Trump y Chávez: un odio común a la prensa

Trump y Chávez: un odio común a la prensa

Los desplantes de Hugo Chávez, como los que tuvo con el canal RCN, aún se recuerdan y sin posesionarse Trump ha dejado ver que no le dará tregua a los medios

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enero 12, 2017
Trump y Chávez: un odio común a la prensa
Foto: archivo abcdelasemana.com

Tú eres noticia falsa”, condena Donald Trump al periodista Jim Acosta, de CNN, en su primera conferencia de prensa como presidente electo. Las cámaras están grabando, el mundo se entera en vivo.

El periodista lo increpa con aplomo para que lo deje hablar. Pero desde el poder de su investidura y el estrado, Trump lo cubre con su voz amplificada por el micrófono y su control de la situación. Desde el público su equipo aplaude.

Algunos periodistas no pudieron entrar por “falta de espacio”.

La primera vez que sentí que la saliva se me secaba de impotencia estaba parada en medio de la redacción de El Mundo, un vespertino caraqueño que vivía sus mejores tardes de la mano del mítico director Teodoro Petkoff, exguerrillero y figura política prominente que descubría el periodismo como un adolescente al rock. Esa tarde de mediados de 1999, él también escuchaba atento, dentro de su oficina, lo mismo que los reporteros apiñados frente al pequeño televisor del ala de política, en la Torre de la Prensa.

Un Hugo Chávez inflado de rabia y poder arremetía contra nuestra primera página, lanzaba fuegos contra el titular y nos exponía en pantalla. Sí, “nos”, porque era con todos. Ya los reporteros en la calle estábamos saboreando las consecuencias que tenían inmediatamente sus señalamientos. Para sus fieles seguidores era el “play” que necesitaban para cobrarle a sus nuevos enemigos la falta de lealtad con el “proceso revolucionario” que comenzaba a teñir de rojo cada rincón institucional del país.

Empezábamos a arrancar los logotipos de los carros, que otrora nos abrían puertas en lugares insospechados. Guardábamos el carnet de “PRENSA” en mayúsculas dentro del bolsillo o la cartera. Después de un ataque de Chávez en cadena de radio y televisión, lo que venía era piedra, insultos y hasta orín que bañaba equipos y la autoestima de camarógrafos, fotógrafos, reporteros y conductores de esos autos.

El grito de Petkoff rompió el murmullo. Salió en volandas mientras arremangaba su camisa azul claro y se paró donde estábamos: “Les voy a decir una vaina: ¡yo espero que a nadie en esta redacción se le ocurra amedrentarse o dejarse aplastar por lo que está diciendo este señor ahí. A nadie! Seguimos haciendo lo que sabemos hacer, seguimos siendo críticos, que todo el mundo vuelva a sus puestos y siga haciendo periodismo”.

Ese día entendí que era nuestra nueva forma de vivir, que así sería nuestra rutina con Hugo Chávez. Pero me quedé corta. Al poco tiempo ya eran nombres y apellidos de periodistas directamente y un juego macabro en el que exponía, especialmente a mujeres, al escarnio y al divertimento personal de él y sus ministros, que reían y aplaudían sus hazañas. Más tarde, ellos las repetirían.

II."@Político, que no es leído o respetado por muchos, puede ser el más deshonesto de los medios de comunicación, y eso por decir algo". (24 de septiembre, 2015)

Ese Chávez grandilocuente, iluminado y enfocado por tres cámaras que aprendió a manejar con soltura - y que en ocasiones captaba los regaños a sus operadores- identificaba a su presa y jubaga con ellas como los gatos con el ratón recién atrapado: le pisa la cola, lo deja correr, le cierra el paso y lo mece y lo arrincona contra la pared antes de morderlo con placer y encono.

Cuando sabía que las cámaras estaban encendidas y de manera obligada el país tenía que verlo por radio y TV (tumbaban la señal para que solo se transmitiera su mensaje) señalaba a la reportera ¿cuál es tu nombre? ¿y de qué medio vienes? Con el tiempo supimos que así comenzaba un acto sádico de humillación pública. “No te voy a contestar, chica, pero no te alteres, ayyy, esta se altera y ahora va a decir que solo hace periodismo…”.

