Actualmente no existe una definición de cárcel virtual. Sin embargo, las negativas de Twitter y Facebook de facilitar sus plataformas a las tentativas Trump lo han sumido en un mutismo obligado que se parece a una pena capital. Según parece, la pena se prolongará por lo menos seis meses más y después tampoco estará libre, tendrá una nueva pena cuyas características están por ser delimitadas y luego conocidas.
"La junta (de Supervisión de Facebook) determinó que, al mantener una narrativa infundada de fraude electoral y persistentes llamadas a la acción, el señor Trump creó un entorno en el que era posible un riesgo grave de violencia", escribió la junta en un comunicado.
Según un medio, "si bien la junta mantuvo la suspensión, también encontró que la suspensión indefinida no era apropiada". Además, "el panel solicita que Facebook revise la decisión para desarrollar una 'respuesta proporcionada que sea consistente con las reglas que se aplican a otros usuarios de su plataforma'" y "dentro de los seis meses posteriores a esta decisión, Facebook debe reexaminar la pena arbitraria que impuso el 7 de enero y decidir la pena apropiada".
De cara a lo anterior vale la pena releer aquel texto Vigilar y Castigar, cuya rigurosa cartografiado nos ofreciera Michael Foucault. Allí Foucault demuestra como la pena ha variado desde la mutilación pública, tipo José Antonio Galán, Manuela Beltrán, Policarpa Salavarrieta y muchos otros mártires de nuestra revolución comunera. Agréguense la cárcel en mazmorras para Antonio Nariño, Cabal, y otros próceres; ah, y los paredones del Pacificador Murillo. Y luego, las penas de cárcel en dependencias distintas de las cárceles como La Picota para políticos, o la casa por cárcel para expresidentes, ofrecen otras tantas connotaciones que establecen la pena en diferentes grados en los que el cuerpo y su uso social ofrece modificaciones sustanciales. Todo eso hasta llegar a la JEP.
Por fuera de eso institucional pónganse los feroces y sanguinarios ajusticiamientos llamados falsos positivos que muchos tomaron como acciones propias del gobierno de turno, cual inspiradora de otras formas de lucha institucionales desde el Estado.
Entonces la cárcel virtual ofrece alternativas que al parecer podrían pronto significar desarrollos del derecho. Y surge una inevitable pregunta. ¿Es más cruel, o llegará a serlo, la cárcel virtual que la física? Nótese que la cárcel física es casi un acto privado que ataca el cuerpo y la voluntad de estar libre, pero se aplica en un entorno cerrado. En cambio la cárcel virtual es una desaparición de lo que pudieras decir: se te niega la capacidad de comunicar e informar, o de mal informar.
La pregunta es mucho más consecuente pues se conoce de la afición de muchas supuestas personalidades a convertirse en parlante público. Toman la red social como tribuna. Cabe pensar que es gente que sufre cuando no está perorando o en contacto directo virtual con las redes que más les gustan: las del poder, y las del poder de la información. Es su vehículo para introducir o gesticular el miedo.
La imagen más cercana que tengo para representarla es la del gallero. Para un aficionado gallero, que su gallo vaya perdiendo es poco menos que una tragedia existencial: se levantan-se vuelven a sentar-gritan-animan-fuman-beben-ríen, corren-por-el-tablado o por el anillo central. Todo junto sin apenas darse cuenta. Pelean con su gallo como comunicándoles una energía e incluso diciéndoles a grito tendido cómo deben atacar. Y hay gallos audaces, ¿será que obedecen?, que cambian su estilo y ellos lo saben. La adrenalina se vuelve una reacción lírica, épica, que les vuelve coloreado, casi tornasol, el rostro y las vértebras, arterias y venas de la cara; casi como la faz motilada del gallo, en una congestión cerebral que muchas veces los lleva a la muerte. Y cuando reciben una morcillera, corren solícitos a levantar su gallo y a consolarlo en sus estertores de muerte. Tuve un tío abuelo que murió en una gallera. El infarto lo cogió muy arriba de las tribunas; lo zarandeo letalmente, se descolgó conmocionado y ya muerto viniendo a dar preciso vuelta tras vuelta en el ruedo donde su gallo peleaba. ¡Morcillera!
