Era la tarde del jueves 24 de noviembre 1994, cuando el acordeonero Juan Humberto Rois Zúñiga (Juancho, El Fuete o El Conejo) recibió sepultura en el mausoleo familiar allá en su natal San Juan del Cesar (La Guajira), centenares de personas copaban el pequeño cementerio para decirle adiós a esa leyenda que se había pocos días antes.
Cómo olvidarlo, si quien redacta estas líneas estaba a dos pasos de la tumba donde lo introdujeron sus amigos queridos para que durmiera el sueño eterno. El suscrito había ido como periodista de un diario capitalino a cubrir esta noticia que, como pocas, enlutó por esas fechas a Colombia.
Terminada la caminata desde la tarima del pueblo donde lo velaron hasta la tumba, dos sepultureros se dieron a la tarea de sellar la bóveda que se levanta a la altura de la cintura. Uno colocaba una docena de ladrillos para cerrar la parte frontal del nicho, mientras el otro los pegaba uno a uno. Rompían unos cuantos ladrillos para darle la curvatura propia de arco que tiene la estructura donde lo sepultaron.
En minutos tuvieron la bóveda empañetada de gris, todo a punta de cemento. Y uno de ellos, rompiendo la rama de una planta que colindaba con el mausoleo de los Rois, escribió con el tallo como si fuera un lapicero: “Juan Humberto Rois Zúñiga. 24/12/1958 – 21/11/1994”.
“Eche ¿y la lápida?”, preguntó uno de los anónimos asistentes que estaban en el lugar.
“Hay que esperar, ¿o es que tú crees que esa vaina la hacen es 'como tumbando cocos'?”, le respondió a su manera uno de los sepultureros.
Bueno, eso es precisamente lo que pasa con la tumba de Jorge Oñate. Deberá esperar unos días mientras se le elabora una lápida tal cual debe ser el pedido de sus familiares. ¿Y el porqué de esta pequeña narración? Para aportar en el debate estéril que formaron porque la tumba de Oñate está aún en obra gris.
La inscripción “Nuestro orgullo Jorge Oñate González. Marzo-31-49, febrero-28-21”, de seguro, en pocos días dará paso a una lápida que recordará al Jilguero de América y con ella acabarán los dimes y diretes de una polémica que no lleva a nada.
Paz en su tumba.