El registro es vasto. “Tú estás mal informada”, “estás siguiendo la línea de tu medio”, fueron acusaciones que se quedaron pálidas ante las de estar conspirando con la CIA estadounidense para un golpe de Estado o estar “pagado” por alguien. Sus ministros aprendieron pronto que lo peor que puedes decirle a un periodista es “palangrista”, que consiste en recibir dinero o beneficios a cambio de callar noticias o publicar informes a favor de alguien. La calle repetía: “digan la verdad”, al paso de los equipos periodísticos en alguna cobertura.

III."En base a la cobertura y reportaje increíblemente incorrectos de la Campaña Trump que sigue rompiendo récords, de ahora en adelante vamos a revocar las credenciales de prensa del farsante y deshonesto Washington Post", escribió Trump en su Twitter. (13 de junio, 2016)

Después no nos dejaron pasar a ninguna parte. A los hospitales, a las cárceles, a los lugares públicos, a los archivos. Al principio era la orden de algún director, luego se giraron cartas oficiales con la prohibición de hablar y dar acceso a los periodistas. El chavismo sembró cancerberos en cada oficina pública y el “no estoy autorizado para declarar” se convirtió en el rezo que repetían desde una maestra de escuela sobre su sueldo hasta el Ministro de Petróleo sobre el precio del barril.

El apartheid contra la prensa nacional se convirtió en una regla y no volvimos al Palacio de Gobierno ni a ningún lugar donde el mandatario de origen humilde y formación castrense ofreciera alguna de sus cada vez más inusuales conferencias de prensa. En algunos ministerios y en el Parlamento sometieron a los reporteros a unas salas pequeñas con un televisor que transmitía lo que el funcionario público decía. Sin derecho a preguntar, a corroborar y a hacer las preguntas "necias" que hacemos los periodistas.

“Vamos a relajar las leyes de difamación y vamos a tener gente demandándolos (a los medios) como nunca antes fueron demandados”, dijo Trump en un evento político en Houston. (1 de junio, 2016)

Aprendimos a hacer periodismo con las uñas, así como nuestros médicos aprendieron a operar a media luz, sin inyectadoras ni guantes por las condiciones precarias del sistema de salud. Como el bodeguero a comerciar sin insumos y a limpiar sin agua. Hacíamos la tarea sin acceso a la información pública, y luego periódicos sin papel, porque con el control de la moneda vino la manopla gubernamental sobre el principal insumo para imprimir las noticias. El papel se importa con dólares que solo aprueba el gobierno.

También llegaron las demandas y el uso del Poder Judicial para acallar y amedrentar. Algunos medios como Tal Cual, El Nacional y el canal Globovisión (cuando era crítico), rompieron el récord de más de nueve demandas acumuladas. Sus directivos hoy tienen medidas de captura, prohibición de salida del país y otras decisiones que les ataron las manos… y los pies.

Teodoro Petkoff, aquel hombre que nos dio luces al principio “de la locura”, parafraseando al escritor mexicano Jorge Volpi, hoy es uno de ellos. Ahí se quedó en su apartamento de Caracas, apocado pero irreductible en su decisión de no pedirles que le revoquen la medida, en no poner las rodillas en el suelo, aunque ellos le asestaran el duro golpe de no poder asistir ni a un importante evento familiar en el exterior. “¡Les voy a decir una vaina… que a nadie se le ocurra dejarse amedrentar..!”, casi lo escucho.

La mañana de ese 16 de febrero de 2005 Chávez seguía en el poder después de seis años y continuaría por ocho años más. El presidente de la Cadena Capriles, corporación de medios para la que trabajaba, me había asignado un abogado defensor, que caminaba conmigo hasta el edificio de Fiscalía, ubicado en el centro de Caracas. Nos abrimos paso entre colegas solidarios y defensores de Derechos Humanos.

Justo antes de que se cerrara el ascensor, un reportero experto de la fuente me acercó el último consejo al oído: “y no te alteres, no pierdas la compostura, que he visto a más de uno salir de aquí con las esposas puestas”. Lo recordé durante las casi cuatro horas que duró el interrogatorio.

