Trump vs. Europa. ¿Qué le espera al Viejo Continente?

Trump vs. Europa. ¿Qué le espera al Viejo Continente?

Trump agita la geopolítica mundial con su enfoque arancelario y armamentístico, mientras Europa enfrenta dilemas de rearme y creciente polarización

Por: Francisco Henao
marzo 20, 2025
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Trump vs. Europa. ¿Qué le espera al Viejo Continente?
Foto tomada de Instagram

El flujo constante e implacable de noticias que salen de la Casa Blanca de Trump no dejan a nadie impasible. Su voz agita las estructuras mismas de parlamentos y gabinetes ministeriales de las grandes potencias. La geopolítica mundial parece hervir en una gran marmita donde no se sabe quién va a disfrutar más, si los vegetarianos o los omnívoros, con el producto final. De momento, hay dos planos ostensibles a simple vista que la administración Trump está cocinando: el plano arancelario, que está desatando una guerra comercial de consecuencias impredecibles, y el plano armamentístico que ha despertado un vaivén de opiniones encontradas.

Bonhomía o Terquedad

Veamos el segundo, los acuerdos posteriores a la II Guerra Mundial prohibía a Japón tener un ejército, y el poderío militar alemán era estrechamente vigilado. Ambos países quedaron ocupados por las potencias de entonces. Europa salió escaldada de la guerra, en realidad fue una hecatombe absoluta en vidas humanas y destrucción.

Se sacrificaron varias generaciones y millones de sueños quedaron rotos para siempre. Nadie quería oír hablar de botas militares. Espíritus sensibles y sensatos querían refugiarse en otra cosa que no fueran la discordia, el odio y la confrontación. Por mayo de 1950, el ministro de asuntos exteriores francés, Robert Schuman, habló de reconciliación a través de la unión de los estados europeos. Y por ahí fue naciendo la Unión Europea, (UE), que se creó en 1957 por el Tratado de Roma.

Hoy, esa Europa que generó un Estado de Bienestar entre sus ciudadanos, ha vuelto a sus andadas. Hay un clima beligerante, que lleva a enfrentamientos, a posiciones difíciles y a la desunión. La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, declaró el 15 marzo: “Italia no desplegará soldados en Ucrania”. El primer ministro de Gran Bretaña, Keir Starmer, informó The Daily Telegraphe del 20 febrero, enviará a Ucrania 30.000 soldados. Sí, la comidilla de todos los líderes de la Unión Europea es el rearme y tener ejércitos disponibles, como si Europa no tuviera que resolver mil problemas antes que pensar en conflictos bélicos.

Trump no es Putin

¿Acaso fue la larga conversación telefónica del 12 de febrero entre Donald Trump y Vladimir Putin que hablaba de poner fin ‘inmediatamente’ a la guerra de Ucrania, y que nadie esperaba, lo que suscitó esa poderosa marea de angustia en Bruselas, Londres y París? Lo que más laceraba la conciencia política europea es que no eran tenidos en cuenta a la hora de lograr un hipotético acuerdo de paz en Ucrania. Todas las diplomacias europeas habían roto sus lazos de comunicación a partir del 24 febrero 2022, día que comenzó la invasión de Rusia a Ucrania, con Moscú, salvo algunas excepciones.

O han sido las continuas amenazas de Donald Trump de no seguir siendo el sostén de la OTAN, de incumplir las obligaciones de defensa mutua del artículo 5 del Tratado, debido a que los miembros no gastan en defensa. Les dice que aumenten el porcentaje del PIB que los países deben destinar a la organización militar.

O, se habla de rearme, porque los gobiernos europeos ven que el magnate neoyorquino mantiene buenas relaciones con Vladimir Putin, hasta el punto de querer formalizar acuerdos comerciales y diplomáticos con Rusia, mientras se aleja de los intereses militares de Europa; y por primera vez en 75 años -la edad de la OTAN- el Viejo Continente se siente huérfano, desprotegido, porque Estados Unidos siempre se ha mostrado dispuesto a sacarle las castañas del fuego a los europeos.

Tengamos en cuenta algo que ya se sabe. Para Trump lo que cuenta es el negocio. Su política transaccional persigue obtener los mayores réditos posibles cada que amenaza con una actuación coercitiva. Trump juega con dos cartas en la OTAN, dice: “No defenderé a quienes no inviertan en defensa”.

Esto lo que hace es despertar las alarmas y obligar a los miembros de la Organización a asumir nuevas posiciones, a despertar del letargo. La segunda carta, muy sutil si se quiere, es aumentar los presupuestos militares que garanticen a Europa su seguridad. Esto fortalecerá la industria militar y la que más beneficios económicos obtendrá será la estadounidense. El gran jugador de póker que es Trump, obtendrá bellas ganancias del rearme europeo para llevar a su país al anuncio hecho en su discurso de toma de posesión el 20 de enero: “La era dorada de Estados Unidos empieza ahora”.

