Escuchar a la institucionalidad (gobiernos y gremios) sobre el aumento de turistas tanto locales como extranjeros durante el 2019, sobre todo en las vacaciones de final del año anterior y de inicios del 2020, concentrados en las cifras “favorables”, me hizo reflexionar sobre lo que realmente les interesa, que lógicamente es la generación de ingresos, pero no sé qué tanto les preocupen los recursos naturales.
En diferentes informes de medios de comunicación dieron a conocer el exceso de público en varias zonas de la Costa Caribe por ejemplo y del impacto ambiental que tienen estas cargas en un territorio, que va más allá de que la gente que se lucra del turismo engorde sus bolsillos sin pensar que a mediano y corto plazo se podrían quedar sin nada, con lo que no se perjudican solamente ellos, sino el país.
Y no es por ser apocalíptico, pero por ejemplo el asunto del agua desde diferentes puntos de vista es preocupante y no es necesario ser ambientalista para darse cuenta de que las zonas que reciben mayor flujo de turistas en muchos casos no tienen agua potable, el líquido vital escasea, o simplemente deciden dejar sin el servicio o disminuirlo a una parte de la población porque hay que darle respuesta a los que llegan por encima de los lugareños.
Y es que al no tener agua apta para el consumo humano, las personas recurren a aumentar su consumo de este líquido en bolsa (plástico grueso), botellas de plástico con lo que se genera mayor contaminación, porque no todos los sitios tienen filtros de agua o hervirla no es suficiente.
En este caso puntual también tienen responsabilidad los turistas, porque muy pocos llevan agua en utensilios como termos para reducir el uso de botellas plásticas.
De otro lado, sería necesario que los gobiernos tanto locales, seccionales como el nacional empiecen a hacer estudios ambientales serios en los diferentes afluentes o por lo menos visibilizarlos más para saber qué tanto estas cargas descomunales de gente impactan al agua.
Para los gremios hoteleros es fundamental que empiecen campañas más intensas sobre el uso responsable de agua, acondicionar los establecimientos afiliados de forma que se pueda racionalizar el uso del líquido, pero no solamente para ahorrarse dinero, sino como un real ejercicio de responsabilidad ambiental y de buenas prácticas, más allá de colocar avisos “ecológicos” en los baños.
Eso sin contar el sinnúmero de lugares que prestan servicios turísticos de manera informal, que poco o nada les interesa la conservación y la preservación.
De igual manera, sobre todo en los miles de conjuntos residenciales que son de índole “vacacional” para muchos habitantes de ciudades principales no se ven mecanismos de almacenamiento de agua lluvia, teniendo en cuenta que muchas de estas infraestructuras se surten de los afluentes con lo que corre peligro el agua para quienes son habitantes permanentes en los territorios.
