Cuando los viajeros piensan en las ciudades colombianas con atractivos turísticos primero les viene a la cabeza Cartagena, luego Santa Marta o Cali, pero en todo el centro del país se encuentra una ciudad que durante siglos estuvo detenida en el tiempo y que solo hasta los años 2000 inició su verdadero crecimiento. Gracias a ello conservó edificios monumentales que casi todas las demás ciudades del país demolieron para darle cabida a edificios modernos, lo cual hizo que otras urbes que tenían cascos históricos de importancia, no cuenten en la actualidad con ellos y hayan perdido una parte importante de su alma e identidad.
La ciudad de la que hablamos es Tunja, la capital de la civilización chibcha, que tenía en aquella época el nombre de Tchunsa y Hunza y que luego con la llegada de los europeos se pasaría a llamar Santiago de Tunja, en honor al patrono religioso de España. Su valle ondulante ubicado en lo alto de los andes fue habitado inicialmente por una antiquísima cultura llamada “Los Herrera”, quienes se mezclarían las posteriores oleadas de migrantes provenientes de Centroamérica. Fundada en la era muisca, por el cacique Hunzahúa, quien ostentaba el título supremo de Zaque, quien la escogió como capital de su reino, entre otras cosas por su estratégica ubicación en el corazón de altiplano cundiboyacense y en medio de las rutas comerciales que unían los valles interandinos de la cordillera oriental.
Además de su importancia como centro de gobierno nativo, la ciudad poseía el único conjunto religioso nativo de todo el norte de Suramérica, llamado por los españoles “Cercado Grande de los Santuarios” (del cual existe una importante colección en el Museo Arqueológico de Tunja). La palabra grande se usó para describir el asombro con el cual los colonizadores observaron un gran terreno lleno de variados templos (ubicado en lo que hoy es el centro geográfico de la ciudad, donde hoy se encuentra la sede principal de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia) en los cuales los muiscas realizaban sus ritos sacros, especialmente su ofrendas a los dioses de la naturaleza, tanto a los representantes de la feminidad como de la masculinidad, a diferencia de santuarios de otros municipios en donde solo de ofrendaba a una u otra energía del universo. Dicho esto se puede afirmar que, desde el punto de vista espiritual, Tunja representaba para los chibchas lo que para las religiones monoteístas como el islam, el cristianismo o el judaísmo es la ciudad de Jerusalén, lo cual le da un valor único y especial, del cual se encuentran vestigios en el parque de la Laguna Sagrada de Hunzahúa o Pozo Donato y en el Santuario del Zaque (Sector Cojines).
Una vez iniciada la etapa colonial, la ciudad recibiría a miles de ibéricos provenientes especialmente de las provincias de Castilla La Mancha, Extremadura, Andalucía, País Vasco y Navarra, con el pasar de las décadas la ciudad sería el principal centro cultural y económico del Nuevo Reino de Granada, desde donde se ordenó la fundación de decenas de ciudades del nororiente de lo que hoy es Colombia y el occidente de lo que hoy es Venezuela, posteriormente recibiría el título de “Muy noble y Muy leal Ciudad de Tunja”, de manos del Rey Emperador Carlos I de España y V de Alemania, teniendo el derecho de usar el mismo Escudo de Armas de la capital imperial de la época: Toledo y la bandera de la región más prospera del reino: Andalucía.
De esa misma época datan los ornamentos bordados en oro y plata por la mismísima reina madre de España, Juana la loca, quien los obsequió a la ciudad como buen augurio por su importancia para el desarrollo de la nueva región en proceso de colonización. Se construyeron varios de los primeros conventos y monasterios de todo el continente americano, al igual que las iglesias del estilo barroco más destacado de todo el nuevo mundo, como lo es el Templo de Santo Domingo de Guzmán, especialmente la Capilla de la Virgen del Rosario. Otros monumentos destacados del siglo XVI y que actualmente son museos o sitios de visita recomendada son: la Casona del Escribano del Rey “Don Juan de Vargas”, la Casona del Fundador malagueño “Don Gonzalo Suarez Rendón, la Casa Museo “Rojas Pinilla, la Casona del Capitán Ruiz Mancipe (conocida como Granahorrar), el Claustro de San Agustín (hoy Centro Cultural Banco de la República y Biblioteca Patiño Roselli), el Convento de Santa Clara “La Real”, el Santuario Mayor de la Virgen del Topo, la mítica Pila del Mono, la Casa Holguín o Club Boyacá, y el broche de oro de la época colonial, estilo gótico isabelino y mudéjar: la Catedral Basílica de Santiago el Mayor de Tunja, la más antigua catedral colombiana aún en pie.
Otros monumentos importantes son el Paredón de los Mártires (donde fueron fusilados los próceres boyacenses de la independencia), el Bosque de la República, el Parque Santander y el Obelisco de la Independencia. Así mismo, las iglesias de estilos barroco y renacentista como San Ignacio de Loyola (que hoy es sala de conciertos), Las Nieves, Santa Bárbara y San Francisco de Asís. Ni qué decir de la capilla de Santa Clara y las Ermitas de San Laureano (en el sur del conjunto monumental) y San Lázaro (en la loma de los ahorcados, la cual tiene excelentes vistas, en horas de la mañana y mediodía).
Para disfrutar de todo lo anterior con detenimiento y detalle, los turistas cuentan con diferentes opciones de hospedaje en la reinventada industria hotelera de la ciudad que está teniendo una evolución importante con nuevas edificaciones en zonas como el Parque Santander, la Avenida Colón y el sector de las Nieves, en los cuales se puede reservar fácilmente por portales internacionales vía web.
Para los ecoturístas, al sur de la ciudad se encuentra una importante Reserva Forestal Silvestre en el sector Guantoque-Germania, llamado El Malmo, el cual es perfecto para observadores de aves y para practicar el senderismo en medio de hermosos bosques con paisaje alto andino.