Occidente como entelequia

“El occidente trasatlántico se ha acabado. Los europeos siguen rezagados. La UE es hija de la decisión estadounidense de permanecer en Europa”. En estos términos se expresaba Lucio Caracciolo, analista geopolítico italiano, 17 de febrero, en La República. Es un pincelazo que deja ver las dificultades e incertidumbres que arropan a los gobiernos europeos: bajo crecimiento económico, urgencia de aumentar el gasto en defensa, tasas impositivas altas, gasto social creciente, burocracias tan lentas como los caracoles.

Francia tiene el dilema político entre la reforma de las pensiones y la financiación del rearme, con una deuda pública imparable que traspasó hace muchos años las líneas rojas. En Alemania cuál debe ser la prioridad: la industria automotriz, el alma de su economía, atraviesa su peor crisis en décadas y que los aranceles de Trump podrían debilitarla aún más; o invertir miles de millones en su seguridad, como nunca antes después de la IIGM. Giorgia Meloni navega en aguas procelosas: no sabe si atender a Trump, a la deuda o a la industria en crisis, los vinos italianos corren peligro.

Bruselas: ¿Qué dice?

En medio de este panorama de claroscuros, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, presenta, el 4 marzo, un paquete de Defensa de “800.000 millones de euros”. “Estamos en una era de rearme y Europa está dispuesta a aumentar masivamente su gasto en defensa”, dijo Leyen, con el objetivo de “asumir una mayor responsabilidad en nuestra propia seguridad europea”. Muy pocos -salvo Orban y Fico- de los líderes europeos han puesto objeciones a este espectacular gasto.

¿Hay alguna justificación real y objetiva para emprender este camino que posiblemente lleve a la destrucción del tejido social largamente construido con millones de esfuerzos, y que amenaza con borrar el estado de Derecho -dogma sagrado del Tratado de Lisboa-, las libertades civiles y a sembrar pánico en sus sociedades? ¿Cuál será el destino de la UE que nació después de una guerra salvaje con el propósito de traer paz y bienestar a los países que la integraban, y hoy, obtusamente, enceguecida por la guerra? ¿Cómo justificar este cambio de rumbo que amenaza con oscurecer el futuro de millones de jóvenes obligados a ser carne de cañón?

Los políticos europeos maestros en el arte de engatusar- lo tienen fácil para actuar de esa manera precipitada, irresponsable y, seguramente, con intereses no tan patrióticos como aparentan. Su coartada es Donald Trump y “su gobierno de multimillonarios, que no es más que una tarjeta de crédito”, como dice el periodista italiano Michele Serra, dispuestos a no caer bajo las banderas trumpistas. Trump es el caos, un autócrata con ansias de competir con James K. Polk, el presidente más expansionista de los Estados Unidos. Si nuestro amigo del otro lado del Atlántico nos traiciona, pues a las armas para defender nuestra seguridad.

Roma: Piazza del Popolo

Ante semejantes tejemanejes políticos, qué piensa la gente del común, la que sufre el día a día, la que se ve en calzas prietas para pagar la hipoteca de su casa. El sábado 15 marzo hubo tres manifestaciones, muy concurridas, en Roma. El primer efecto del rearme es dividir a la sociedad, polarizarla, conducirla al enfrentamiento y sembrar recelo.

Una, plaza del Popolo, apoyo a más gasto militar en defensa. Dos, plaza Barberini, protestan contra las decisiones del Consejo Europeo de aumentar las inversiones en armamento, no quieren saber nada de rearme. Tres, plaza della Verità, estos esgrimen las banderas pacifistas, para quienes la palabra guerra les causa náuseas. Muchos pedían más Europa. Además de la multitud, acudieron algunos líderes políticos. Roberto Gualtieri, PD, alcalde de Roma, discurseó: “Tenemos que ser más fuertes, no en el sentido de potencia militar sino de civilización”. La ultraderecha no se presentó, el líder de M5S, Giussepe Conte, no acudió porque “no veía claros los motivos de la convocatoria”.

Berlín: Bundestag

Los 16 años de Angela Merkel, CDU, en el poder fueron de rigurosa austeridad. Siempre dijo Frau Merkel que su padre -pastor luterano- le enseñó a pagar las deudas y a no vivir por encima de sus posibilidades. Ella no transgredió la norma cuando gobernó, y de paso, cumplió la Constitución alemana, que hablaba de “freno de la deuda” (Schuldenbremse), en sus artículos 109 y 115, que exige al Estado administrar con austeridad y sólo gaste tanto dinero como ingrese.

Alemania carga a cuestas con una democracia en vía de extinción. El 23 febrero hubo elecciones federales. Ganó CDU y su líder Friedrich Merz, -CDU, el partido de Helmut Kohl- con la anoréxica cifra de 28,5% de votos. Merz será investido en los próximos días canciller. Sucede a Olaf Scholz que hizo un gobierno fantasma de tres años. Tres años inadecuados. El 18 marzo, el Parlamento Federal en Berlín, aprobó la reforma constitucional del freno de la deuda. Alemania, a partir de ahora vivirá por encima de sus posibilidades. De esta manera aumenta el gasto en defensa e infraestructuras y protección del clima. Será una deuda de miles de millones de euros.

