política de Twitter te encuentras de inmediato con una gran jauría rabiosa, mostrándose los dientes, herida en su ego, vengativa, azuzada por sus líderes hambrientos de más seguidores, de reconocimiento y, sobre todo, de poder. Los hay de todos los colores, sabores y olores. Constituyen grandes bandos hasta con bots, trolls y bodegas para fabricar fake news de manera ofensiva y que no corresponden a la realidad contra algo o alguien, o para inventar argumentos falaces y reproducirlos.
Ese es Twitter, el lugar donde pululan las noticias falsas, modernamente denominadas por los internautas de hoy como fake news, como si esto nos hiciera ver más vanguardistas y enterados. Circulan tan masiva y aceleradamente que atrapan y se comparten con el mismo instinto compulsivo que el de un jugador de tenis: se reciben y rebotan sin detenerse a comprobar su veracidad.
Está demostrado que mientras la mentira es más escandalosa y más grande, más gente la capta, la sigue y la comparte. A las noticias falsas se les considera el arma victoriosa y responsable, entre otras cosas, de la polarización actual de la sociedad y de sus miedos irracionales, por quienes ostentan hoy el poder en Colombia.
Esta bestia que recorre las vías digitales de manera rauda, es como un poderoso arsenal de armas con mira telescópica y silenciador, cuyo estallido no se oye y con las cuales se puede denigrar de algo o alguien a distancia en las redes. Con ella se manipulan conciencias, se fabrica opinión y se crea un gran número de fieles seguidores afines a la secta religiosa o ideología política de quien la engendra.
Las fake news echan raíces en un bosque humano contagiado de fanatismo con poca racionalidad justificada y estéril de argumentos. Este monstruo se propaga más rápido que la verdad, engancha y atrapa haciendo que se genere más interacción y se comparta mucho más.
Un tuit falso puede causar estragos devastadores con solo unos cuantos caracteres; y si se trata de un trino de un influencer o youtuber, de esos mercenarios sinvergüenzas que hay con fines más espurios, que manipulan a la opinión pública o, sencillamente obtienen un rendimiento económico por el incremento del tráfico de su página web o video, ni se diga, es tanto el daño como una bomba atómica.
Las fake news generan mayor sorpresa y enfado que la verdad, y ese estado de disgusto motiva los retuits. En Twitter las fake news ayudan a cultivar el odio. Aunque las fake news siempre han existido, los tiempos han cambiado. Ahora, con la revolución del internet se han hecho súper abundantes y gratis. Hoy, en la era del celular y de las redes sociales, este monstruo se reproduce y expande por una inmensa y frágil audiencia. Y como el canto de las sirenas, tiene el objetivo claro de engañar y beneficiar a alguien para tapar, ocultar o distraer. En la política se mueve como pez en el agua, obteniendo un éxito tramposo y consecuencias lamentables, como los casos de Trump en EE. UU. y Duque en Colombia por mencionar algunos recientes.
Diariamente esta bestia transita por Twitter con efectividad y sin control alguno, aunque algunas veces suele ser denunciada o desmentida por algún lector crítico o forista independiente que le quita la máscara.
¿De qué manera se puede combatir?
En una sociedad en democracia, el camino no es con nuevas leyes o normativas regulatorias como en los regímenes dictatoriales, puesto que en éste último, la noticia falsa es la principal excusa para alentar la censura y limitar la libre expresión. La solución está en el conocimiento, en el saber, en la educación que en cualquier sociedad pueda preparar a su gente para enfrentar hasta un mundo de lluvia informativa falsa. En el periodismo serio, riguroso y alternativo que a pesar de ello, tiene dificultades para hacerse sentir entre la gritería. En una prensa libre y no corrompida como la de los grandes medios de hoy.
Así que, el problema no es Twitter ni las demás redes sociales (reflejo de nuestra sociedad) ni internet ni google. Su negocio no tiene nada que ver con esto. A lo que se dedican y con un desmedido éxito es a captar al mayor número de usuarios, darles gratis unos contenidos a menudo adictivos y obtener a cambio sus datos personales, sus gustos y pasiones, sus movimientos y estancias.
¡El problema de marras es la gente!