Hoy es por lo alto como nos vamos a relacionar con los grandes poderosos del mundo, por lo menos de mi pequeño mundo: Trump y Duque. ¡Qué par de gobernantes nos mandamos con estos cerebros que, no por pequeños, hacen menos cochinadas!
A Duque lo nombraron los colombianos que votaron por él, (con el cerebro hackeado), para gobernar a Colombia y resultó haciéndolo en Venezuela. Y Trump, en su paranoia sublime, se creyó el cuento de que era el superputas del mundo y pone y quita: un presidente allí, otro allá, un jeque allá y un espía por allá. Hasta Putin está muerto del miedo de que le nombren un subpresidente como en Colombia. Y he aquí, a unos adalides de la democracia, eso que llamaban “el poder del pueblo”, simplificando ese poder. Para ellos, democracia es el ejercicio del poder con la voluntad del supremo que se creyó que la voluntad del pueblo es hacer lo que le dé la gana, sin el filtro de la libertad ni del respeto por la democracia que dice representar.
Obvia señalar que ambos fueron “elegidos” en sendas votaciones con la ayuda de la misericordia de los dioses de religiones afines a su ideario: el dios del dinero, el dios del miedo al “comunismo”, el dios de las mentiras y los engaños, y el dios de la ignorancia. Son presidentes de la manipulación de las mentes con los medios informáticos y las redes sociales a través de la filtración a gotas y pacientemente, de mensajes subliminales, hace unos años, ahora, con mensajes directos: “no hay tal cambio climático”, “construiremos un muro para protegernos de los inmigrantes”, “la dictadura”, “combatir los cultivos ilícitos con glifosato”, “hacer a América grande otra vez”, etc. Y el de aquí, de monaguillo: “! amén…! y responden todos en coro: ¡“Ameeeen”!
Y, como la estupidez está regada por todo el mundo y ella misma se extiende como mancha de aceite, los lacayos del resto del mundo, con su disfraz manchado de sangres y violencias y residuos de la podredumbre de la corrupción, con clamores al Eterno, a “nuestras tradiciones democráticas”, a “nuestro destino providencial” y demás jerigonzas, dicen apoyar lo más antidemocrático que pueda suceder en América Latina, como es que un presidente de un país del norte, guardián de la doble moral, dueño de las conciencias y manipulador de los títeres del circo de la OEA, nombre, a título personal y monárquico, a otro presidente en un país que no le pertenece. Y arrodillados, los acólitos, y con el incensario al vuelo, dan el espectáculo ante el mundo estupefacto.
Como decía Benito Juárez: “pobre México: tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”.