Según una conversación filtrada entre el presidente filipino y su homólogo estadounidense, el mandatario norteamericano ve más viable la estrategia filipina contra las drogas que la de otros países. Trump le diría a Duterte: "Solo quería felicitarle porque he sabido de su increíble trabajo con el problema de las drogas. Muchos países tienen ese problema, nosotros tenemos ese problema, pero qué trabajo más genial está haciendo. Y solo quería llamar y decirle eso".
Admirar la muy eficaz guerra contra el narcotráfico que efectúan las autoridades del país asiático es apenas lógico, y es que a diferencia de Colombia sus recursos no están siendo malgastados o corrompidos en ONG y fundaciones de caridad. Duterte ha demostrado con gran autoridad y reciedumbre cómo debe ser combatido este flagelo. Los cocaleros y expendedores no son ningunas víctimas de la "falta de oportunidades", e igualmente los adictos tampoco son personas damnificadas de su reducido vacío existencial. Dejémonos de tantos sentimentalismos llorones, esta roña debe ser arrasada, una gentuza que vive en función del dinero es capaz de cualquier cosa, hasta de cuchilleros dispuestos a atracar y a matar para mantener su adicción. Resultan ser altamente peligrosos para la sociedad y por lo tanto deben ser exterminados de raíz.
En Filipinas los narcos y viciosos están siendo juzgados por ley, no existen jurisdicciones especiales ni santuarios del delito que le impidan ejercer su oficio a las fuerzas del orden; el ciudadano honesto es defendido por sus fuerzas de seguridad en contraste al panorama colombiano donde estás custodian al delincuente.
Los Estados Unidos están cada vez más convencido de que su dinero está siendo malversado y despilfarrado en una guerra sin fin, aunque el presidente colombiano responda a esto afirmando que esta guerra es imposible de ganar y lo mejor es claudicar ante el consumidor o adicto. Si Colombia quiere seguir contando con el respaldo estadounidense deberá elegir en las próximas elecciones una figura que encarne el ideal paternal del estado, alguien decidido y fuerte que no se deje doblegar por la masa caprichosa.
Así que como primera medida es urgente restaurar el DAS, la institución que se encargaba por mantener limpia la sociedad y del control de la seguridad irregular (que no por nada lo desmanteló el actual presidente Santos), la cual está atomizada en la lucha hipócrita e interesada de los grupos paramilitares (los principales cabecillas de las estructuras del microtráfico). De lo contrario estaremos ante las puertas del Estado Parásito (que ya ni siquiera fallido) y los parias descastados se afianzarán en el poder como sucede en la infra-lumpenizada Venezuela.