Aparte de la segura recesión económica que nos amenaza como una espada de Damocles, el impacto del covid-19 traerá importantes cambios geoestratégicos y un replanteamiento, casi seguro, de lo que hasta ahora conocíamos como el estado de bienestar. Muchos analistas consideran que el Estado, como poder protector y garante de la sanidad pública y universal para todos los ciudadanos sin exclusión, saldrá reforzado de esta crisis y que sus detractores -especialmente los más liberales- verán erosionadas sus tesis, avaladas por algunos ejemplos gráficos, como el de los Estados Unidos y su pésima gestión de la crisis.
El asunto, desde luego, habría que matizarlo y mucho porque, por poner solamente un ejemplo, el gobierno de la izquierda en España ha sido el peor en el mundo a la hora de hacer frente al coronavirus y ha cosechado un notable fracaso frente a la pandemia, pese a los ingentes recursos que tenía el Estado y una salud pública de primera. En cualquier caso, el debate está servido y los cambios están a la vuelta de la esquina porque el futuro ya está aquí.
EL ESTADO, EN EL EPICENTRO DE LA PANDEMIA Y REVALORIZADO
“¿Qué puede hacer la UE con un 1% del PIB europeo cuando los Estados controlan más del 50%? ¿Quién puede coordinar los länder alemanes, las regiones italianas o las caóticas comunidades autónomas españolas? Al final, los ciudadanos miran al Estado, y culpan o salvan al Estado. Es lo que Richard Haas ha llamado la “obligación soberana”: los Estados son responsables directos ante la sociedad mundial de lo que ocurre en su territorio tanto hacia dentro como hacia fuera”, señalaba el investigador y sociólogo Emilio Lamo de Espinosa al referirse a la situación por la que atraviesa el mundo en estos momentos. En definitiva, apunta este viejo profesor, el reforzamiento del poder político (pero también económico) de los Estados será una de las primeras consecuencias de esta crisis que está transformando el mundo en todos los sentidos.
En la misma línea, el director del periódico Le Monde Diplomatique, el conocido pensador de izquierdas Ignacio Ramonet, asegura que “la gente busca también refugio y protección en el Estado que, tras la pandemia, podría regresar con fuerza en detrimento del Mercado. En general, el miedo colectivo cuanto más traumático más aviva el deseo de Estado, de Autoridad, de Orientación. En cambio, las organizaciones internacionales y multilaterales de todo tipo (ONU, Cruz Roja Internacional, G7, G20, FMI, OTAN, Banco Mundial, OEA, OMC, etc.) no han estado a la altura de la tragedia, por su silencio o por su incongruencia. El planeta descubre, estupefacto, que no hay comandante a bordo…” Y, quizá, no le falta razón, visto el fracaso de las sociedad multilateral y la clara negligencia de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en la gestión y adopción de medidas durante la pandemia global.
El expresidente uruguayo Pepe Mújica, también desde la izquierda, ahonda en esas tesis: “No nos damos cuenta de que el Estado es una herramienta imprescindible por la complejidad creciente de las sociedades modernas. Podés pensar políticamente lo que quieras pero estamos condenados a tener Estado y por lo tanto tenemos que luchar para que el Estado sea lo mejor posible. Como lo descuidamos, como a esto no le damos pelota tenemos una herramienta que cuando las papas queman nos quejamos y le atribuimos todos los males. Vaya contradicción. Puede ser que aprendamos que el mercado es importante pero no todo es mercado porque hay cosas que no va a arreglar jamás. Para esos baches que no puede arreglar el mercado necesitamos del Estado”.
En las antípodas a estos planteamientos, y ya en el terreno de la acción política, se encuentran los mandatarios de los Estados Unidos, Donald Trump, y Brasil, Jair Bolsonaro, ambos contrarios a la política desarrollada por la mayoría de los gobiernos del mundo que para parar la pandemia han que paralizar la economía, con los consiguientes costes sociales y económicos conocidos por todos. Es pronto para evaluar todavía quién tenía o quien no tenía razón a la hora de hacer frente a la crisis, pero queda meridianamente claro que también hay tonos grises, como las medidas duras sin confinamiento -y exitosas- desplegadas por la canciller alemana, Angela Merkel, durante el covid-19.
¿ACERTÓ TRUMP EN SU ESTRATEGIA FRENTE A LA PANDEMIA?
En el centro de todo este debate en torno al papel del Estado, hay que reseñar la controvertida gestión del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, cada vez más criticado desde la izquierda pero también desde la derecha porque, en definitiva, todo este asunto del covid-19 y la gestión de la crisis derivada del misma tiene más que ver con afrontarlo de una forma técnica y profesional que política.
