Se están desencadenando las buenas noticias en el corazón de las tinieblas. Caminamos de espaldas hacia el futuro, mirando el pasado frente a nosotros para poder adivinar las sombras del porvenir. El presidente Trump pone en peligro el destino de la humanidad con una guerra termonuclear. No lo digo yo, lo dice la Campaña Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares: premio Nobel de la paz, 72 años después de que Truman destruyera con la bomba atómica a Iroshima y Nagasaki.
Se decía en estos días por algunos voceros de la gran prensa, que muy posiblemente el Papa Francisco era uno de los candidatos más opcionados para recibir el galardón de la paz, pero, pensaba, sería como matricularlo en el reino de este mundo, aunque viéndolo bien, Francisco ha bajado las enseñanzas de los evangelios a las realidades de la vida cotidiana.
De inmediato recordé el mayor crimen de la “democracia” imperialista, el mayor atentado terrorista de la historia, cometido contra la humanidad en nombre de la libertad: Hiroshima y Nagasaki. La Segunda Guerra mundial había terminado pero EE.UU. necesitaba demostrar al mundo su fuerza hegemónica para la conquista de los mercados en África, en América Latina y en todo el mundo.
Ahora parece que las condiciones de inseguridad no han cambiado, sino que se han profundizado a tal punto que con la llegada de Trump al gobierno de EE.UU. la humanidad podría estar a un paso de una hecatombe termonuclear, porque además, tiene eco en otro loco tan ignorante y estrafalario como es el presidente de Corea del Norte que, en su infinita demencia, le está echando gasolina al incendio nuclear.
No es una apreciación pesimista del futuro, pero parece que las etapas en el desarrollo de la humanidad, como todo ser vivo, nacen, crecen, se multiplican y mueren. Sin embargo, el premio Nobel de la Paz a la Campaña Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares pegó en el blanco del problema central contemporáneo: la necesidad de salvar la especie humana y nuestra madre tierra de una guerra termonuclear, por eso este Nobel de la Paz nunca estuvo tan acertado: es un pase de entrada al movimiento por la Paz Mundial, para todas aquellas personas de buena voluntad que están contra la guerra.
Y aquí hay que volver al pasado para no olvidar el futuro: “Entre el 6 y el 9 de agosto de 1945, Estados Unidos lanzó las bombas atómicas cuando Japón ya estaba derrotado. El objetivo era político. EE.UU. se proponía definir el reparto del mundo a su favor y consolidar su hegemonía a nivel mundial, así como Alemania se había propuesto dominar Europa. Los dos recurrieron al terrorismo de Estado, al racismo y el genocidio para exterminar en masa a millones de personas y lograr sus objetivos”
Es el peligro que se vislumbra ahora con los líderes de los 8 países que tienen la bomba atómica, sobre todo con Trump a la cabeza de la potencia militar más desarrollada del mundo. Parece como si estuviéramos atravesando un eterno retorno: la humanidad debería haber superado la experiencia terrible de la segunda guerra mundial, sin embargo, hoy se repite con nuevos ropajes, en una nueva edición corregida y aumentada.
“Las bombas fueron para derrotar a las masas pero no a los imperialistas japoneses: las masas japonesas fueron bombardeadas cuando ya no había objetivos militares”
El premio Nobel de la Paz contra las armas nucleares de exterminio masivo llega en un momento de incertidumbre y de crisis del modelo de acumulación neoliberal, que se debate en medio de profundas contradicciones irreconciliables con la naturaleza y con la supervivencia de la humanidad.
Por eso es tan importante y decisivo, por lo menos a nivel simbólico, este premio Nobel de la Paz. Sin embargo, parece que aquí, en “nuestra propia” tierra, no tuviera ningún significado porque en vez de llamar a la reflexión se continúa con la polarización, preparando sicológicamente a la población para la confrontación.
“En marzo de 1945, fue el primer bombardeo a Tokio que destruyó el 50 % de la ciudad. Durante mayo, junio y julio, otras ciudades japonesas fueron destruidas bajo las bombas de napalm. Algunos calculan que los muertos ya llegaban a un millón, antes de Hiroshima y Nagasaki (donde murieron casi 200.000 personas y los efectos radiológicos continuaron durante decenas de años). A la par, Estados Unidos con el consentimiento de Gran Bretaña, avanzaba rápidamente las pruebas para el lanzamiento de la bomba”
El que no conoce la historia está condenado a repetirla. Parece como si la clase dominante no se diera cuenta del peligro que corre la especie humana, si los sectores dominantes continúan en esta dirección vertiginosa hacia el abismo; parece como si se estuvieran preparando para repetir el holocausto; todos los síntomas de estos primeros años del siglo 21 lo están proclamando con una evidencia irrefutable y espantosa.
"Estamos en un momento crucial, el riesgo de guerra nuclear está otra vez en la agenda, con la posibilidad de asesinar a civiles de forma indiscriminada, con amenazas por parte de Estados Unidos y de Corea del Norte. Esto debe acabar, y el premio respalda esa posición".