No tiene presentación que 23 familias adineradas de Tuluá hayan tenido que huir presionados por los extorsionistas, más vergonzante es que hoy no se conozca la cifra en comerciantes y personas de clase media que corrieron con la misma suerte, sin que autoridad civil o policial hiciera algo para evitarlo.
Su desidia dejó al pueblo en manos de ‘los malucos’ quienes vacunan pequeños empresarios, veterinarios, odontólogos, tenderos, comerciantes de la Galería, y hasta vendedores de arepas que intentan ganarse la vida en las esquinas de los barrios marginales del ‘Corazón del Valle’.
Lo que más indignación produce es que el tema no es nuevo, como denunció el escritor Gardeazábal, quien afirmó a medios nacionales que ya son tres años de vacunación impune y descarada ante los ojos de todo el mundo y el silencio cómplice de autoridades, que casualmente, llevan ese mismo tiempo al frente de la Administración Local.
Basta recordar que la última vez que Tuluá ocupó los titulares de diarios, emisoras y noticieros, nacionales e internacionales, fue para registrar la racha de ‘descabezados’ que aparecían en sus esquinas, producto de una guerra entre ‘Porrón’ y ‘Picante’. En esa ocasión tampoco se hizo nada, solo salir a desmentir lo inocultable.
La reacción de su alcalde, fue tan tibia, torpe y tardía, como ahora, que solo hoy, ante la presión mediática sale a anunciar en el boletín de prensa No. 280-006-003.690 que el Gaula Ejército llegará a su ciudad. ¿Dónde ha estado en los últimos tres años?, que no se había dado cuenta que la extorsión seguía creciendo ante la inoperancia de la Policía.
Dice ‘Gardiz’ que los ‘Porrón’ se gastan en perico y trago lo que otros trabajan, al parecer, no son los únicos. Los corruptos de Tuluá, que también son bandidos y vacunan a todo el que le consiguen un puesto o contrato, lo hacen en suntuosas casas adquiridas en Ciudad Campestre para satisfacer su arribismo, o en lujosos carros que antes si acaso podían soñar, para pavonearse dizque de su nueva condición social.
El brillo de los onerosos contratos entregados para alumbrar algunos sitios y el río tutelar de la ciudad, con la disculpa de la Navidad, se vio opacado con la estrella negra de una violencia que arrastra Tuluá como un lastre eterno y que lo devuelve a su realidad, cada que toca a uno de sus hijos visibles como el Charrito Negro o el Tino.
En muchas ocasiones hemos disentido de la conducta y desatinos de Asprilla, pero su valentía para denunciar lo que el Mandatario Local, sus concejales y funcionarios sabían, toleraban y callaban, los expuso como los mequetrefes y cobardes que son. Exposición de la que no se salva el flamante Representante a la Cámara de Tuluá, que además tiene la responsabilidad de haber dejado al ‘títere’, que hoy, en el papel, dirige el pueblo.
Cuando salí de mi tierra por las amenazas recurrentes contra mi integridad personal no imaginé que un sinnúmero de coterráneos tendría que hacerlo después presionados por la extorsiones, y menos, que tristemente, tendría que reseñarlo desde la distancia.