El nombre lo dice todo.
En años recientes se ha ido abriendo paso una nueva modalidad de turismo que, yendo más allá de la sostenibilidad, ayuda a restaurar ecosistemas, lo que representa una gran oportunidad que Colombia puede y debe aprovechar.
De hecho, en el país se ven cada vez más iniciativas por el estilo, que lo mismo ayudan a restaurar el páramo en Chingaza (para conservar el hábitat del oso andino) o a reforestar un bosque en Circasia, Quindío.
Esto es posible gracias a la derrama económica que dejan los visitantes nacionales y extranjeros, a los que además se concientiza sobre la importancia de su aporte para los ecosistemas y las comunidades locales.
Estos son apenas dos ejemplos de lo que ya existe, pero el potencial es enorme.
¿Por qué no pensar, por ejemplo, en que una parte de los recursos económicos que dejan los turistas en ciudades costeras como Santa Marta se etiquete y destine exclusivamente a la construcción de una planta de tratamiento de aguas residuales, que a mediano y largo plazo se traduciría en bahías y playas más limpias?
De hecho, es vergonzoso que a estas alturas un destino como Santa Marta, publicitado por la belleza de las playas del Parque Tayrona o la majestuosidad de la Sierra Nevada, carezca de esta planta de tratamiento, lo que evidencia la gran negligencia de las autoridades y empresarios locales, departamentales y nacionales.
¿O por qué no que parte de la derrama económica que dejen los visitantes de bosques y selvas, como en el Amazonas o el Orinoco, se destinen exclusivamente a la restauración de áreas degradadas?
En el mundo, cada vez más viajeros buscan hacer un turismo responsable en los destinos que visitan, y si saben que parte de su derrama económica se destinará a la restauración de ecosistemas, puede ser un gancho adicional para atraerlos.
Colombia es un país privilegiado por la naturaleza; algo de lo que a veces ni los propios colombianos son conscientes.
En su territorio se dan varias coincidencias afortunadas. Por un lado, la cordillera de los Andes, que en países como Chile, Perú o Ecuador es una sola, en Colombia se divide en tres ramales, por eso es un país tan montañoso. Y si a esto sumamos que el país está prácticamente en el Ecuador, con temperaturas tropicales relativamente estables todo el año, todo esto explica la gran diversidad de pisos térmicos y microclimas que favorecen la gran biodiversidad.
No por nada Colombia alberga la mayor cantidad de especies de aves en el mundo, muchas de las cuales en principio eran migratorias, pero prefirieron quedarse a vivir aquí permanentemente. De ahí también que el avistamiento responsable de aves sea otra actividad turística que ha cobrado creciente importancia en el país.
Podrían enumerarse muchos ejemplos más (y con imaginación constructiva, el lector podría pensar en otras tantas opciones), pero que estos breves párrafos sirvan para abrir el apetito sobre el gran potencial de Colombia en turismo restaurativo.