Hace unos pocos días Rusia exhibió su misil intercontinental, el temible "Satán 2". Este podría "crear el infierno en la Tierra", según informa la agencia de noticias RT en Español. Dicho misil tiene la capacidad de borrar del mapa la costa este de EE.UU., pues su capacidad de carga útil es 1.000 veces más potente que las que EE.UU. arrojó sobre Hiroshima y Nagasaki, señalan expertos en la materia.
Corea del Norte ha dicho que no va a dejar a ningún estadounidense vivo, y como consecuencia ya hay barcos estadounidenses y chinos bien armados cerca de la península coreana. Estados Unidos, con Trump a la cabeza, no se quedó atrás frente a tanta ostentación de poder militar, y hace unos pocos días lanzó en Afganistán su bomba no nuclear más grande, la madre de las bombas.
Estamos presenciando en directo por Facebook y todas las redes sociales otra reedición de la Gran Guerra Mundial, es decir, estamos en pleno desarrollo de la Tercera Guerra Mundial. En este mundo del espectáculo estamos viendo una película que es muy real, en la que por supuesto no puede faltar la sangre y los niños muertos de verdad, tampoco la carnicería humana y la matanza univeral. Todo es verdad, excepto los motivos que se emplean para justificar la guerra. Cualquier morboso pensaría que la Tercera Guerra Mundial es mejor que cualquier película de Hollywood, y más taquillera.
Todas estas bombas tienen un costo muy alto. Cuando son lanzadas, las operaciones de las bolsas se fortalecen y el precio del petróleo sube. El presidente Trump no es ningún loco, es un exitoso ejecutivo. Trump es el hombre de empresa que la empresa de la guerra necesitaba.