Tal cual el histrión Donald Trump. Solo de un bocazas de esa dimensión pudiera decirse lo siguiente:
“Obviamente, Donald Trump ha violado los términos de servicio de Facebook repetidamente, incitado al odio, difundido desinformación, fomentado la violencia y ha sido utilizado como modelo para que otros líderes autoritarios abusen de Facebook. Debería ser prohibido para siempre”, dijo el grupo en un comunicado antes de que se emitiera el fallo”. El grupo al que se alude es “(…) La Junta de Supervisión Real de Facebook, un grupo de defensores de la tecnología que se formó después del lanzamiento de la Junta de Supervisión”.
Por eso vamos al caso Uribe.
No más aparecieron sus tuits más agresivos y conmocionantemente incitadores, Twitter los borró. Hablaba más alto que la voz del presidente o como si realmente él lo fuera, lo cual se hace cada vez más evidente. ¿Será que es a él a quien obedecen en la cúpula policial y militar? ¿Acatando a una persona sub judice?
Obviamente cabe imaginárselo convertido en un chinchilin enroscado de la furia. Sabido es que ciertos chinchilines, a veces llamados indistintamente ciempies, segregan un líquido altamente concentrado que es nada menos que cianuro puro. Algunos monos, según se ha visto en documentales de la red, se drogan con este cianuro, que solo ellos son capaces de medicarse. ¡Y se traban! ¡Se enroscan y giran abyectos, como los propios chinchilines de la rabia! ¡Y realizan actos inusuales! Nosotros los pobres consumimos cianuro en concentraciones bajas cuando ingestamos yuca si la relación carbono/ nitrógeno de su harina se aproximara a uno. La fórmula del cianuro es CN: una parte de carbono por otra de nitrógeno. Claro, cuando se consume sancochada el peligro merma. Si le agrega suero atolla buey… Asada es mucho más peligrosa.
¡Pero no nos trabamos! ¡La gente en las calles, que ingesta yuca, no está trabada!
Cuántos meses durará ese señor en su cárcel virtual. Lo de Trump en Facebook va para un año, y lo de Twitter de Trump todavía no se sabe.
En qué consiste la pena de esta cárcel virtual. El ejercicio del Twitter genera al parecer una sensación de posesión que crea dependencia y apego. La animosidad e ira concomitante que produce la eliminación de su uso podría medirse en el aumento del consumo de gotas homeopáticas, pero sin duda alguna los efectos psicosomáticos deberían ser más severos y desastrosos sobre todo si el penado no tuviera el uso de su próstata. Estos efectos no son inmediatamente manifiestos, pero podrán sufrirse más adelante.
Lo digo porque el uso de la próstata ofrece una vía de escape, pues propicia facilitar la evacuación de la libido.
Sin embargo, lo terrible o magníficamente edificante aquí, incluso en el caso de Trump, es cómo el propio capitalismo regula las fuerzas y acalla las voces de sus más conspicuos promotores ideológicos y políticos cuando se salen de madre. ¡Precisamente para salvar el capitalismo! Y el contraste es bárbaro: a nadie se le ocurriría que al presidente Santos, le encerraran, se le metiera en esa cárcel virtual por proponer aquel acuerdo de paz. ¡Más bien le otorgaron un Premio Nobel!
Al parecer esa cárcel es de naturaleza indefinida.
Léase: “Facebook debería explicar públicamente las reglas que utiliza cuando impone sanciones a nivel de cuenta contra usuarios influyentes. Estas reglas deberían garantizar que cuando Facebook imponga una suspensión por tiempo limitado en la cuenta de un usuario influyente para reducir el riesgo de daño significativo, evaluará si el riesgo ha disminuido antes de que finalice la suspensión”, escribió la junta”.
¿Cómo y quién evalúa qué es daño significativo? Una expresión aparentemente intonsa, públicamente sensual incluso, puede ser una orden letal si se utiliza una clave apropiada. Es indudable que Trump no profirió ninguna palabra azuzadora concreta, pero lo que sucedió dentro del Capitolio se asumió como un eco de sus expresiones. Y fue sometido a juicio en el Congreso aunque haya sido infructuosa la impugnación final.
Al parecer el Congreso estaría en la deuda de impugnar a alguno de los suyos. Pero no se atreverá. No tiene el coraje de la gente que sigue marchando en las calles. El Congreso sería inferior a su pueblo. No estaría siendo capaz de representarlo dignamente cuando más lo necesita.