En medio de la investigación sobre el asesinato de un fiscal y los autores intelectuales revelamos una red de corrupción en el sistema judicial. Entonces la Fiscalía, por orden expresa del Ejecutivo, emprendió una investigación penal pero contra los periodistas y sus fuentes de información. Incluyó allanamientos, persecución, el autoexilio de algunos… y la autocensura de otros.

VII. El chavismo refinó sus maneras de censurar y golpear la libertad de prensa en Venezuela. Multas millonarias, el cierre de un importante canal de televisión que le era crítico (RCTV) con una medida administrativa, persecución penal, escraches, emboscadas, golpes y agresiones físicas que quedaron impunes, grabaciones ilegales de conversaciones privadas y uso de los medios del Estado (radio, televisión y prensa) para arremeter contra periodistas.

El gobierno probó varias fórmulas para acallar a la prensa y para todo estableció una parafernalia legal y efectista para aparentar normalidad. La estrategia le sirvió por muchos años, especialmente para los “corresponsales turistas” que llegaban tres días y se iban sin entender demasiado pero opinando mucho. O en algunos casos buscando un “equilibrismo” periodístico que los ubicaba en un cómodo centro en medio de la confrontación de David y Golliat

VIII. Los nuevos directores cumplían su función de censura sin llenarse las manos de (lápiz) rojo. La razzia contra los medios venezolanos encontró a una audiencia que había comprado por años el discurso chavista de antipolítica, antipartidos y antimedios. Halló a los ciudadanos tan pusilánimes en la defensa de la libertad de información y prensa, como dispuestos estuvieron para llevar al poder a un exgolpista militar que venía a “poner mano dura” y las cosas en su sitio, porque los partidos políticos tradicionales lo habían hecho todo “muy mal”.

Los periodistas y los medios no encontramos defensa en la sociedad, como los venezolanos no supimos tampoco defender la democracia en el momento que más lo necesitaba.

“¡Nos está atacando! ¿Nos puede conceder una pregunta? Sr. Presidente electo, está atacando nuestra organización de noticias ¿Nos puede dar la oportunidad de hacerle una pregunta?”, insistía el periodista Jim Acosta.

“No, no, tú no, tu organización… ¡cállate!. No seas maleducado, no te voy a conceder una pregunta, ustedes dan noticias falsas”, dijo el Presidente. (11 de enero. 2017)

Seguí militando en la frase de Petkoff por muchos años. Todos los de Chávez y buena parte de los de Maduro.

Pero a finales de 2015 salí de Venezuela con mi familia y vine a vivir a Estados Unidos. Las razones, los últimos días, los robos de equipos de trabajo y tranquilidad ameritan la enorme elipsis o artículo aparte.

En las últimas horas y días he sido testigo de una transición histórica. Será la razón por la que mi memoria trajo como un rayo a un delgado Hugo Chávez, en febrero de 1999, recibiendo la banda presidencial de su antecesor, Rafael Caldera, en medio de un comentario grosero y fuera de protocolo. “Juro sobre esta moribunda constitución”, dijo en el Congreso. Eran señales de lo que venía, de lo que apenas empezaba.

Lo que ocurrió en la primera rueda de prensa de Trump advierte también el comienzo del nuevo camino: “tú eres noticia falsa”. Tú estás desinformada, chica. Tú de qué medio vienes. Tú no tienes derecho a preguntar más. A ti quién te paga. Tú no eres ético. Tú eres un mentiroso. Eres de la derecha apátrida. Digan la verdad… ¿Chávez? ¿Trump? Da lo mismo, es la brisa que anuncia un poderoso huracán.

"Miren a la esquina de esta sala. Incluso tienen a gente por detrás de las cámaras. ¿Saben qué? Si fuera por mí, movería esas asquerosas cámaras para que la gente pudiera ver bien", dijo Trump luego de arremeter contra The New York Times en un evento de campaña. (13 de agosto de 2016)

Y el fin de la locura que no llega.

*Retomado de Univisión
La advertencia de una periodista que dejó Venezuela por EEUU: No era el fin de la pesadilla

 

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