Merz: Cueste lo que cueste.

Cuando Friedrich Merz -será uno de los hombres con más poder en el mundo- asuma la cancillería, iniciará su gobierno con un hándicap: traidor. Así lo cataloga la opinión pública. En campaña juró no tocar la constitución. El 18 marzo, en el Bundestag, la CDU/CSU, con el apoyo zombesco de SPD -el partido de Willy Brandt- y de Los Verdes, acordaron reformar el tema de la deuda y, por tanto, endeudarse. Después de la votación, Alice Weidel, líder de AfD, su partido superó al SPD y a Los Verdes el 23 de febrero, dijo: “Esto supone el fin del euro, y el peor fraude electoral que he visto en la historia de la República Federal de Alemania”. A partir de ahora, Alemania no está en la ‘era del rearme’ sino en la ‘era de la deuda’.

Antes de la histórica votación en el parlamento, Merz preparó con cuidado el terreno. “Ante las amenazas a nuestra libertad y la paz en el Continente, también debemos aplicar el principio de ‘cueste lo que cueste’”, dijo lleno de euforia y repitiendo palabra por palabra lo dicho por el italiano Mario Draghi en 2012, cuando dijo que eran para “salvar el euro”. ¿Es Merz consciente de lo que dice? ¿está bajo shock con las arengas de Trump? ¿sabe que hipoteca las esperanzas de los alemanes en los próximos cuarenta años?, ¿quiere emular los pasos de Otto von Bismarck?, ¿por qué no seguir la ruta de China que lleva a cabo toda una revolución sin disparar un solo tiro?

Londres: Cámara de los Comunes

El primer ministro de Gran Bretaña, Keir Starmer, PL, desde que asumió su cargo procura desmarcarse del Brexit, sin renunciar a él. Intenta que su país firme acuerdos comerciales con algunos países de la UE, para ello ha hecho visitas a Roma, Berlín y París, con ese propósito. Da muestras de ser un líder aventajado, que actúa con decisión, que sabe negociar; sin embargo, no debe pasar por alto que fue Londres quien decidió retirarse del Mercado Común, y por este motivo, Reino Unido está obligado a pagar a la UE 65.000 millones de euros tras el Brexit.  

Ahora se está autopromocionando como el líder europeo -aunque los ingleses no se consideran europeos- que, ante las amenazas de Trump con dejarlos fuera de las conversaciones de paz de la guerra de Ucrania, intenta promover “su” paz. Está ansioso por enviar tropas a Ucrania. En esto no se diferencia de Boris Johnson. Ni tampoco en el envío a Kiev de misiles de largo alcance. Starmer apuesta por la guerra, por el rearme. Paradójica esta situación: En septiembre de 1938, Neville Chamberlain, conservador, primer ministro del Reino Unido, acudió a Munich, Alemania para entrevistarse con Hitler y Mussolini, tratando de evitar la guerra. Hoy, Keir Starmer, laborista, primer ministro del Reino Unido, no habla con Putin a quien califica de “tirano” y su obsesión es enviar tropas -30.000 soldados ha ofrecido- y misiles Storm Shadow, a Ucrania.

El 25 febrero, Starmer, para complacer a Donald Trump, anunció que Gran Bretaña incrementará su gasto en defensa en detrimento de la ayuda internacional humanitaria. Subirá a 2,5% del Producto Interno Bruto (PIB) su gasto en defensa. Su sueño es obligar a sentarse a Vladimir Putin “tarde o temprano” a negociar bajo las condiciones que imponga él (Starmer).

Para vender la idea del rearme ha utilizado un lenguaje alarmista. A finales de febrero dijo en la Cámara de los Comunes que Gran Bretaña se encontraba bajo una amenaza de ataque mayor que nunca desde la Guerra Fría. Hizo un esbozo general sin precisar nada. Y tratando de ser más convincente expresó: “Rusia es una amenaza en nuestras aguas, espacio aéreo y calles” ¿Se referirá a los oligarcas rusos que compran equipos de fútbol de la Premier Liga?

El 18 marzo, el Gobierno Laborista anunció que recortaba las prestaciones sociales, especialmente los beneficios por discapacidad, para ahorrar así 5.000 millones de libras al año hasta 2030. Esto ha generado críticas en el propio partido. Por ejemplo, Clive Lewis, diputado laborista, prefiere aumentar los impuestos a los más ricos para evitar los recortes, aseguró a Sky News.

Giorgia Meloni: fan del Duce

Ella tiene una voz de soprano que no encaja muy bien en las voces estentóreas de los tenores de sus colegas del Consejo Europeo. El martes 18 de marzo en el parlamento italiano dijo que “el plan de defensa de la UE es grandilocuente comparado con la realidad”. Se declara escéptica con todos los movimientos que ha provocado el cataclismo Trump y señala sin ambages: “el ejército europeo no está en la agenda” de los 27 países miembros de la Unión Europea.

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