La humanidad en toda su historia ha tenido que soportar gobernantes que jamás debieron serlo. Son seres, por lo general megalómanos y convencidos de que ejercen su poder por designación divina. Por directrices de sus pensamientos y posiciones extravagantes y egoístas, solo han ocasionado guerras, desgracias y sufrimientos para la población.
La lista de estos anti personajes, de izquierda, de derecha, religiosos o no, es demasiado larga. Vienen desde tiempos antiguos: Nerón, Calígula, los reyes católicos, Paulo III, Alejandro VI, Pio XII, Pinochet, Stalin, Hitler, Mussolini, Laureano Gómez, Gadafi, Sadam Husein, etcétera, etcétera. Es por eso que la población mundial, en todos los tiempos y lugares ha tenido que padecer tantas penurias por conflictos, guerras y malos gobiernos.
Es la Historia en su lejanía en el tiempo la encargada de dimensionar las desgracias que estos “estadistas” ocasionaron para contribuir de manera portentosa al malestar de la humanidad. Pero desde el momento en que dejan su poder y su influencia se puede colegir lo mal parados que quedarán ante la implacable historia.
De esa estirpe es Donald Trump, quien jamás debió ser presidente. Es un desalmado mercantilista, desprovisto de toda magnanimidad y concepto de humanismo. Por eso no construyó puentes para unir y procurar convivencia, sino muros para dividir y hostilizar. Resulta inconcebible que el país más civilizado e importante del mundo haya elegido a este señor como su presidente.
Su visión sesgada del mundo no contribuyó a establecer acuerdos comerciales a nivel global, sino a declarar sanciones, a encarecer productos y a afectar de manera negativa el comercio entre países. No tuvo la voluntad ni la capacidad mental suficiente para romper viejos y obsoletos paradigmas que le permitieran crear nuevos y cordiales relacionamientos entre naciones. Un ejemplo es Cuba. Con este país continuó los bloqueos, rezago del añoso y nocivo macartismo. De esta manera perpetuó las hostilidades e impidió la reconciliación entre pueblos. Sin duda Trump deja la presidencia con un mundo peor que como lo encontró.
Los migrantes fueron otros de los perjudicados por las políticas personalistas y anti humanitarias de este nefasto personaje, que en buena hora se va. Sale por la puerta de atrás de la Casa Blanca y de la historia. Su actitud de mal perdedor, de no reconocer el triunfo de su contendor y de haber incitado a la violencia en el recinto sagrado de la democracia norteamericana, el Capitolio, cierra con broche de plomo su mandato, que no será bien registrado ni recordado por la infalible memoria de la historia.