Han firmado una tregua por 5 días en la horrorosa guerra entre Israel y Hamás, llamada ya la Guerra de los Niños. Comenzó por un acto de crueldad que con sevicia cometió el grupo Hamás, que gobierna la franja de Gaza. Siguió con una retaliación, llamada venganza por el primer ministro israelí, arrasando las viviendas y las edificaciones con bombardeos desde aviones, con tanques que disparaban sin parar. La destrucción ha sido mayúscula y fue provocada por estupidez de los palestinos de Hamás que quizás pretendieron saciar la venganza contra la opresión de décadas sin medir las consecuencias.
A las decenas de niños israelíes que murieron en el ataque miserable contra los kibutz de la frontera se han ido uniendo miles y miles de niños palestinos, que no tenían más armas que sus lágrimas y el terror mientras caían fulminados. El Secretario General de la ONU ha dicho que son millares de niños víctimas de la guerra de aniquilación emprendida por Israel contra la fantasmagórica cúpula de Hamás tratando de rescatar a los rehenes, dentro de los cuales hay un puñado de niños israelíes.
Los rostros de espanto de esos niños acribillados, tanto judíos como palestinos, no se nos podrán olvidar a quienes hemos visto la atroz guerra en nuestras pantallas
Se aspira que esta tregua, negociada por Catar, permita la liberación de rehenes, comenzando por los niños. Ojalá, pero los miles de muertos, los rostros de espanto de esos niños acribillados, tanto judíos como palestinos, no se nos podrán olvidar a quienes hemos visto la atroz guerra en nuestras pantallas.
Ha sido una masacre en pleno siglo de los algoritmos. Una venganza sangrienta que el mundo no podrá olvidar aunque el primer ministro Netanyahu y los judíos norteamericanos la justifiquen o al menos la expliquen. Volver víctimas a los niños por la incapacidad de unos mayores, judíos y palestinos, de ponerse de acuerdo sobre un pedazo de tierra, es una lapa muy bellaca para nuestra generación que apenas ha mirado impasible la sangría en las pantallitas de sus celulares.