Pese a todo, como sostiene, Moisés Naim en una reciente entrevista dada a un medio español, Trump no ha salido tan mal parado de la crisis:”Según la encuesta del Washington Post y la cadena ABC que se llevó a cabo del 22 al 25 de marzo, el 48 % de los estadounidenses aprueban la gestión de Donald Trump como presidente. La opinión de casi la mitad de los estadounidenses contrasta -de manera muy reveladora- con la información fáctica e incontrovertible acerca del mal manejo que hasta ahora ha hecho Donald Trump de la crisis del coronavirus. Comenzó por negarla, minimizó su gravedad y ha tratado de sacarle provecho político retrasando la adopción de las medidas de emergencia que los expertos recomiendan”.
Sin embargo, puede haber nubarrones a la vista si Trump sigue empeñado en destruir los escasos restos que quedan del endeble sistema de salud pública norteamericano, tal como señalaba el premio Nobel de Economía Paul Krugman: “Dado que la mayoría de los estadounidenses en edad de trabajar dispone de seguro sanitario a través de las empresas, la pérdida de empleo causará un enorme aumento del número de personas sin seguro. El único factor de mitigación es la ley de asistencia asequible, también llamada Obamacare, que ahora ofrecerá una cobertura alternativa a muchos de los que se queden sin seguro, aunque, desde luego, no a todos. Pero el Gobierno de Trump sigue intentando que la ley sanitaria de Obama sea declarada inconstitucional. Tengan en cuenta que eliminar el Obamacare dejaría sin protección a estadounidenses con dolencias previas y que las aseguradoras probablemente se negarían a cubrir a cualquiera que haya padecido la covid-19”.
Aunque todas estas consideraciones son discutibles, como casi todo en esta vida, casi un tercio de los afectados del covid-19 en todo el planeta -acercándose ya casi a los 1,5 millones- y de los fallecidos, casi 100.000, son norteamericanos y el crecimiento exponencial de los mismos ha sido a un ritmo vertiginoso, en muy poco tiempo, superando al crecimiento en la mayoría de los países afectados, lo que revelaría la precariedad del sistema sanitario norteamericano y la tardanza por parte de las autoridades de Washington en actuar adecuadamente frente a la pandemia.¿Cuántas vidas se habrían salvado de haber actuado antes?, cabe preguntarse con cierta lógica.
CAMBIOS ESTRATÉGICOS Y GLOBALES, CRISIS EN EL LIDERAZGO DE ESTADOS UNIDOS
“Cuando la pandemia pase, nada volverá a ser igual. No solo en la vida cotidiana, también en la política. El impacto de esta situación generará en el mundo la conformación de una nueva agenda y cambiará la forma como se consolidan los liderazgos”, aseguraba el columnista Gabriel Silva Luján, en el diario colombiano El Tiempo.
Incluso esos cambios no operarán solamente a nivel de la política local, en la que los líderes serán evaluados por cómo gestionan la crisis en sus respectivos países, sino que serán cambios geostratégicos globales y afectarán a los grandes liderazgos, como el de los Estados Unidos, tal como asegura el analista israelí Yuvai Noah Harari:”Algo muy llamativo es cómo Estados Unidos, desde que comenzó el Gobierno de Donald Trump, ha abandonado completamente su rol de liderazgo en el mundo respeto a crisis previas, como la epidemia de ébola o la crisis financiera del 2008, donde lideró un esfuerzo junto a otros países y evitaron un desenlace peor”.
Mientras se da ese fenómeno con respecto a Estados Unidos, otras potencias, como Alemania, emergen con fuerza en la crisis, como sigue señalando Noah Harari: “Pero en esta crisis, cuando empezó, Estados Unidos se desentendió completamente y no hizo nada. Cuando se expandió del este de Asia a más y más áreas, al principio negó que hubiera un problema e incluso ahora, cuando finalmente lo reconoce, sigue sin tomar un rol de liderazgo y continúa con su política de ‘América primero’. Solo que ahora es América primero en infecciones. Estados Unidos básicamente ha abandonado su papel de líder global y ha dejado un vacío que otros países están tratando de llenar, como Alemania, que está haciendo un trabajo impresionante“. Aparte de Estados Unidos, también se ha echado en falta el liderazgo de antaño del Reino Unido, cada vez más consumido por el populismo, un nacionalismo caduco que la está llevando al aislamiento y la ausencia de un liderazgo en el mundo cada vez más acusado.
La crisis también ha impactado en la Unión Europea (UE), tanto que algunos se cuestionan abiertamente su futuro si no es capaz de ayudar a los países más golpeados por la misma en el “club europeo” y son muchos los que creen que será una de las principales damnificadas del Covid-19, tal como asegura el analista español Antonio Albiñana: “La respuesta ante la pandemia del coronavirus ha puesto en juego la solidez de la Unión Europea, su política económica, y hasta su propio porvenir. En las últimas semanas se ha producido un enfrentamiento entre los países del norte rico y los del sur que requieren la solidaridad de la Unión, en cumplimiento de sus principios fundacionales. Son muchos los analistas que están poniendo fecha de caducidad a la Unión si no se producen cambios sustanciales”. El mundo ha cambiado, obviamente, y tanto los Estados Unidos como Europa, líderes de Occidente, están el epicentro del debate y también de esta grave crisis global.